La esperanza

La niñera

 Bill y Charlie hicieron aparición en los límites de lo que antes llamaban hogar y que después de la guerra se había convertido en un montón de escombros. La segunda guerra mágica había llegado a su fin, saliendo victoriosos, aunque la victoria tenía un sabor agridulce, ya que las bajas habían sido muchas. La familia Weasley había sido una de las pocas, si no la única, que había llegado al final sin lamentar pérdidas y se sentían agradecidos por ello, tanto que habían casi adoptado a cuatro huérfanos de la guerra que vivían con ellos mientras se reanudaban las actividades en el mundo mágico.-

-Madre- dijo Charlie entrando a la casa, una mujer mayor con abundante cabello rojo y rizado salió de la cocina limpiándose las manos con el delantal.-

-Por Merlín, mis hijos- dijo abalanzándose sobre los muchachos, Charlie de rizos rojos y ojos azules, alto y corpulento rodea con sus brazos a su madre, mientras Bill, pelirrojo también pero con cabello lacio y más corto de lo habitual espera su turno con paciencia- ¿Por qué no avisaron que vendrían?- preguntó la mujer girándose a Bill para darle un abrazo de bienvenida.-

-Queríamos darte una sorpresa- dijo el mayor de los hermanos, Molly lo miró con detenimiento y pudo ver como dos cicatrices surcaban la mejilla de su hijo, un hombre lobo lo había arañado en una batalla previa a la batalla final, no era un hombre lobo completo, pero tenía varios rasgos, como el olfato, oído y visión agudizados, para sus ojos de madre, seguía siendo hermoso.-

-Vaya que lo hicieron- dijo la mujer volviendo a abrazarlos.-

-¿Y los demás?- preguntó Charlie mirando sobre la mata de cabellos de su madre.-

-Están en el patio, viendo como son disciplinados tus hermanos- dijo guiándolos hasta la puerta que daba el patio- Hermione también esta ahí- dijo con una sonrisa cómplice que fue correspondida por su segundo hijo.

- Disciplinados ¿eh?- dijo Bill sonriendo ante la posibilidad- ¿Quién podría prestarse para intentar semejante milagro?

-Deberán verlo por ustedes mismos, porque no lo creerán si se los digo- recalcó la señora riendo. El espectáculo afuera era observado por un grupo, en el que se encontraban Hermione y su hermana Alana y Ginny, la pequeña de los Weasley, mas allá se podía ver a una joven delgada de piernas largas enfundadas en jeans que corría, varita en mano, enfrentando a los gemelos Fred y George, el lustroso cabello negro y lacio golpeaba las caderas de la chica mientras corría alrededor de un árbol.

-¡Inmobilus! ¡Inmobilus!- gritó la jovencita apuntando con sorprendente velocidad a cada gemelo, ellos la miraron sin poder defenderse, por la rapidez de los hechizos- ¿Ya se rinden?- preguntó sin notar que la audiencia había aumentado.-

-Nunca- dijo uno de los gemelos con varita en mano.

-Quo ligatus erumpere- dijo ella apuntando hacia ellos y ambos jóvenes fueron atados mágicamente a un árbol- Accio varitas- volvió a gritar y ambas varitas volaron hasta su pequeña mano- ¿Ahora se rinden?- la chica seguía dando la espalda a la gente que los observaba, eran tres cuando todo empezó.-

-No- dijo George con testarudez- ¡Alana!- gritó

-Esta loco si piensa que voy a meterme en eso- dijo la hermana menor de Hermione- Sophie es tremendamente buena en duelos.

-No se llega a ser heroína de guerra de otra manera- dijo Molly haciendo notar su presencia, las tres chicas voltearon a ver a los nuevos integrantes del grupo.-

-Charlie- dijo Hermione con alegría antes de lanzarse a sus brazos.-

-Yo también vine- se quejó Bill haciendo un puchero, mientras la risa contenida hacía brillar sus ojos azules, le gustaba que su hermano Charlie al fin se atreviera a demostrar sus sentimientos hacia cierta castaña que lo traía enamorado desde hacía años, la guerra tenía esas cosas, todos habían notado que la vida se podía acabar de un momento a otro, no había tiempo que perder.-