Capítulo catorce

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¿Que si de algo estaban huyendo? Maldita sea, todo les rehuía a ellos.

Era como si hubieran estado en el planeta de El Principito, tan pequeño que ambos podían estar de un lado mientras lo que ellos anhelaban y odiaban estaba del otro lado. Entonces, cuando caminaban juntos, hacían que el mundo girara y sus sueños, pesadillas, esperanzas, amenazas, el amor, el odio... Todo eso avanzaba en sentido contrario a ellos, de tal manera que les rehuían a la vez que los querían alcanzar.

¿Lo entiendes?

La cena había terminado hacía una hora y, a decir verdad, había sido muy incómodo.

––¿Crees que se dé cuenta? –Preguntó ella a nadie en específico.

––¿De qué? ¿De que yo estoy muerto y tú te has escapado del manicomio? Sí, lo hará tarde o temprano.

Gaelle jugaba con los hilos de su cobertor y pensaba una y otra vez en cómo salir de esa.

––¿Tienes miedo, Paige?

Ella se cubrió aún más y hundió su cabeza en la almohada. No tenía miedo, la verdad, pero no le quería responder eso a él.

–No deberías. Esta vez, yo me quedo contigo –fue lo último que escuchó antes de quedarse dormida.

Esa noche, Gaelle soñó con la preparatoria. Soñó con las veces que la maltrataron. Al final del sueño ella los había matado a todos.

Los días habían pasado muy rápido. Gaelle había encontrado que Rangel, cuyo nombre era Billy, resultó ser una persona realmente agradable. Varias noches salió con él a recorrer diferentes tramos de la embarcación y siempre ella terminaba arrojando al aire varias risotadas.

Esa noche no era la excepción.

––¡Para! ––Le pidió a Billy entre risas. No paraba de carcajearse por una broma de marinos que él le acababa de explicar.

El chico tenía las mejillas bastante carnosas y los ojos lo bastante cafés para infringir confianza.

–Y eso que no te he contado la de la sirena. –Él estaba apoyado en la reja que evitaba a los marinos caer al mar. Gaelle incluida; ella estaba recargada en el mismo lugar pero de espaldas, vistiendo una larga bata que habían encontrado ese mismo día entre todas las pertenencias que había dejado la hermana de Russell en el barco. Resultaba que, además de ser muy cómodo, era hermoso. Con el corte de cabello que ella llevaba bien podía ser confundida con Wendy, la chica de Peter Pan.

–Ahórratela. Apuesto a que esta niña te está dejando sin tus preciadas bromas.

Un silencio se estableció entre ambos, pero no uno incómodo, sino uno del tipo en los que las personas que participan se quedan ensimismadas.

–Lauren, ¿te puedo preguntar algo? –Billy miró hacia las profundidades del mar y arrojó un escupitajo.

Ella dudó un momento.
–Lanza tu pregunta y yo decidiré si la contesto.

Una pausa antes de que él preguntara:

–¿Qué es lo que tienes con Kyle?

Ella ladeó la cabeza y dirigió su mirada hacia el horizonte. ¿Qué tenía con él? Nada. ¿Qué sentía por él? Odio. Odio puro.

Decidió que si había alguien en el que pudiera depositar al menos un poco de confianza ese seguro era Billy.

–Nosotros... Éramos buenos amigos.

––¿Y qué sucedió?

Gaelle soltó una risa amarga y capturó su labio inferior con sus dientes.

Forgive-him-notDonde viven las historias. Descúbrelo ahora