Capítulo 4

230 23 1
                                    

CAPÍTULO 4.

¿Quién demonios te crees Voelklein?

Un vibrador.

Me envió un nuevo y pulcro vibrador. Me tiembla el cuerpo al pensar que podria estar echándome con aquella carta.

No puedo permitir que me echen necesito el trabajo y soy demasiado buena en lo que hago. Conozco el hotel de punta a punta, conozco lo que desean los huéspedes, sé lidear con ellos con respeto.

Sé limpiar cada rincón, cómo tener contentos a todos. Me gusta el servicio al cliente. Maldita sea.

Dejo el vibrador en el sofa, deseando que esto no signifique el final de mis días en el hotel. Tampoco tengo su numero como para pedir disculpas.

Incluso palidezco al pensar que me ha visto masturbándome.

Quiero llorar. Soy una idiota.

***

Al llegar al hotel, me adentro en el vestuario, envuelto en una agradable fragancia de lavanda que despierta mis sentidos.

La suavidad del aroma me transporta a un remanso de tranquilidad; un perfume que siempre he considerado mi favorito. Allí, en el vestuario, mis compañeras de labores se afanan, al igual que yo, preparándose para enfrentar un nuevo día de trabajo.

Frente al espejo, mi reflejo me observa mientras recojo con delicadeza mi cabello en un moño alto y elegante.

De mi bolso, extraigo unos pequeños pendientes que añado con sutileza a mis orejas. Un ligero toque de rubor y rímel realza mi rostro, haciendo que luzca impecable como el mismo hotel que tanto aprecio.

En medio de los murmullos que flotan a mi alrededor, mi curiosidad se despierta como un instinto irrefrenable.

Mis compañeras susurran entre ellas, y mi oído se aguza para captar sus palabras.

Mencionan la inesperada recepción de una caja por parte del amo y señor Tom Voelklein, algo que nunca había ocurrido antes.

Mierda, todas recibieron flores. Intenta comprar a todas las empleadas con flores y yo lo único que recibí fue un maldito vibrador.

Ni siquiera tuve que haber venido. Si me lo cruzo se me caerá la cara de vergüenza.

Intento disimular mi inquietud y mantener la calma mientras guardo mi bolso bajo llave en el cubículo.

Con un gesto resuelto, abandono el vestuario y me encamino hacia mi jornada laboral, tratando de dejar atrás las especulaciones.

Por los pasillos del hotel, camino en busca del cuarto de limpieza, donde mi carro de trabajo me aguarda. En mi mente, revuelan pensamientos sobre los regalos que han sido distribuidos a todos los empleados.

Nos hubiera gustado un aumento de sueldo, eso hubiese sido más significativo.

Súbitamente, alguien se abalanza sobre mis hombros, causándome un sobresalto. Rápidamente, la sonrisa radiante de Amelia se muestra a un costado de mi rostro, y su cabello rubio cae graciosamente sobre su hombro.

—Amelia, un día de estos me causarás un infarto —exclamo, intentando controlar el latido acelerado de mi corazón.

—Acabo de cruzarme con el joven Voelklein y me alegró el día —me comenta Amelia, apartándose para caminar a mi lado —. Es sumamente amable. ¿Recibiste también una caja llena de flores de su parte? Es un amor.

Si supiera que recibí algo más se caería aquí mismo.

—Me gustó más su carta—comento, desenfadada.

El clímax de un millonario (Libro 2 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora