ALEX VOELKLEIN.
Me observa como si intentara descifrar si lo que acabo de decirle es una broma. Estoy a la espera de que mastique la información y la procese lentamente.
Suspiro; no quería que se enterara, no ahora, pero tengo mis límites con las personas que disfrazan su mala energía.
—Tom no tiene novias—se excusa, ahora pasándose protector solar por los brazos—. Y menos lo serias tú, seria rarísimo que anduviera con su ¿hermana? ¿hermanastra? Dios, no.
—Y no creo que seas tan cruel de ser su novia sabiendo lo enamorada que estoy de él —dice para rematar su discurso de hacerme sentir culpable una vez más. Aunque a estas alturas no sé si es culpa.
—No estás enamorada de él, Amelia —escruto—. Buscas otra cosa.
—¿Y tú no? —termina de pasarse el protector solar sobre el cuerpo y se recuesta en la silla con vista a la piscina—. Bueno, creo que ya tienes asegurada parte de la fortuna al ser hija de ellos. Dios, cómo te envidio. Por supuesto que es de forma sana, cariño.
—No busco nada.
—¿No tienes ambiciones como estudiar una carrera o algo así, alejándote de la vida que a partir de ahora te van a dar tus padres?
—Amelia, me causas ansiedad, por favor cállate un poco —le pido.
Se lo toma con humor mientras miramos la calma del sitio. No me he atrevido a preguntar sobre su mandato por una cuestión de respeto. No quiero invadir con preguntas a los padres de Tom porque apenas nos estamos dirigiendo la palabra luego de la existencia de este vínculo.
Sé que había comenzado esto de manera agresiva, y prometí que me quedaría con todo lo que podía, pero ahora siento que debo retractarme, porque las cosas entre nosotros han cambiado.
—Amelia es tu nombre, ¿verdad? —se acerca una chica en traje de baño a su silla. Amelia se quita las gafas de sol y la mira, esperando a que hable—. Hay dos chicos que te están buscando en la cocina.
—¿Son guapos y musculosos? —le pregunta Amelia a la chica.
—Sí. Muy.
Amelia no tarda en levantarse y esfumarse sin decir adiós. Me echo a reír. Dios, puede ser insoportable algunas veces, pero en otras ocasiones me causa gracia. La chica se sienta, tomando el lugar de Amelia, y el resto de las mujeres que están por la zona se acercan para sentarse en el suelo o meterse en el agua.
—No tenías muy buena cara cuando se acercó Amelia —me dice la chica—. ¿Deseas que la asesinemos por ti y escondamos el cuerpo en algún lugar recóndito del mundo? Pídelo y lo haremos.
—¿Qué? No—me echo a reír—. No quiero matar a nadie, sólo por esta vez es un no.
La chica parecía desilusionada, prefiriendo quedarse en silencio mientras observaba a sus amigas jugar en la piscina. Sin embargo, el silencio se rompió cuando, de repente, ella habló.—¿No escuchaste los rumores que están recorriendo en el Olimpo? —dijo, rompiendo la quietud del momento.
—No, ¿qué rumores? —le pregunté, mientras un hombre se acercaba ofreciéndome un jugo de naranja exprimido con hielo. Acepté con gratitud y llevé la pajita a mis labios, disfrutando del delicioso sabor.
—Se rumorea que hay un titán entre los postulantes —susurró, y en ese momento, me atraganté con el jugo, tosiendo.
—Es imposible, los mataron —negué con la cabeza—. Sería una locura.
—Bueno, uno quedó vivo, y la reina Aria ya está al tanto. Te recomiendo que disfrutes esta paz antes de que el caos surja.
La idea de un titán entre los postulantes, ocupando el mismo puesto que el dios que creó absolutamente todo, me provocaba cosquillas en el pecho. La sola posibilidad de su existencia podría marcar el inicio de una nueva era.
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El clímax de un millonario (Libro 2 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)
Teen FictionAmy Steele es una empleada del café Blue Moon, ubicado en California. Pero, por las noches, se dedica a escribir relatos eróticos que dejan ver sus oscuras y atrevidas fantasías. Ella desea convertirse en una gran escritora y vivir de sus libros en...