CAPÍTULO 34
MATT VOELKLEIN.
Hace unos días, una corazonada se apoderó de mí, como esas sensaciones inexplicables que te recorren la espina dorsal. Sabía que estábamos al borde de un momento crucial, un instante en el que mis hijos jugarían con el fuego, metafórica y literalmente.
No logro recordar si esa premonición fue resultado de algún sueño fugaz que se disolvió entre las responsabilidades cotidianas o simplemente una corriente de conciencia que me alertaba. Pero ahí estaba yo, sentado en el borde de la cama, observando el cielo con una melancolía profunda, como si el destino se revelara ante mis ojos.
Mis días compartidos con Amy, mi compañera en esta travesía tumultuosa llamada vida, parecían colarse entre mis dedos como arena fina. Y a pesar de que ella no tenía la menor idea de la tormenta que se avecinaba, decidí tomarme mi tiempo para distraerla, para mantener su mente lejos de la inminente encrucijada que se alzaba en el horizonte.
Así que me sumergí en el arte de ocupar su mente, una táctica que conocía bien.
Conocía la pasión de Amy por la escritura, el modo en que las palabras fluían de sus manos como si fueran una extensión natural de su ser.
Y bueno, yo también quería divertirme un rato con ella...
—¿Me está pidiendo que le de un espacio en la editorial únicamente para volver loca a su esposa? —fueron las palabras de incredulidad que soltó la editora de Amy.
Estaba detrás de su escritorio, como si aún le costara comprender lo que le estaba pidiendo. Mierda, no era tan difícil de entenderlo.
—Amy necesita una competencia y creo que soy el indicado—me encojo de hombros tras cruzarme de piernas.
Chequea nuevamente el manuscrito que le di, horrorizada.
—Discúlpeme señor Voelklein pero este manuscrito está lleno de faltas ortográficas, el interlineado, la presentación...¿escribió caza con Z y metió en una misma oración dos palabras iguales? —me dice, como si estuviera aguantándose la risa.
—Errores de tipeo—me encojo de hombros—. Realmente necesito ser la competencia de Amy.
—No es por ofenderlo señor Voelklein pero no está a la altura de su esposa; ella posee un don y nos estamos llenando de dinero gracias a sus ventas. —vuelve a chequear el manuscrito que le estoy presentado—Madre mía ¿en serio escribió "le di mi polla, se la chupó toda y le di una gran nalgada, mmm nalgadas nalgadas, nalgadas y sigo dándole nalgadas"?
—Me inspiré ese día—vuelvo a encogerme de hombros. Me queda viendo, absorta por mi tranquilidad.—. Mil dólares si le dice a Amy que soy su competencia y nada más.
—Tenemos un trato, señor Voelklein.
Y a los días cuando crucé la puerta y la vi, en la sala de reuniones con semblante serio hasta que fue cambiada por una de asombro.
AMY VOELKLEIN STEELE.
Nos vamos de la editorial. Nos vamos por separado, pero a un lugar en común.
Viajamos en nuestros autos, el rugido del motor de mi Lamborghini llenando el aire mientras coincidimos en los semáforos.Nuestras miradas se entrecruzan a través de las ventanillas. Él me sonríe con una expresión insulsa en su rostro, pero yo, en cambio, mantengo la compostura, apretando con fuerza el volante de mi imponente vehículo.
Finalmente, llegamos a uno de los hoteles de Matt, el mismo lugar donde una vez encontré refugio después de escapar de un pasado oscuro. Recordar cómo mi madre me obligaba a bailar para hombres desagradables, quienes solo veían en mí un objeto de deseo, me hace apretar aún más el volante.
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El clímax de un millonario (Libro 2 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)
JugendliteraturAmy Steele es una empleada del café Blue Moon, ubicado en California. Pero, por las noches, se dedica a escribir relatos eróticos que dejan ver sus oscuras y atrevidas fantasías. Ella desea convertirse en una gran escritora y vivir de sus libros en...