CAPÍTULO 10.
Todos escondemos algo.
Esos oscuros recovecos de nuestra vida que preferimos mantener ocultos, temiendo que si llegaran a la luz, arruinarían la imagen que con tanto esfuerzo hemos construido.
Nuestras reputaciones se sustentan en cimientos frágiles, y basta con un vistazo tras la cortina para descubrir la verdad que hemos estado guardando.
Esta vez, me tocó a mí lidiar con la necesidad de esconder lo que tanto había trabajado para lograr: una casa propia, un trabajo decente y quizás un puñado de billetes ahorrados para un futuro incierto.
Salir del trabajo después de un enfrentamiento con la madre del tipo al que le había chupado la verga en el auto no había sido precisamente glorioso.
Pero con el peso de la miseria aplastándome, opté por sumergirme en la intoxicación y la música fuerte para tapar mis propios pensamientos.
En el bullicio del bar, con un cigarrillo ardiendo entre mis dedos, observaba cómo todos se perdían en el baile y se embriagaban a las nueve de la noche.
Era un caos, sí, pero en medio de esta danza de almas desgarradas, todos teníamos algo que esconder.
—Dos botellas de cerveza mezcladas con cigarrillo, el estómago se te va a pudrir en vida.
La voz masculina a mi lado me sobresalta y me quedo boquiabierta al descubrir que tengo a Matt Voelklein junto a mí. Mi corazón late más rápido ante su presencia, y mi sorpresa se mezcla con una dosis de confusión.
Viste con una apariencia totalmente distinta a la que lo caracteriza en el hotel, donde suele usar trajes y vestimenta elegante, ahora lleva una cazadora negra que se ajusta a su cuerpo, una gorra del mismo color y su expresión es sombría mientras bebe también cerveza.
—¿Me está siguiendo? —no dudo en preguntarle, notando un dejo de temblor en mi voz que apenas puedo ocultar.
Él se encoge de hombros de manera despreocupada, llevando el pico de la cerveza a sus labios sin apartar la mirada de mí.
—Puede ser —responde con una actitud que no revela mucho.
Miro a mi alrededor buscando cualquier indicio de su hijo, o incluso de su esposa, pero no encuentro nada. Nadie parece sospechoso en este ambiente.
—No sé qué estás haciendo con tu vida, Alex, pero este no es el camino —me dice de repente, desviando mi atención hacia él—. ¿Tratar así? ¿A mi esposa? ¿A qué estás jugando? —apoya su codo en la barra mientras me observa fijamente.
La paliza de la realidad cae sobre mí, y sé que esta conversación marcará un antes y un después en mi vida. Definitivamente, he perdido mi empleo.
—La traté como se merece —me encojo de hombros, defendiendo mis acciones—. Mantengo alejada a la gente tóxica de mi vida, señor Voelklein. Fingir meses que me agradaban fue demasiado para mí.
Matt me examina durante un instante, asintiendo como si hubiera comprendido toda la situación.
—Si mantienes fuera de tu vida a la gente tóxica, ¿por qué te obsesionaste con mi familia? Llevo meses siguiendo tus pasos, muchos meses —añade con una mezcla de tristeza en su voz—. También estuve siguiendo a mi esposa, pensando que tenía una aventura con alguien. Pero solo estaba buscando lo mismo que yo durante todo este tiempo: a nuestro hijo —su tono se vuelve melancólico—. Y hoy la encontré destrozada, llorando en su auto. Supe que tenías algo que ver con eso.
—¿Cómo puede relacionar a su esposa con una simple empleada de su hotel? —me río con incredulidad—. Esto es absurdo.
Matt se toma un momento antes de responder, su mirada escrutadora no me deja escapar.
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El clímax de un millonario (Libro 2 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)
Teen FictionAmy Steele es una empleada del café Blue Moon, ubicado en California. Pero, por las noches, se dedica a escribir relatos eróticos que dejan ver sus oscuras y atrevidas fantasías. Ella desea convertirse en una gran escritora y vivir de sus libros en...