Mi corazón no puede evitar dispararse en cuanto me percato de su sorpresiva presencia. La sangre me bombea por todo el cuerpo como una especie de adrenalina que poco a poco me regresa a la realidad.
Lo miro estupefacta, contengo la respiración y me estremezco.
Estoy quieta en un escenario lleno de luces centradas en mí, con mis manos a cada lado de las caderas y con mis ojos grises puestos en él, solo en él.
La música ha empezado y yo no soy capaz de moverme.
El público comienza a murmurar.
Los oigo, lo presiento, sé que lo hacen.
Never Tear Us Apart suena de fondo.
Doy un paso atrás cuando veo que el señor Voelklein se levanta de su asiento y empieza a caminar hacia aquí con paso firme, seguro de sí mismo. Viste una camisa negra ajustada al cuerpo con los dos primeros botones desabrochados, un cinturón con hebilla brillante rodea su cintura y unos pantalones de jeans oscuros apresan sus piernas.
¿Qué hace? ¿Por qué viene hacia mí? ¿Por qué envidio aquella seguridad suya con cada paso que da?
Se me corta la respiración. Los ojos le brillan con una intención que no comprendo. Doy un respingo cuando un guardaespaldas se acerca a él, coloca una mano en su pecho y detiene su paso. Nadie tiene permitido acercarse más de un metro del escenario. Es una ley establecida para que ningún imbécil tenga el descaro de tocar a las bailarinas, una ley que han tomado en cuenta recién la semana pasada.
La impuse yo.
-¡Él sí puede sentarse frente al escenario! -le anuncio al guardaespaldas, que me mira con el entrecejo fruncido.
-¿Qué? ¡Hay una ley que prohíbe eso, Ángel! -me regaña el grandulón, tenso.
-Yo soy la ley -replico.
Contemplo a Matt, que está callado mientras observa la situación con una frialdad que es propia de él.
El guardaespaldas sabe a lo que me refiero. Después de analizarlo unos segundos, suelta el aliento y se aleja del señor Voelklein, no sin antes acercarle una mesa y una silla para que tome su lugar privilegiado, un lugar que yo le permito tener. No nos sacamos los ojos de encima, me resulta imposible hacerlo.
Matt Voelklein toma asiento con elegancia, se inclina sobre la mesa sin expresión alguna y apoya su mentón en sus manos entrelazadas sin decir nada.
Entrecierra los ojos y asiente.
Es mi señal para iniciar mi baile.
Con una señal en dirección al que maneja la música del sitio, le pido que ponga de nuevo la canción de mi performance. Camino en dirección al tubo y levanto mi barbilla. Me sé el número de memoria, lo he practicado miles de veces y lo he presentado más de una vez.
¿Acaso Matt Voelklein es el motivo de mis nervios? ¿Aquel nerviosismo que me tensa los músculos y provoca una inseguridad que jamás he presentado?
La música comienza. Me dejo envolver por ella y me dejo acariciar sin problema.
Agarro el caño con una mano lo más arriba posible y doy dos pasos hacia el frente sin apartar la vista de los ojos grises del intimidante e inquietante Matt Voelklein. Me enrollo en la barra con ambas manos y doy un giro en ella hasta terminar de rodillas en el suelo. Hago el perfecto movimiento llamado un engancho de espalda. Él se ha llevado el puño que se ha formado con sus manos entrelazadas a los labios. Me siento con un movimiento delicado y suave, paso mis palmas por las piernas, desde el tobillo hasta mi trasero, subo con rapidez y me estabilizo con las puntas de mis pies. Echo mi cabello hacia atrás y hago un movimiento rápido; apoyo mi cadera contra el caño, el cual sostengo con el brazo a la altura de mi axila, y lo tomo con mi mano con fuerza. Con la otra mano libre sujeto por encima de esta y pateo con la pierna interna sin dejar de hacer puntas de pie. Doy dos giros con las piernas abiertas y no dejo de echar la cabeza hacia atrás, dejándome llevar. Disfruto de esa canción que solo yo sé bailar.
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El clímax de un millonario (Libro 2 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)
Teen FictionAmy Steele es una empleada del café Blue Moon, ubicado en California. Pero, por las noches, se dedica a escribir relatos eróticos que dejan ver sus oscuras y atrevidas fantasías. Ella desea convertirse en una gran escritora y vivir de sus libros en...