Fleur Delacour

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 El rompedor de maldiciones de Gringotts había ido a trabajar con una sonrisa por primera vez desde que había sido atacado por un hombre lobo mas de un año atrás, además de eso prácticamente había recuperado la buena presencia personal gracias al prodigioso uso de una magia muy, muy antigua, todo cortesía de una pequeña bruja que lo había enamorado sin siquiera proponérselo. Estaba seguro de que si los duendes se enteraban de que el cambio de humor del hechicero se debía a una joven bruja de dieciocho años, dueña de unos ojos absolutamente hipnotizantes y de un carácter de los mil demonios, ellos mismos le abrirían una bóveda a modo de agradecimiento. La secretaria de Bill también estaba feliz con ese cambio, ese día no había habido queja sobre si el café estaba muy caliente o muy frió, no había habido portazos ni gritos, en fin, el joven jefe se veía feliz y eso le gustaba a todos los que se cruzaban con él a diario.-

-Lucy- dijo Bill casi cerca del mediodía mientras llegaba de los túneles subterráneos con uno de los duendes- Notifica a los dueños de esta bóveda- le entregó un documento con el número de bóveda y la descripción del trabajo que había tenido que bajar a hacer -que si vuelven a lanzar algún tipo de hechizo cerradura sobre su cámara abovedada el banco tomará medidas sobre ellos y recuérdales por favor que Gringotts es el lugar más seguro y que solo pueden entrar con una llave.-

-Enviare la lechuza ahora mismo- dijo ella tomando un pergamino y una pluma.-

-Terminaré unos pendientes antes de irme a almorzar- dijo él pasando al lado del escritorio de la mujer- por favor has lo mismo.

-Lo haré señor, gracias- dijo ella sorprendida.-

-¿Bill?- la voz femenina a espaldas de Bill estuvo a punto de acabar con su buen humor, el hombre se giró para ver a la dueña de esa voz y endureció la mirada.-

-Fleur- dijo él con tono grave- ¿Qué haces aquí?

-Me enviaron del banco francés, consideraron que mi entrenamiento había quedado sin terminar.-

-¿Cuánto tiempo estarás por aquí?

-Un año- dijo ella sin inmutarse por el tono que él estaba empleando con ella- Te ves muy bien Bill. Casi como estabas la primera vez que te ví.-

-Casi, Fleur- respondió él con tono agrio- en el fondo sigo siendo un monstruo.-

-No hables así, Bill- pidió ella avanzando unos pasos hacia él- déjame invitarte a almorzar para que hablemos.-

-Me esperan a almorzar- dijo él sin inmutarse, se había pasado la mañana extrañando a su bruja de ojos verdes, de ninguna manera iba a perderse la oportunidad de verla.-

-¿Estas saliendo con alguien?- preguntó ella cruzando los brazos sobre el pecho y mirándolo con reproche.-

-Eso no te incumbe Fleur- dijo Bill- confórmate con saber que no tengo espacio en mi agenda para ti.- dicho esto giró sobre sus talones y entro a su oficina para dedicarse de lleno al trabajo administrativo que tenía acumulado sobre su escritorio. Llegado el mediodía dejó todo hasta donde había llegado y se dirigió a la red flu, solamente pensando en como iba a reaccionar cuando estuviera frente a Sophie. La noche anterior solo se habían besado, Bill sonrió al recordar la forma inocente en la que ella había respondido a su beso antes de suspirar y dejarse llevar por sus instintos rodeando su cuello con los brazos, al separarse ella solo sonrió y corrió escaleras arriba, esa cosa que iba a terminarse cuando hablaran, aclararan los puntos y empezaran una relación formal, porque eso de escaparse de sus brazos era algo que terminaría resultando frustrante.

-A La Madriguera- dijo lanzando los polvos flu, tan ensimismado estaba en sus pensamientos que no notó un par de ojos celestes que lo acompañaron durante todo el trayecto.  

La esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora