Cuando Gaelle se decidió a subir a cubierta para confirmar que el problema no se había salido de las manos del capitán encontró que todo estaba más pacífico de lo que se había imaginado.
Cuando pasaba por un estrecho pasillo escuchó a dos hombres que caminaban frente a ella decir que la pelea había sido corta, pero bastante buena. Según tenía entendido no había durado más de siete minutos y, efectivamente, había ganado Eden. Había derrumbado fácilmente a Billy y cuando los marines se dieron cuenta de que Kyle iba en serio con lo de matarlo, no tuvieron más opción que meterse para separarlos, pero Kyle terminó peleando con otros dos hombres.
Al llegar al centro de la cubierta giró en varias direcciones y buscó varias veces a Billy o a Kyle, pero en su búsqueda fue fácil percibir las muchas y grandes manchas de sangre que descansaban dentro y fuera de una figura que posiblemente solía ser un cuadrilátero hecho con cuerda, pero que ahora estaba bastante maltrecho y moteado con gotas de espesa sangre rojiza.
Caminó poco más hasta que vio a Kyle: con un cigarro entre los labios (de cuya comisura derecha chorreaba sangre), la camisa bastante sucia y manchada de sangre, una manga hecha jirones, el cabello despeinado y un gran golpe en la mejilla izquierda el cual prometía tranformarse más pronto que tarde en un hematoma. Pero lo importante de todo eso era que estaba jugando muy tranquilo al póker en una mesa circular con tros cinco hombres.
De pronto uno de ellos gritó una obsenidad antes de que sus compañeros lo imitaran y después se encorvaran más. Kyle limpió la mesa y guardó en su bolsillo trasero toda una cajetila de cigarros.
Gaelle permanecía ahí descalza con una cara anonadada. No se había movido ni cuando miró que Kyle se dirigía hacia donde ella estaba y la tomaba por la mano al mismo tiempo que le susurraba:
–Vámonos, nena.
Al llegar a su camarote lo primero que Kyle hizo fue depejarse de todo y meterse al baño.
Gaelle escuchó desde fuera el agua correr por varios minutos antes de que ésta se detuviera bruscamente y momentos después Kyle saliera del baño con gotas que se adherían a su marcada anatomía.
–Esperaba que estuvieras ahí –le dijo él a ella.
Gaelle podía obervar ahora que él no llevaba camisa que había salido más lastimado de lo que hubiera esperado. Su primer instinto fue querer curarle las heridas, pero al final decidió que eso sería como hacerle saber que se apiadaba de él, y aun si eso fuera cierto ella no quería darle el gusto de saber que, apesar del daño causado, ella seguía queriendo ser una mejor persona.
–Tenía la esperanza de que Billy te matara –mintió. Ese comentario la hizo ganarse una mirada lacónica cargada de sentimiento.
Kyle se recostó con la mirada fija en el grisáceo techo, rogando por que Gaelle pusiera sus delicadas manos sobre su cuerpo para así recuperarse más rápido. Lo que escuchó, en cambio, fue el sonido de la avejentada cama de Gaelle al ser sometida ante su peso. Y se dispuso a dormir.
Abrió los ojos cuando escuchó un gemido. Eran aproximadamente las cuatro de la mañana y en la quietud de la madrugada un sonido gutural y lastimoso era emitido por los labios cerrados de Gaelle.
Se talló los ojos con sus puños antes de enfocar su vista al otro lado de la pequeña habitación, donde el amor de su vida era víctima (nuevamente) de una pesadilla.
Lo que quería hacer Kyle era despertarla, pero una vocecilla en el fuero interno de su conciencia le ordenó que no lo hiciera. No obstante lo que sí hizo fue meterse en la cama de ella y abrazarla desde atrás.
Los quejidos de Gaelle aumentaron y cada vez se movía más y más violentamente, pero no parecía querer despertar.
Kyle la apretó más fuerte, envolviéndola así más en su abrazo.
La respiración de ella sonaba demasiado agitada, peor que si hubiera corrido un maratón sin agua.
Entonces Kyle pegó su mejilla a la de ella y comenzó a hacer algo que jamás antes había hecho; le dijo cosas bonitas al oído, le dijo porqué ella merecía ser feliz, le dijo que él podía hacerla feliz, le dijo lo que lo había enamorado de ella, le explicó porqué necesitaba que ella fuera la mujer de su vida... Le dijo todo lo que ella había querido oír en un entonces.
–¿Sabes por qué te amo? Me quisiste aun cuando Dios no quería saber nada de mí. Porque eres buena. Eres la bondad personificada y jamás quiero que eso cambie. –Tomó aliento antes de continuar–. Te dañé, pero espero que algún día me perdones porque en serio quiero que te quedes conmigo para siempre. Tu belleza es inigualable; tus azulados ojos me perdieron desde el primer momento en el que los vi, tu cabello es perfecto inlcuso de la manera que lo traes ahora, tus rosados y suaves labios me torturan cada vez que se abren para reprocharme algo y no para besarme. Tenía tanto coraje dentro de mí... Y llegaste tú e hiciste que lo sacara para que quedara vacío y así tú pudieras llenarme de tu amor. No te diste por vencida jamás, incluso cuando te humillé. Todas y cada una de tus cicatrices te hace hermosa porque enseña lo que tuviste que pasar para estar aquí, en este momento, conmigo. Tu felicidad es algo por lo que me dedicaré a alcanzar aunque me lleve la vida entera en ello porque tú mereces ser feliz. Haz dado muchísimo de ti como para que no se te sea reconocido. Yo sé que si me aceptas de regreso tendremos infindad de problemas, pero te juro que resolveremos cada uno de ellos y que nuestros hijos tendrán una familia feliz, pero para eso necesito que aceptes casarte conmigo. Juro que te respetaré y dejaré cualquier vicio que me perjudique... Cualquier vicio menos tú, porque eres mi delicioso vicio. Mi favorito. Pequeña Gaelle. Mi pequeña Gaelle.
De los ojos de ella comenzaron a salir saladas lágrimas que iban a parar a la almohada, la cual ahogaba parte de los lastimosos gemidos y sollozos de la chica.
Era como si el monstruo de toda tu infancia saliera debajo de la cama y te arrullara con tiernas palabras. ¿Debía ella creerle?
Cuando el alba asomó por el horizonte fue cuando Gaelle comenzó a despertar. Se sentía algo abrumada y con bochorno, pero no llegaba éste a ser molesto, sino más bien reconfortante. Su sorpresa acrecentó al momento en que quiso girar pero un cuerpo pesado detrás de ella se lo impedía. Fue esa razón suficiente para que su estado de somnolencia se apartara pronto y abriera paso a un dilema que recientemente había adquirido espacio en la caótica mente de Gaelle.
Opción a: podía hacerse la ofendida y reforzar su odio contra el imbécil ese, levantándose repentinamente y haciéndolo caer del pequeño catre.
Opción b: quedarse un poco más disfrutando de ese lugar en el que tanto anhelaba estar.Gaelle era ahora orgullosa, mas no estúpida. Por ello mismo lo que hizo fue darse media vuelta y acurrucarse en el pecho de Eden. Lo envolvió con sus brazos, lo apretó muy fuerte porque el abominable y terrorífico ser que ella misma había creado le susurraba que si no lo sujetaba fuerte se volvería a ir.
Entonces las lágrimas comenzaron a correr.
Sus sentimientos bien podrían ser tachados de contradictorios o hipócritas y yo no culparía a nadie por creerlo así. Lo que, como narradora, estoy tratando de hacer es que el lector comprenda o sienta aunque sea un poquito de lo que sentía esa chica que en esos momentos se aferraba a la única cosa en la vida que realmente había querido. Incluso llegaba a dar lástima la pobre chica porque parecía como si le urgiera sentir amor; su desperación se palpaba con facilidad.
Nadie que alguna vez se haya enamorado enfermamente podrá decir que lo escrito aquí es mentira.
Era miedo. Miedo en estado puro.
Comienzas a amar tanto a alguien que te da miedo cuán grande puede ser el sufrimiento en caso de que no sepan manejar el amor que das. Y el miedo abre paso al odio.
Lo entregas todo... ¡Absolutamente todo! Te quedas vacía y no sientes nada. Tan vacía que da vértigo el mirarte.
Te ausentas de la vida real para enfrascarte en recuerdos que ya no llegan ni a lastimarte. Lo único que queda en ti es la continua necesidad de dañar algo. A alguien.Kyle, atrapado en una abrumadora nube que vagaba de la realidad a la fantasía, comenzó a acariciar el corto cabello de Gaelle. No fue hasta que la sintió sacudirse cuando terminó de despertarse. Buscó su mirada, pero ella insistía en quedarse en el pecho de él, sollozando.
–No te sientas mal por quererme –le susurró Kyle.
Gaelle enmudeció y, por unos momentos, se quedó completamente quieta.
–No caeré otra vez, Eden.
–Cariño, ya lo has hecho.
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Forgive-him-not
RandomEra increíble el vértigo que se sentía cada vez que surcabas los cielos. Como si fueras inmortal. La sensación de que no importaba cuán alto volaras porque ahí abajo habría alguien que te atraparía. Pero todo lo que sube tiene que bajar, y es ahí...