Capítulo 20

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Ángela Brown.

La cita es todo un desastre, primero paso por mi tarde 45 minutos.

<<Odio la impuntualidad>>.

El sitio a donde me trajo no está nada mal, es caro y elegante. Se nota que me quiere impresionar. Para su desgracia ya lo conocía, Marcus me había traído 4 o 5 veces.

Sé que algo mal compararlos, pero después cuando quise pedir pescado y él le dijo al mesero "Mejor tráigale un corte término medio", a legando que no iba con lo que habíamos pedido de tomar sin siquiera consultármelo, pensé << Marcus me dejaba escoger lo que yo quisiera, aunque el vino no combinara o simplemente pedía un vino aparte para mi>>.

Después se la paso hablando una hora sin parar de su extensa colección de yates y de sus viajes a Europa.

"¿Has ido a Milán?"

"Si mi amiga y yo pasamos unos días haya hace dos veranos..."

"Mi familia tiene una casa haya, cuando quieras podemos ir a pasar un fin de semana, yo estuve casi todo el verano en Italia..."

Blah, blah, blah, en eso se fue toda la velada, él hablando sin esperar que yo le contestara y yo comiendo mi carne que estaba demasiado cruda para mi gusto.

Ahora estamos en su costoso auto para que me lleve a mi departamento.

— Me la pasase muy bien contigo Ángela, siempre pensé que eras alguien encantadora— salimos del centro de la ciudad para irnos a los suburbios y de ahí a la universidad.  

Le sonrió lo mejor que puedo sin parecer forzada.

—Me gustaría volver a salir contigo, tal vez a otro sitio más acogedor — dice el tipo mientras pone una mano en mi pierna descubierta.

<<Que asco de sujeto.>> Quito su mano disimuladamente.

— Eso sería genial, pero voy a empezar a trabajar con el decano de la universidad, más las clases, no voy a tener tiempo, pero en cuanto tengo un espacio en mi calendario te aviso— le sonrió de la manera más hipócrita que puedo. Como me dan ganas de todavía tener ese cuchillo para la carne que pidió por mí y clavárselo.

De pronto pasamos por esa calle, su calle. Y sin pensarlo le pido a mi cita que se detenga.

— Podrías dejarme en esa casa que está allá— señalo la vivienda con la puerta roja a unos metros de nosotros— tengo que recoger unas cosas y aprovechando que ya estoy aquí...

—Claro muñeca — contesta el tipo deteniendo el auto y yo salgo disparada antes que se le ocurra besarme o insistir en volver a salir.

Subo los pequeños escalones de la entrada del porche y hago como que toco el timbre. Me giro para despedirme con la mano de mi encantador acompañante (nótese el sarcasmo).

Entre besos y engaños.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora