CAPÍTULO 26.
Tom estaba en lo cierto. A las cinco de la mañana, una horda de individuos robustos, tanto hombres como mujeres con una impresionante constitución física, empezaron a llegar, sin la menor vacilación, a la residencia Voelklein. Invadían la propiedad como si estuvieran reclamando algo que les pertenecía, mostrando una opulencia y desfachatez que incluso los llevaba a tocar los cuadros de incalculable valor pertenecientes a la familia.
La ama de llaves se esforzaba por atender a todos, pero la avalancha de visitantes era abrumadora. Mientras tanto, yo me encontraba atrincherada en mi habitación, al borde de sufrir un ataque de pánico ante la inesperada invasión.
—¡La ven como un maldito pedazo de carne, Persefone! ¿Por qué no nos advertiste sobre este tipo de ritual estúpido? —Matt Voelklein la confronta mientras ella permanece apoyada en la puerta, sin mostrar ninguna expresión.
—Esto no se avisa, ahí radica la tradición —se encoge de hombros—. Solo recházalos, querida, y ya está. Pero al año siguiente, si no tienes pareja, regresarán.
—¿Cómo es posible que no se avise si Tom lo sabía? —le pregunto, confundida.
—Solo los mejores postulantes son notificados —aclara Perséfone y mira a Tom, quien finge estar distraído con el móvil como si no le importara—. Por cierto, tú deberías estar con el resto de los postulantes en la planta baja.
—¿Para qué molestarme? Si ella ya me ha escogido —bromea Tom y me lanza un guiño de ojo.
—Pero ¿qué te pasa? —le pregunto, fastidiada.
—A todos los postulantes se les disparan las hormonas cuando una diosa merodea entre ellos —explica Perséfone—. Se les pasará el efecto en tres días.
—¿Cómo que tres días? —pregunta Amy, sentada a mi lado—¿Todos esos hombres y mujeres hormonales estarán en mi casa durante tres días?
Perséfone asiente con la cabeza como si no pudiera hacer nada al respecto.
Convivir con todas estas personas traerá problemas, lo presiento, especialmente considerando que Tom es demasiado posesivo. Por supuesto que jamás lo demostró, pero desde ayer a la noche lo noto bastante alterado con este tema.
Y también muy confiado.
—Lamentablemente, sí —confirma Persefone—. Les deseo lo mejor. Mientras tanto, cuídense, porque a veces las hormonas alteran hasta a los más tranquilos.Sin decir más, Persefone se retira por la puerta de mi habitación, y entra Amelia, quien la mira como si no entendiera por qué está vestida tan elegante. Amelia tiene una toalla alrededor de su cuerpo y otra envolviendo su cabello.
—¿Hicieron una especie de fiesta en la piscina? —nos pregunta, aturdida—. Hay personas en su piscina, en la cocina y creo que varios están husmeando sus cosas. Yo me estaba duchando y se metieron a MI baño dos chicas buscándote, Alex.
—¡Ay, no, mis libros y mis malditas cosas! —Matt sale por la puerta y da un portazo.
—Dios, esto es un desastre —hundo mi rostro en las manos, frustrada.
—Estos tres días pasarán volando, cariño, no te preocupes —Amy me frota la espalda en señal de aliento.
—¿Por qué no hicieron esto contigo o con el resto de las diosas? —le pregunto.
—Porque eres "exótica", eres hija de una diosa del Olimpo y un dios del Inframundo —me dice, apenada—. Esto era lo que Hades quería evitar. Lo siento mucho, Alex.
—"Exótica" es una palabra horrible, Amy.
—A mí me parece que te define muy bien —dice Tom con aire seductor, notando que Amelia lo observa—. Lo siento —se disculpa.
—Oye —Amy dirige la palabra a su hijo—. Si vas a seguir siendo así de insoportable con Alex, te mudas al primer piso, ¿me oíste?
—Escucho —responde Tom, contrariado.
—Oigan, todo este asunto de los dioses y los postulantes me está asustando un poco —admite Amelia, aunque insiste en conservar su sonrisa—. ¿De qué se trata todo esto?
—Creo que sería mejor que vayas a tu casa, Amelia —le pide Amy.
Amelia la mira como si le hubiera arrojado un cubo de agua fría.
—Si les preocupa que haga preguntas sobre el tema, no volveré a preguntar —responde Amelia.
—No es eso, cariño. Es que no creo que te sientas cómoda estos tres días con todas estas personas aquí —le explica Amy.
—No deben preocuparse por mi comodidad —insiste Amelia—. Puedo dormir en la habitación de Tom, y Alex puede dormir con Mattia.
Lo que me faltaba.
—No creo que...
—De verdad, será super sencillo —la interrumpe Amelia—. Apenas notarán mi presencia. Se los aseguro.
Desaparece por la puerta antes de que Amy pueda insistir en que se vaya. No sé qué está buscando y por qué insiste en tener algo con Tom, cuando él claramente la está ignorando desde el día en que llegó.
—Hijo, si no quieres a esa chica, deberías dejarla ir.
—Ella insiste en quedarse, mamá.
—Bueno, insiste en que debe irse antes de que salga lastimada.
—Amelia no se va a ir, Amy —le digo—. Y sabrás por qué.
—¿Quiere mi dinero? —Amy comienza a reírse—. Como si tuviera lo suficiente como para mantenerla.
—¿A qué te refieres, mamá? —le pregunta Tom, bloqueando su móvil y guardándolo en el bolsillo.
—Cariño, nuestra fortuna tendrá fin en algún momento. Podemos seguir con el imperio del hotel, pero empezarán a sospechar por qué no nos morimos o envejecemos.
—Lo del maquillaje de la vejez funciona para engañar a las personas —le dice Tom.
—¿Pero por cuánto tiempo? —asimila Amy—. Vamos a cambiar de identidad y vivir en otro sitio, supongo. El hotel quedara para ustedes, claro si desean o pueden vivir su vida como plazca. Con su padre no les diremos qué hacer. Eso no sería vida.
—Yo voy a seguir con el hotel. Nos ha dado de comer y vivimos bien gracias a ello—le responde Tom con seguridad.
—¿Tom? —le hablo.
—¿Sí?
—¡¿Podrías dejar de acariciarme el cabello como si fuese un perro?! —le grito, quitándome su mano de la cabeza.
—Lo siento, ni siquiera me di cuenta de que lo estaba haciendo—dice en su defensa— Me perdí en lo sedoso que es ¿con qué te lo lavas?
Amy se pone de pie y le agarra el brazo a su hijo para arrastrarlo hacia la puerta.
—A la planta baja, muchacho ¡Me cansaron tus hormonas! —lo regaña su madre y se marchan.
Finalmente, sola. Al menos por un minuto hasta que tome aire y baje a la primera planta.
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El clímax de un millonario (Libro 2 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)
Teen FictionAmy Steele es una empleada del café Blue Moon, ubicado en California. Pero, por las noches, se dedica a escribir relatos eróticos que dejan ver sus oscuras y atrevidas fantasías. Ella desea convertirse en una gran escritora y vivir de sus libros en...