La primera noche en la embarcación pasó lenta y tranquilamente. Gaelle y Kyle no habían hablado entre ellos, más por decisión de ella que de él. En el vagón no había algo interesante en lo que pasar el tiempo.
La barca se balanceaba con lentos movimiento de un lado a otro mientras Gaelle observaba las varias sogas apiladas unas sobre otras. En un momento dado, ella se levantó y sujetó una. Era tan vieja que con unas cuantas torceduras y jalones, ésta cedió y se arrancó de su origen. Regresó a su lugar, donde Kyle permanecía sentado con los ojos cerrados, meditando. Enredó el trozo de cuerda una y otra vez contra sus dedos, recordando cómo la amarraban siempre en la clínica. Una vez que pudo llevar su concentración a otro nivel, comenzó a recordar nudos que sabía hacer. Al menos era más divertido que hacer nada.
Comenzó a preguntarse muchas cosas, como porqué había golpeado y apuñalado a Kyle en primer lugar, después se preguntó a sí misma por qué ya no le era tan fácil mantener las distancias y se respondió con lo que ya sabía: quería perdonarlo. Algo dentro de ella seguía respirando, seguía latiendo y calentándose cuando lo miraba, y más aún ahora que Kyle era todo un hombre. Conservaba aún sentimientos por él y no podía negarlo aunque quisiera, le había amado como jamás antes nadie había amado a un imbécil egoísta y malnacido.
Poco a poco, con los movimientos arrulladores del barco y sus propios pensamientos pesados, Gaelle fue cayendo en los brazos de Morfeo.
No asimilaba lo que ocurría ni en dónde estaba, sólo sintió que la empujaban bruscamente a una habitación. Detrás de ella entraron dos mujeres que comenzaron a quitarle la ropa a Gaelle bruscamente.
«¿Qué me hacen?», se preguntaba en su cabeza. Trató defenderse, pero no le servía forcejear contra esas dos corpulentas mujeres. «¡Basta, déjenme en paz!», quería gritarles, pero su cerebro seguía en shock, queriendo creer que no era más que una pesadilla.
Cuando la desnudaron por completo, Gaelle cubrió sus partes privadas con sus brazos y manos. Tenía miedo. No sabía qué iba a ocurrir, pero independientemente de lo que fuera, sabía que si esas dos señoras le hacían daño no tendría una sola oportunidad de defenderse.
«¡Kyle, ayúdame! ¡Despiértame!». De sus ojos ya rodaban ríos de lágrimas cuando la empujaron a otra habitación de azulejos mucho más pequeña, el único color que se veía era un azul grisáceo que se encontraba en las paredes, el suelo y el techo.
Una de las señoras tomó algo de un extremo de la habitación mientras la escuálida de Gaelle buscaba una ruta de escape. La señora número uno abrió una llave y un chorro potente de agua fría azoto las piernas de Gaelle hasta llegar a su rostro.
«¡Paren!», les gritaba ella en su mente. Eso se sentía demasiado real para ser una pesadilla. El agua estaba helada y ella sentía que la estaban humillando, las lágrimas seguían cayendo de sus ojos mientras sollozaba.
–¡Ya basta! –Gritó al fin, pero lo único que consiguió fue que abrieran más la llave y un chorro aún más potente le llenara la boca. Se dobló sobre sí misma para toser y escupir el agua que le había entrado. Estaba en el suelo, débil y tosiendo, pero el agua seguía azotándola y ese castigo no se veía próximo a terminar.
¿Pero por qué un castigo? Ella no había hecho nada.
Una vez que cerraron la llave, la obligaron a ponerse de pie y la secaron rápidamente con una toalla. «¿Qué me hacen?»
La señora número dos la metió en una bata blanca que olía a antiséptico, sin molestarse en colocarle ropa interior. Cuando ya estuvo vestida la llevaron a rastras por un pasillo que daba escalofríos: habían puertas continuas a ambos lados de él y en cada puerta había una rendija ancha que estaba bloqueada por barrotes. Tras varios de ellos se asomaban manos maltratadas, magulladas y algunas no con todos los dedos y por si fuera poco acompañadas de las manos habían rostros que daban escalofríos, además de que abrían la boca y decían palabras ininteligibles que se empalmaban unas con otras, creando un coro que daba escalofríos.
«Kyle, ¿dónde estás?»
La metieron en un cuarto bastante alejado que no parecía ser diferente a las demás. Apenas dio un paso dentro las señoras cerraron la puerta. Gaelle se puso de puntillas para mirar a dónde iban o si le planeaban decir algo, en cambio lo único que vio fueron dos pares de ojos al otro lado del pasillo, en la puerta de frente, que daban pánico.
–Por favor. ––Suplicó a nadie en concreto. Las enfermeras levantaron una clase de lámina para evitar que Gaelle tuviera contacto con el exterior definitivamente. Lentamente se dio la vuelta y lo que vio la dejó helada: en la habitación no había nada más que dos camas y un retrete, y ahí, debajo de la cama del lado derecho, había una señora que la observaba de forma terrorífica.
«Sálvame», le suplicó a Kyle en su mente.
Despertó bruscamente con un nudo enorme en la garganta que le impedía respirar. Cuando lo logró miró a todos lados y reparó en que estaba en la embarcación... Con Kyle.
Respiró profundamente varias veces antes de ponerse de pie y apoyarse contra la pared. Hizo falta un parpadeo para que un par de lágrimas rodaran por sus mejillas, las cuales rápidamente borró.
Efectivamente Gaelle lo quería perdonar, pero después del sueño que había tenido recordando el primer día en el manicomio, algo oscuro y frío aumentó en su pecho.
No tenía noción del tiempo, pero por la brisa podía adivinar que era de madrugada. Un día menos.
Caminó dando traspiés hasta que pateó algo que hizo a Kyle abrir los ojos y levantarse de inmediato. Lo miró directamente y no pudo conciliar la idea de que alguna vez lo hubiera amado.
–¿Qué sucede? –Preguntó él con voz rasposa y algo alarmado, mirando a todos lados.
–Sucede que no sé qué diablos hago aquí –sentenció ella en un susurro–. No sé por qué acepté venir contigo cuando yo ni siquiera me planteaba regresar a casa. No sé por qué no te maté cuando tuve la oportunidad. Eso sucede.
Kyle soltó un suspiro y rodó los ojos, tomando las palabras de Gaelle a la ligera.
–No me querías matar. Querías hacerme daño en venganza, y créeme que lo lograste, pero no me querías matar...
Gaelle encolerizó y se aproximó a él rápidamente para darle un empujón.
–– ¡Cállate! No me digas lo que quería o no quería hacer porque no estás en mi mente, no sabes lo que pienso, ¿entiendes? Yo quería y quiero hacerte daño... Matarte sería librarte muy fácil y no me es suficiente con que mueras.
–Baja la voz, te pueden oír...
–– ¡Y una mierda! Yo deseé morir incontables veces ahí dentro. Lo hubiera preferido todo a estar ahí por seis malditos años.
–– ¡Te van a escuchar! –Le tapó la boca y ella le rasguñó la mano y el rostro para que la soltara.
–– ¡Que me escuchen! ¡Qué nos escuchen para que nos arrojen al mar helado y morir de una vez! A mí no me importaría, ¿sabes? Después de un tiempo dejé de esperarte a ti y lo único que esperé por el resto de mi estancia fue la muerte.
Kyle recibió eso como uno de los peores golpes psicológicos que pudo recibir alguna vez. Sin embargo se abalanzó sobre ella, le sujetó los brazos y le tapó la boca con una mano mientras que al mismo tiempo le tapaba la nariz para que no respirara. Pronto sintió un pinchazo en la palma y supo que ella lo había mordido hasta sacarle sangre, tendría suerte si no le hubiera arrancado un trozo de la mano, pero no retiró ésta de ahí, no hasta que ella dejó de luchar y sus movimientos se fueron apaciguando. Fue ahí cuando reanudó el paso de oxígeno a los pulmones de ella y la soltó lentamente hasta dejarla en el suelo.
De la boca de ella salía un hilo de sangre, la cual también le manchaba los dientes y se mezclaba con su saliva.–Por favor, no me odies –le suplicó Kyle.
–Ya es muy tarde.
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Forgive-him-not
RandomEra increíble el vértigo que se sentía cada vez que surcabas los cielos. Como si fueras inmortal. La sensación de que no importaba cuán alto volaras porque ahí abajo habría alguien que te atraparía. Pero todo lo que sube tiene que bajar, y es ahí...