Capítulo tres

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Por más que Anne la había arropado y cobijado hasta la barbilla como una niña pequeña, no podía dormir. ¿Qué sería de su vida ahora? Digo, no podía quedarse para siempre en la casa de esa agradable mujer. No se arrepentía haber escapado del manicomio, ya que si hubiera permitido lo que sea que tenían planeado hacer con ella ya estaría muerta.

Miró hacia el reloj de la famosa gata sin boca y con un moño rosado para percatarse de que eran las cuatro cincuenta de la mañana.

«Perfecto. Han pasado las horas y no has conseguido cerrar los ojos. Bien Gaelle, bien», no paraba de reprocharse y fue precisamente eso lo que la adormeció, hasta que tuvo que despertar a causa de unos cuantos rayos de sol que traspasaban las espesas nubes y se colaban por la ventana baja. Nuevamente miró el reloj, que ahora marcaba las siete en punto. Había dormido quizás dos horas.

––Toma asiento, en un minuto está el desayuno... Ah, y haz el favor de colocarte esos tenis que encontré para ti... Y ese abrigo. No quiero que te dé hipotermia.

Se sentó en la pequeña mesa para cuatro, colocando en sus pies los tenis tal y como lo había dicho Anne para después ponerse el abrigo.

La buena samaritana puso ante ella un plato con huevos revueltos y salchichas junto con una taza de chocolate, además de que puso de centro de mesa una canasta más pequeña con panecillos.

–– ¿Qué tal tu noche? ¿Dormiste bien? ––Gaelle asintió aunque no fuera cierto.

Se dedicó a dar pequeños bocados a la comida, hasta que Anne se puso de pie y fue a encender el televisor justo en el noticiero––. Espero que esos tenis te queden bien, también eran de mi hija.

Gaelle se puso rígida al ver el noticiero. En cualquier momento podrían anunciarla, y la última cosa que tenía planeada hacer era asesinar a Anne si el caso lo ameritara, que sería si ella llamara a la policía.

––Noto que el abrigo te queda un poco grande, ¿no es así?

––Sí, Anne, pero no te preocupes.

–– ¿Sabes? No quiero ser imprudente, pero me interesa saber cuáles fueron tus causas para huir de tu hogar. ¿Tratabas de huir con tu enamorado?

––No Anne, yo no... no tengo un enamorado. ––Dijo, atragantándose con sus mismas palabras.

––No sé si lo hayas notado, pero tienes un cierto parecido a mi querida Sarah ––y tal vez esa fue la razón por la que se apiado de ti, se dijo a sí misma–– y me interesa saber cuáles fueron los motivos, en caso de que pueda ayudarte, tan solo confía en... ––Fue interrumpida por el mismo noticiero.

Ahí estaba. La noticia. "Una psicópata en mal estado mental huyó del hospital psiquiátrico". ¿Ahora que hacía? Porque tal vez Anne pueda ser un poco cegatóna, pero además de la gran imagen que habían mostrado de su rostro, estaba segura de que Anne tenía buen oído. Hasta su nombre televisaron.

Apretó la mandíbula, deteniendo todo movimiento procedente de su cuerpo.

Anne, se giró lentamente y todo color se había marchado de su rostro.

––Gracias Anne. En verdad, en verdad ––recalcó–– te agradezco las atenciones que tuviste. Nadie había sido bueno conmigo desde... En fin ––Limpió sus manos con la servilleta y se puso de pie para luego arrodillarse ante ella––, no quiero ocasionarte problemas.

Y con esas palabras, brindó un beso a la mejilla de la señora, se puso de pie y salió de ahí.

Con sueño, con hambre y la anestesia, a pesar de que ya había pasado el tiempo, parecía estar actuando de manera mayor en ella ahora.

Forgive-him-notDonde viven las historias. Descúbrelo ahora