Capítulo 44- Natalia García: realidad

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Natalia García

Mi corazón late deprisa adentro de mi pecho cuando recuerdo nuestro momento caliente en la mesa de billar.

La forma en que me agarró, la manera que me besó, sus mordidas en mi piel,

Hace tanto que no tengo relaciones con alguien, tal vez por eso me deje llevar.

«Y que Alessandro sea todo un bombón italiano no tiene nada que ver, así ajá» dice sarcásticamente una voz burlona en mi cabeza.

«Es mi amigo, no un pedazo de carne» razono ignorando a la otra voz.

«Pedazo de carne es el que querías sentir entre las piernas»

Okay, suficiente.

Me levanto de la cama en vez de seguir pensando tonterías.

Michelle no está en la habitación algo que antes lo hubiera dejado pasar y ahora me molesta.

Sé quedó con ganas y de seguro sé está desquitando con ella.

«Natalia eso no es de tu incumbencia. »
Solo fue un momento de lástima y llevo a algo más físico. Él es Aries, impulsivo y ardiente y valla que se es puro fuego.

Con cuidado salgo de mi cuarto, no quiero despertar a los demás. Todos están dormidos o en modo romance.

Y yo, como una vieja solterona loca, con una pijamada de pantalón ancho y una playera de ositos cariñosos y claro un nido de pájaros en vez de cabello.

Veo luz en la habitación de los chicos, todo está en calma y no se escucha ruido de ningún tipo. No me atrevo a tocar, tal vez están jugando un juego de mesa.

Bajo a la cocina iluminando las escaleras con la luz de mi celular, es entonces cuando los escucho.
Gemidos.
Vienen del sótano.

Mi mente hace clic. Ya entendí por qué Ángela puso a mi hermano abajo con Pamela.

La luz de la luna atraviesa los ventanales iluminando toda la sala y de la cocina.

Me preparo un té para dormir. Sigo escuchando cosas, pero lo ignoro, no es de mi incumbencia lo que estén haciendo.

Al menos alguien está disfrutando las vacaciones de día y de noche.

Intento distraerme con otras cosas, como por ejemplo que a todos les gusto el pastel aunque estuviera un poco quemado y por suerte no me preguntaron el por qué. Tengo la mesa de billar a unos metros y me acerco a tocar el borde donde hace poco estuve sentada.

Siento que por unos minutos una clase de portal me hubiera llevado a otra realidad donde un hombre como Alessandro se fijó en mí. Y ahora estoy de vuelta en mi universo donde él sigue siendo el mismo ser distante e incomprendido y yo soy solo yo.

«Universo, no me estés jugando estas bromitas que luego me las ando creyendo.»

Más ruidos y quejidos.

Estos si le dan vuelo a la hilacha, como dice mi abuelita.

Vuelvo a escuchar y me doy cuenta de que no es Pamela a la que escucho, es otra persona.

Bajo las escaleras rumbo al sótano pasó a paso y el ruido es más intenso. Hay música de fondo, escucho risas y jadeos.

Esta es la parte en las películas de terror donde todos le gritan a la chica "no bajes al sótano".

Pero mi lado curioso gana y llego la planta baja. Alumbró con la luz de mi celular la alberca de que está a mi izquierda, frente a mí están las regaderas y caminadores, y por último a mi derecha el cuarto.

Entre besos y engaños. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora