Capítulo veinte

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Una de las cosas que más añoraba Kyle de Gaelle era esos momentos inesperados en los que ella comenzaba a cantar. Ella era una caja musical porque no había momento en el que no estuviera cantando una canción en su mente; recordaba él que a veces, cuando mantenía una conversación con ella y que decía una palabra cualquiera, ella comenzaba a cantar porque había una canción con esa palabra. Claro, hay miles de millones de canciones, y si pudiese existir alguien en la vida que conociera tantas canciones era ella, puesto que conocía desde las mejores canciones hasta algunas un tanto ridículas. A veces también bailaba... Y cómo bailaba.

Era de mañana y comenzaba la cuenta regresiva.

Kyle estaba acostado de lado en la cama, de frente hacia Gaelle, quien dormía lo más plácidamente que en esos días la había visto dormir. Por eso no quiso despertarla.

La noche anterior había sido mágica... Bueno, fue casi mágica. Cuando terminaron de bailar sin música Kyle tenía una revolución en su cabeza y una guerra en su boca porque quería decirle a Gaelle que sí podía hacerlo, que todo lo que habían pasado servía para hecerles dar cuenta de que tenían que estar ahí en ese momento, de que todo estaba destinado a ser y que quizá un Dios todopoderoso y sobrenatural los había hecho pasar por todo ese drama sólo para juntarlos en aquel momento y que ambos se convenciaran de que debían estar juntos para siempre. Tenía él tanto que decirle.

Pero Gaelle, terminando la última balada no esuchada, sonrió y con sus delgados, delicados y cicatrizados dedos acarició suavemente la mejilla de Kyle para después decirle: "no se acerca a ser suficiente".

La erupción que tuvo lugar en el ser de Kyle fue indiscriptible. ¿Por qué? Porque Kyle Eden jamás en toda su puñetera vida había sido tan cursi; Kyle Eden no decía cosas bonitas, no acariciaba, no abrazaba y jamás bailaba, pero él lo estaba haciendo por ella ¿y eso conseguía? ¿Palabras desesperanzadoras con trasfondo cruel? Primero montó en cólera, pero su propia ira le prohibió abrir la boca y decir una palabra. Simultáneamente pasó de la ira a una profunda tristeza y justo en el momento en el que se resignaría, su ego genético le frenó en seco y le hizo recapacitar. Si la porquería de persona que era antes pudo enamorar a Gaelle, ¿por qué ahora el nuevo Kyle no lo haría?

Gaelle saboreó algo en su sueño, derramando un poco de saliva antes de despertar. Kyle no pudo despegar sus ojos de esa pintura realísticamente abstracta. No permitió que sus ojos se apartaran un segundo de los párpados de ella, ansiando con gran sed el momento en el que Gaelle abriera los ojos y lo deleitara con un vistazo a aquellas lagunas pacíficas que recientemente se habían hondeado en rencor y malos sentimientos.

Cuando ella finalmente dejó de pestañaer, es decir, sacudir tan largas y espesas pestañas, sus pupilas buscaban con ansia un poco de luz; estaban dilatadas y era como ver una laguna bordeando un hoyo negro en el incomprendible universo.

Sus ojos al final se encontraron. Los de ella estaban somnolientos, vacíos y un poco hinchados, pero los de él... Los amielados ojos de Eden brillaban por una razón, y es que por fin, después de tanto tiempo, había en ellos un dejo de esperanza. Algo que ella siempre había tenido y a él le había faltado.

–Pareces un maldito acosador enfermo. ¿Cúanto tiempo llevas observándome dormir?

–Relativamente poco como para que ya me consideres un acosador.

Ella se giró, quedando boca arriba y torciendo un poco el cuello. Guardaron un largo silencio y Kyle no supo si fue por naturaleza o porque simplemente se rehusaban a ser el primero en decir algo.

Él cedió.

–Ayer estuve un rato con Russell. Descubrí que tiene una sobrina.

–Mira, qué bien.

Forgive-him-notDonde viven las historias. Descúbrelo ahora