Capítulo diez

302 30 7
                                    

Pasaron tres días y las pesadillas de Gaelle no eran las mismas, sino que iban empeorando y con ellas sus sentimientos por Kyle. Para el segundo día que había pasado ella había dejado de hablarle, pensando que quizá si él no abría su bocota tal vez disminuirían las ganas de asesinarlo.

Ese día en especial el mar se mecía con brusquedad, moviendo los objetos dentro del vagón de un lado para otro, poniendo en riesgo a Gaelle y Kyle. Las cuerdas enrolladas cruzaban fugazmente toda la longitud del vagón, arrastrando con ellas lo que sea que se pusiera en su camino.

Gaelle se encontraba hecha un ovillo en el rincón que había denominado como suyo, protegiendo su cabeza de cualquier objeto punzante que pudiera afectarla.

Una ola salvaje azotó el barco, de tal manera que lanzó una pesada lona en dirección a Kyle, quien rápidamente se hizo a un lado para evitar el golpe, y así fue como descubrió que bajo la lona yacía una caja cerrada que tenía impresa una palabra de la cual sólo se distinguían tres letras. R-S--V--. Kyle se levantó, avanzó hasta la caja mencionada y trató de abrirla con un desarmador que estaba a la mano. En eso, una ola golpeó la embarcación con tal fuerza que mandó a Kyle a volar y lo azotó contra una de las paredes del duro vagón.

La primera reacción de Gaelle fue querer ayudarlo, pero permaneció sentada en donde estaba a pesar de que el pobre sujeto parecía haberse dislocado un hombro.

–¡Mierda! –Soltó él. Poco después, se levantó testarudamente y tomó de nuevo el desarmador, el cual por poco le atravesaba la cabeza con el azote. Batalló con la caja hasta que la pudo abrir y ahí dentro encontró cinco camisas blancas de talla grande, encontró botellas de agua, barras energéticas, suplementos alimenticios, más mantas y, ya al fondo, varias botellas de ron.

¿Por qué siempre los hombres del mar llevaban ron consigo?

Miró hacia todas partes sólo para asegurarse de que no iba a entrar de repente un marinero para llevarse los suministros de... Reservas. Esa era la palabra impresa a la que le faltaban letras y se encontraba ilegible.

Kyle se dio la libertad de sacar una botella de agua y beber ferozmente. Al mismo tiempo, corrió hacia Gaelle, a quien le tendió la botella de agua mientras se limpiaba la boca con el torso de la mano. Ella trató de no mostrar entusiasmo cuando miró el agua.

Ambos habían quedado en que debían guardar el agua, por eso no habían estado bebiendo mucha.

Gaelle se levantó y pronto vació la botella, dándose cuenta muy tarde de que había sido una mala idea, puesto que más tarde tendría que ir al baño... Y digamos que eso no era nada fácil para ninguno de los dos.

Kyle fue sacando varios objetos de la caja y se los fue pasando a Gaelle, quien sin rechistar los sacaba y los inspeccionaba. En cuanto encontró una de las barritas la devoró sin pensárselo dos veces. Kyle notó su hambre y le tendió otra, en cambio Gaelle negó con la cabeza y tragó.

–Quédate esa –le dijo.

–Hay más. Seguro que luego comeré una.

–Cómela ahora. –Se dio media vuelta y ya cargada con mantas regresó a su puesto. Acomodó varias mantas a manera de lecho antes de sentarse sobre ellas.

Kyle no la dejó de observar en ningún momento.

Cuando la noche volvió a caer, surgió un tema que los obligó a comunicarse.

–¿Cómo es que has pasado desapercibido todos estos años, Kyle? –Inquirió ella.

Él bufó y cerró los ojos, tergiversando en su mente una manera casi cómica de contarlo. Definitivamente no había manera graciosa de decirlo.

Forgive-him-notDonde viven las historias. Descúbrelo ahora