Salió de la ducha, tras estar ahí dentro aproximadamente media hora. Odiaba llegar del instituto y sentirse sucia. Era la peor sensación del mundo. Se cambio y se puso algo cómodo para estar en casa. Bajó las escaleras para ir a la cocina en busca de algo que llenara su estomago. Justo antes de entrar a la misma, divisó a su hermano sentado frente al televisor, mirando entretenidamente el mismo. Rió por lo bajo al escuchar lo que era. ¡Oh, si! Su hermano era un cerdo, patán y futuro director de películas caseras.
- Enanita de jardín, ¿Me pasas una cerveza? - le preguntó sin dejar de mirar la tele.
- Ahí va - le dijo ella y entró a la cocina.
Se dirigió hacia el refrigerador y busco lo que él le pedía. Y para ella tomo una manzana y chocolate. Era lo único que había. Tenía que ir a hacer las malditas compras. Cerró la puerta del refrigerador y fue hasta la sala. Se sentó al lado de su hermano.
- ¡Por el amor de dios! ¡Quita eso! - le dijo asqueada y dejó de mirar la pantalla.
- Si no te gusta, vete - le dijo él y tomó la cerveza.
- Si no lo quitas le diré a Yoona que el otro día llamó una tal Seunhyeon - le dijo pronunciando moduladamente el nombre de la última. Minho la miró nervioso.
- No, no serias capaz - dijo mirándola fijo.
- ¿Quieres comprobarlo? - le preguntó.
Gruñendo por lo bajo, él tomó el control y quito la película.
- Hace un rato llamo mamá - le dijo él. Ella se giro a verlo.
- ¿Qué dijo?
- Dice que hoy tampoco vendrá - Minah lo miró bien y gruñó por lo bajo poniéndose de pie.
- Esto no puede seguir así - dijo ella.
- y ¿Qué quieres que haga?
- ¡Trabaja, Minho! ¡Trabaja maldita sea! - dijo elevando la voz, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
- ¡Ella es la que quiere hacer eso! - le dijo él elevando la voz también.
- ¡Es que no le queda otra, Minho!
- ¡Claro que le queda otra! ¡Lo que pasa es que todavía no has aceptado lo que es nuestra madre!
- ¡Eres un bastardo! - le gritó sin dejar de llorar - ¿Acaso aun no has entendido? Mamá se esta muriendo, mamá tiene cáncer. A las personas con cáncer las discriminan en los trabajos normales.
- ¿Y piensas que estando aquí se va a salvar? - le preguntó con los ojos humedecidos.
- ¡Yo quiero a mi madre aquí! ¡Conmigo! ¡No quiero que ande en la calle con cualquiera! ¡Solo para mantenerte a ti y a mí que no valemos nada! - le gritó.
- ¡Por su trabajo es que estamos aquí! ¡Yo no le pedí venir al maldito mundo! - dijo alterado.
- ¡Ni yo! ¡Pero no por eso voy a dejar que se muera así por que si!
- ¡Ella quiere esto, ella decidió esto! Nosotros no podemos hacer nada.
- ¡Escúchame bien, Minho! - le dijo apuntándolo con un dedo - Empieza a buscar un maldito trabajo, si no quieres ir a vivir con papá.
- Tú no me vas a amenazar a mí - dijo él y volvió su mirada a la tele.
- No es una amenaza. Empieza a mover tu maldito trasero y comienza a buscar algo que hacer y por lo que te paguen. Porque si no empiezas a traer dinero a esta casa, de a poco voy a ir dejándote sin nada. La que maneja el dinero aquí soy yo, y lo sabes. ¡Así que mejor ten en cuenta lo que te estoy diciendo! - le dijo alterada y tomó las llaves de la mesa.
- ¿A dónde mierda vas? - le preguntó enojado.
- ¡A comprar la maldita comida! - le gritó y salió de allí hecha una fiera.
Dejó que las lágrimas salieran de ella con más fuerza que antes. ¡Todo era una mierda! ¡Maldita sea su vida! ¿Para que nació? ¿Para sufrir? ¿Solo para eso? Con su mano secó sus lágrimas, y caminó con prisa hacia su auto, pronto estuvo en el supermercado. Solo iba en el porque no iba a poder cargar todas las bolsas sola y caminar. Entró y tomó un carrito. Con un terrible dolor de cabeza iba metiendo las cosas sin prestar demasiada atención. Ya que estaba distraída chocó de frente con otro carrito.
- ¡Oh, lo siento! - dijo ella y levantó la vista para mirar a la persona con la que había chocado.
Él la miró bien. Vio sus ojos, estaban rojos. Había estado llorando.
- ¿Minah? - le dijo él y se acercó a ella.
- Hola, Lay - dijo nerviosa y giro para terminar de secar sus lágrimas. Lay dio vuelta y se puso frente a ella.
- ¿Qué sucede? - le preguntó.
- No, nada - dijo y sonrió débilmente - Solo es que me entró una basurita en el ojo.
- ¿En los dos?
- Mmmm, si, si. Lo que pasa es que hay tanta basura fuera que.......a los ojos te entra cualquier porquería - dijo. Lay miró las cosas que tenía dentro del carro..
- Creo que no le has prestado atención a las cosas que metes ¿no? - le dijo. Ella bajó la mirada a sus cosas. ¡Oh, maldita sea! ¿Qué era lo que estaba haciendo? ¿Galletitas de gluten? ¡Que asco! Suspiro levemente y lo miró. Ahora que lo veía bien, había algo distinto en él. ¿Qué era? ¡Oh, si! Ya no traía puestos los anteojos de lectura.
- No se en lo que estaba pensando - dijo y quitó las galletitas horribles que había puesto y unas cuantas cosas más.
- Pero, ¿Estás bien? - le preguntó preocupado.
Ella lo miró de manera tierna y luego sonrió levemente.
- Si, estoy bien. Gracias - le dijo dulce. Comenzaron a caminar juntos por el supermercado. Minah lo miró de costado y ahora que no tenía puesto un suéter notaba algo más en él. Tenía músculos en los brazos, ¡y que músculos! - ¿Te gusta el lugar? - le preguntó. Él la miró.
- Si, es un lugar lindo - le dijo.
- ¿Tienes algún hobby o algo por el estilo? - dijo ella.
- Me gusta leer.
- A mi también me gusta leer.
- Pero lo que más amo hacer es ir a correr - dijo. Ella se giro a verlo. Ahora sabía lo de sus músculos. Era un deportista nato.
- ¿Haces deportes? - dijo.
- Intente hacer fútbol profesionalmente, pero como nunca nos quedamos en un mismo lugar no lo he hecho. Así que yo mismo hago mi rutina de entrenamiento. Todas las mañana salgo a correr, antes del instituto.
- Eso seria que te levantas a las ¿5 de la mañana? - le dijo sin poder creerlo.
- Si, soy muy madrugador.
- O eres un lunático - dijo. Él rió.
- Pero me hace sentir bien, te sientes mejor. Es extraño.
- Tú eres extraño - dijo divertida.
- ¿Y tú no tienes nada que te guste? - le preguntó él.
- Me gusta mucho, mucho las cosas dulces - dijo con todo el amor del mundo. Él rió divertido. Llegaron a la caja. Se colocaron en cajas diferentes, una al lado de la otra, y decidieron hacer un juego, el que pagaba primero ganaba y le pagaba al otro el almuerzo por una semana - Te ganare extraño - le dijo ella divertida.
- Ya lo veremos golosa - dijo él.
El turno de Minah ya había empezado, mientras que Lay aun no avanzaba. Ella rió por lo bajo al ver como el estaba estancado por culpa de una anciana. Al fin Lay comenzó a pasar sus cosas, pero para su mala suerte Minah ya estaba por casi el final de su compra.
- Son 150 000 won - le dijo la chica de la caja.
- Aquí tiene - dijo ella y le entrego el dinero.
- Muchas gracias por su compra.
Minah salió primero de allí con las bolsas en el carro. Luego de dos minutos salió Lay. Ella lo miró y comenzó a reír.
- ¡Te gane! - dijo sin dejar de reír.
- Hiciste trampa - le dijo él.
- ¡Ay aja! ¡Además de extraño, eres mentiroso! - dijo divertida.
- Tú eres una tramposa, porque no tenías a una anciana al frente.
- Cállate mal perdedor, acepta tu derrota.
- No estoy acostumbrado a hacerlo, porque casi nunca pierdo. Pero está bien, acepto mi derrota..
- Así me gusta - dijo ella.
Comenzaron a caminar hacía la salida. Lay tomó las bolsas y ella lo miró.
- ¿Iras caminando? - le preguntó.
- ¿Acaso ves mi auto por ahí? - dijo. Ella rió por lo bajo.
- Vamos que yo te llevo - dijo ella.
- No, ya parezco un pelele. No hace falta. Además me gusta caminar.
- No seas más extraño de lo que eres aun, por favor pon las bolsas atrás y sube al auto ¿Quieres hacerme el favor?
- Si, mamá - dijo bajando la cabeza. Minah rió y él lo hizo luego. Subieron al auto - ¿Podemos poner un poco de música? - le preguntó él.
- Claro - dijo ella y prendió el mismo. Una linda canción comenzó a sonar.
- Otra cosa que me gusta es la música - dijo Lay..
- ¿Tienes novia? - le preguntó y sin saber porque. Lay la miró y sonrió levemente.
- Mis asuntos con las mujeres no son los mejores.
- ¿Por qué?
- Según mi mamá soy 'tímido'. Pero yo no lo considero así. Sino que no se como comportarme con ellas.
- Eres tímido - dijo asintiendo. Lay rió - ¿Has tenido alguna novia?
- Si, una. Hace 2 años - le dijo. Minah sintió una pequeña punzada en el estomago. Lo miró.
- ¿Y? ¿Qué pasó?
- No funciono. Ella era demasiado intensa para mí - le dijo.
- ¿Cómo era su nombre?
- Sunmin.
- Y también con ese nombre, es como para no ser intensa - dijo. Él volvió a reír. Pronto estuvieron en la casa de Minah. Se bajaron - ¿Quieres pasar a tomar algo?
Lay miró hacia su casa y luego miró a Minah. No pasaba nada si aun no llegaba a su casa, además tenía ganas de pasar un poco más de tiempo con ella. Conocerla.
- Porque no, golosa - le dijo.
Ella sonrió y con ayuda de él entraron las bolsas de las compras de ella.
- Gracias a dios no esta Minho - dijo y entraron a la cocina.
- ¿Por qué lo odias tanto? - preguntó divertido.
- Hoy discutí con él - dijo sin pensarlo. Él la miró.
- ¿Por eso estabas llorando?
- Mmmmm, no...
- Vamos, Minah no soy un extraño idiota - le dijo. Ella sonrió.
- Bueno, si. Era por eso.
- ¿Quieres contarme?
- No, no. Creo que si te cuento mis problemas te vas a espantar un poco.
- Todo el mundo tiene problemas, Minah - dijo.
Ella lo miró porque la llamó así y sonrió levemente.
- Discutimos por lo mismo de siempre - le dijo y le alcanzó un vaso con jugo - No quiere trabajar y mamá necesita ayuda con eso.
- ¿Qué sabe hacer tu hermano?
- Nada - dijo y ambos rieron.
- No, de verdad. ¿Qué sabe hacer?
- Pues, creo que le gusta arreglar computadoras y todas esas cosas - Lay se puso a pensar.
Minah solo lo miraba. De verdad era extraño. Pero era un extraño......lindo.
- Puedo hablar con mi padre, para que le de trabajo - ella lo miró sin poder creerlo.
- ¿Estás hablando enserio?
- Claro, ¿Me ves la cara de no hablar enserio?
- No, no es eso. Sino que ¡Nunca nadie ha querido darle trabajo a Minho! - dijo y rió.
- Pues no te garantizo nada. Hablare con él y veremos - Minah caminó hasta él y buscó algo dentro de un cajón. Era chocolate. Lay la miró divertido.
- ¿Quieres chocolate extraño?
- ¿Tiene maní?
- Si, es mi favorito.
- Amo el chocolate con maní - le dijo sin dejar de mirarla a los ojos.
- Igual yo - le dijo ella.
No podían dejar de mirarse. Algo se había despertado dentro de ambos. Algo que nunca, nunca iban a poder olvidar en sus vidas. En las próximas semanas cosas buenas y malas iban a pasar entre ellos. Cosas que los iban a marcar para siempre. Tal vez terminara bien, tal vez terminara mal. Pero estaban seguros de que esto era el comienzo de algo nuevo.