Capítulo diecinueve

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Habían tenido una que otra discusión durante la semana siguiente, pero habían llegado -eventualmente- a un buen acuerdo con Russell; resultó que él solía hacer también de las suyas a veces y por eso había decidido aquietar su vida tomando un buen tiempo en altamar, lo cual le ayudó a ver con claridad lo que quería para su vida: permanecer cerca del mar, el lugar que le daba la paz que su vida necesitaba. Russell había confesado ser una persona con antecedentes penales, pero jamás tan graves como los de Eden. Cuando Russell descubrió de dónde venían Gaelle y Kyle les brindó su apoyo y les habló de su histria con su hermano -el de Russell-. Platicó él que era algo problemático, pero no por eso había dejado de ser su hermano. Se mostró bastante comprensivo con dos pasajeros infiltrados que no le habían dado más que problemas, siendo sincera.

En esos pocos días entabló lo más cercano a una amistad con Kyle, pero éste seguía teniendo sus queberes con Billy, quien continuaba bastante lastimado por lo de la otra noche. Le habían tenido que dar puntos en una parte de la cabeza, lo cual no hizo más que enfadar a Gaelle.

Kyle sabía que le quedaban cinco días en el barco. Tan sólo cinco días y estarían en Florida.

En cinco días habían ciento veinte horas; de esas ciento veinte horas se podría decir que cuarenta y cinco serían usadas para dormir, eso nos deja setenta y cinco horas. Les tomaba al rededor de cincuenta minutos el tomar alguna comida. Si multiplicaramos cincuenta por tres y el resultado se vuelve a multiplicar por cinco da setecientos cincuenta minutos, lo que es equivalente a doce horas y media. Si eso se lo restamos a las setenta y cinco nos deja un resultado de sesenta y dos horas y media. A ese tiempo se le pueden restar otras siete horas y media extras que se usarían en cosas como ir al baño, caminar por ahí o simplemente evitar a Kyle, lo cual nos deja un total de cincuenta y cinco horas.

Cincuenta y cinco horas le quedaban a Kyle para demostrarle a Gaelle que había cambiado y que podía ser el hombre que ella necesitaba. Cincuenta y cinco horas. Es decir, menos de tres días.

Y en menos de tres días también tenía que decirle a Gaelle lo que había pasado con sus hermanos y lo que había descubierto sobre su familia. Santa mierda.

Se encontraba él mirando al horizante pensando todo esto cuando una voz masculina lo sacó de su ensimismamiento; la voz ni siquiera se dirigía a él... Ni siquiera estaban hablando, sino cantando, pero le llamó la atención la voz y la canción que estaba siendo cantada.

Se puso en marcha para encontrar a la persona que cantaba, aun cuando ya creía saber de quién era la voz. Terminó llegando a la cabina del capitán, donde estaba el timón y los controles de mando.

En efectivo: la voz rasposa pertenecía a Russell, quien sostenía con una mano el timón y con otra un vaso con un contenido café amarillezco que bien podría ser bourbon.
Russell parecía raro; se tambaleaba un poco, pero Kyle no atinó a decir si se debía a la corriente de agua por la que estaban cruzando o simplemente el sujeto estaba borracho.

Antes de seguir con su análisis hacia el capitán, se detuvo un momento a ver el lugar. Era una habitación algo pequeña, de quizá cinco metros de ancho por cuatro de largo. Estaba hecho en su totalidad por madera barnizada, con repisas que sostenían recuerdos de algunas islas que probablemente habían visitado. Había una ventanilla al lado izquierdo que era la única que estaba abierta, donde colgaba un atrapasueños que no dejaba de agitarse. Por último, lo que pudo apreciar Kyle era una foto que reposaba por encima de uno de los mandos que era de Russell con una niña de quizá unos diez años. Para estas alturas Russell aún no se daba cuenta de la presencia del chico, por eso Kyle aprovechó y dio un lento paseo para curosiar en los lugares que habían sido visitados por el Deana. Dejó para el último el retrato del capitán, quien no dejó de cantar como si estuviera en un concierto; se veía realmente feliz sosteniendo en sus brazos a una niña delgada que llevaba puesta una blusa de tirantes con franjas de colores. La niña se veía realmente feliz, con unos bellos ojos de color avellana y una sonrisa pícara, el cabello lacio y largo. Russell, por su parte, se veía mucho más relajado, con menos arrugas y una sonrisa que hasta Kyle reconocía que era atractiva. Su mirada azulada no parecía pesada, sino suave.

Forgive-him-notDonde viven las historias. Descúbrelo ahora