Había ya anochecido.
Se habían vestido como marineros comunes y corrientes. No había diferencia entre ellos y la tripulación, a menos –claro– de que alguien se le quedará viendo fijo a Gaelle, porque de esa manera podrían reparar en sus rasgos finos y sensuales y su cintura y caderas bien afeminadas.Llegando a tierra, Russell les ordenó que realizaran tareas con la embarcación para que pasaran desapercibidos mientras él entregaba la carga y las autoridades costeras revisaban que no se estuvieran traficando sustancias clandestinas de contrabando.
Cuando hubo anochecido y la mayoría de los marineros se marcharon, ellos vieron su oportunidad de largarse. Tomaron las mochilas en donde se encontraban sus pocas pertenencias y luego, estando ya en el malecón, Kyle le dirigió una mirada a la distancia al capitán del Diana antes de caminar al lado de Gaelle y pretender cansancio y ansias de llegar a casa. Aunque, bueno, no era que tuvieran que pretender tanto.
–Russell me dio las llaves de su casa. Dijo que haríamos algunos cincuenta minutos caminando hacia el noroeste y yendo por toda la séptima avenida hasta ver un Walmart.
Gaelle lo escuchaba en silencio, mientras paseaba unos curiosos ojos por la ciudad y a la vez asegurándose de que nadie los estuviera siguiendo o les estuvieran prestando las atención de la necesaria.
—Vamos a necesitar un vehículo que nos lleve a Tallahassee.
Ella tenía tanta hambre y cansancio que no se molestó en refutar algo. Simplemente continuaron caminando por largos minutos, fundiéndose con las sombras, pasando desapercibidos y experimentando la sensación temeraria que conlleva el estar en una ciudad nueva por primera vez.
Habiendo pasado ya poco más de una hora, Gaelle le señaló un Walmart y Kyle supo entonces que estaban a pocos metros de llegar.Por fuera solo se percibía que se trataba nada más y nada menos que de una casa común y corriente, austera. Cuando entraron, Kyle pudo aseverar de que era el hogar de un soltero; paredes sin mucha atención, muebles sin sabor y nada para decorar el resto.
Gaelle se apresuró al refrigerador para terminar decepcionándose por lo vacío que estaba.
–Iré a comprar algunas cosas –dijo el chico, mientras abría una habitación y notaba que era la del pelirrojo. Rebuscó en el closet hasta que dio con algunas prendas que le sentarían bien: una hoodie, unos pantalones de mezclilla y unos tenis. Agregó a eso un gorro tejido y se lo colocó casi hasta cubrir sus ojos por completo. Pensó en solo llevar parte de los tres mil dólares que había ganado en las apuestas del póker, pero pensó en que su novia podría robar el resto del dinero mientras él estaba fuera y marcharse por su cuenta, por lo que decidió llevarlo todo.
Cuando salió de la habitación, ubicó a Gaelle desprendiéndose de la ropa de marinero.–No hagas eso conmigo presente si no vas a responder a sentones, Paige –ella le regresó una mirada fulminante antes de dirigirse al baño. Cuando se disponía a cerrar la puerta, Kyle la alcanzó y se lo impidió–: iré a buscar comida. No tardaré. No te muevas de aquí. –La miró fijamente, esperando que ella respondiera algo o siquiera se dignara a mirarlo, pero como ella simplemente continuó desvistiéndose, prestando poca importancia a la presencia del chico, él se rindió–. Sé amable, ¿quieres?
Seguido de eso, él salió de la casa y, estando afuera, pensó en si debería cerrar con llave la puerta. No tuvo que pensarlo mucho para dejarla sin cerrojo y comenzar a caminar con dirección al Walmart que quedaba a dos calles de distancia. Tomó un carrito de la entrada y comenzó a echar cosas a diestra y siniestra. Cereales, galletas, comida congelada, prendas de vestir baratas (para ella) e incluso echó tintes de cabello. Se entretuvo un rato en el pasillo de electrónica no porque fuera a comprar algo de eso, sino porque prestó atención al noticiero que estaban emitiendo múltiples pantallas a la vez.
Un terremoto en algún sitio de México, una nueva ley aprobada en pro de la comunidad LGBT+, un reportaje sobre la extinción de algunos animales... Nada que involucrara a su novia.
ESTÁS LEYENDO
Forgive-him-not
De TodoEra increíble el vértigo que se sentía cada vez que surcabas los cielos. Como si fueras inmortal. La sensación de que no importaba cuán alto volaras porque ahí abajo habría alguien que te atraparía. Pero todo lo que sube tiene que bajar, y es ahí...