La mañana del día diez era fría... Si es que era la mañana. El único que poseía un reloj era Kyle, y él yacía dormido a los pies de Gaelle, con los brazos debajo de su cabeza como si fueran una almohada.
Gaelle abrió los ojos, despertando del sueño. No hacía más que preguntarse qué diablos estaban haciendo con su vida, y decía "estaban" porque con ella todos hacían y deshacían a su gusto, dejándola a ella como la última persona con derecho sobre su propia vida.
En el principio de su historia, cuando apenas iba entrar ella a la escuela, su padre decidió que no iría a la escuela, sino que recibiría clases particulares en casa. Cuando era ella una adolescente, fue enviada a estudiar los grados superiores en un colegio, en el cual conoció a Kyle. Eso había sido como amansar a un león en casa para después echarlo a la selva.
En esta etapa de su vida, Gaelle comprendió que la razón por la que su catedrático padre mantuvo a sus tres hijos los grados básicos encerrados en casa, recibiendo clases particulares, había sido porque el muy listo sabía que era más fácil pillar a niños dañados emocional y físicamente cuando eran infantes y podían sacarles fácilmente la información; es decir, era más fácil que los niños hablaran sobre lo que su padre le hacía a su madre... y a ella.
Después, cuando Gaelle se fue relacionando con Kyle, fue él quien comenzó a decirle qué hacer y qué no hacer. Luego se enamoraron, los padres de Gaelle se enteraron y le dijeron, de la misma manera, qué hacer. Era triste recordar que la primera vez que ella tomó una decisión por sí misma había encontrado a Kyle prácticamente muerto.
Incluso la petición de matrimonio que le había hecho él era más una orden que una pregunta.
Para acabar, su padre también fue el que decidió su destino y ahora que buscaba librarse de ese destino precisamente, llegaba Kyle y le llevaba a un lugar al que realmente no quería ir.
¿Qué clase de vida era esa?
Antes de que los pensamientos de Gaelle continuaran el rumbo que llevaban, ella se sobresaltó al ver algo que se movía en una esquina. Era una mancha negra que tenía forma humana.
Entonces la sangre se le heló.
«Ella» la había seguido.
Se estaba retorciendo en el suelo, pegándose contra un rincón y rasguñando sus propias piernas.
«Ella» era su demencia, su odio y su lado más oscuro. Al principio era sólo una silueta que Gaelle creía ver, pero no estaba segura. Poco a poco y con cada maltrato que recibía dentro del hospital, la silueta fue ennegreciéndose hasta llegar a ser un color negro que no pertenecía a este mundo. Era más negro que un abismo o un túnel que llevaba al infierno.
Toda la sangre se drenó del rostro de Gaelle hasta dejarla completamente pálida. Tenía miedo... Pánico, más bien. No la había vuelto a ver desde hace mucho, ni siquiera cuando asesinó a todos esos doctores. La última vez que la había visto había sido la madrugada en la que apareció en el rincón de su habitación de hospital y le ordenó que saliera de ahí a como diera lugar. «Ella» le dijo que matara a Sophie, su compañera de habitación. «Ella» siempre aparecía por los rincones. Ese día, cuando los susurros despertaron a Gaelle, la vio sobre de ella, son su maníaca boca que imploraba por sangre, por crueldad. Gaelle recordaba haber cortado el cuello de Sophie con un trozo de aluminio, el cual solía ser la tapa de un atún enlatado que había conseguido rescatar de la basura.
Sophie había alcanzado a abrir los ojos y por un momento, Gaelle juró que Sophie también la pudo ver a «ella». Una vez que Sophie comenzó a desangrarse, la tiró al suelo y empezó a escribir la misma frase una y otra vez en las paredes.
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Forgive-him-not
RandomEra increíble el vértigo que se sentía cada vez que surcabas los cielos. Como si fueras inmortal. La sensación de que no importaba cuán alto volaras porque ahí abajo habría alguien que te atraparía. Pero todo lo que sube tiene que bajar, y es ahí...