Capítulo 25

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CAPÍTULO 25.

Me expuso como las mejores.

No sabía si debía ser yo quien pusiera fin a todo, o si dejaba que Tom lo hiciera por mí ahorcándolo.

—No estoy enamorada de él —reí nerviosa—. Y gracias a la cena, he perdido el apetito —añadí mientras sujetaba a Mattia del hombro y lo levantaba de su asiento como podía.

—Pero yo no he terminado de comer —carraspeó Mattia.

—Sí, lo hiciste. Vámonos, ya hemos causado demasiado revuelo hoy —respondí.

Una vez en mi habitación (gracias a Amy, parecía una suite presidencial), encendí la luz y Mattia se mostró indiferente.

—Al principio tenía muchas ganas de enamorarte para luego asesinarte y escapar victorioso —confesó—, pero me encariñé contigo, Alex, y me disté cuenta de que no eres como esos amos que torturan y humillan. Te convertiste en mi amiga, y sería incapaz de matarte.

—¡Lo sé, pedazo de tonto! —grité, sintiendo la vergüenza recorrerme— ¡Le dijiste a Tom que estoy enamorada de él! ¿Te volviste loco?

Él se sentó en la cama con una expresión imperturbable. Lo miré con los brazos cruzados y solté un suspiro.

—¿Y mentí al decirlo? —preguntó calmadamente.

—No estoy enamorada de él —negué.

—¿Qué tiene de malo admitirlo? La que está actuando como loca eres tú, Alex.

—El amor te hace vulnerable. Le otorga poder a otra persona, y no quiero poner lo que soy en manos de un hombre que podría reemplazarme fácilmente con otra chica ¿es que no lo ves? En nuestro mundo se han causado guerras por amor.

—Y todas terminaron a favor de él —sentenció Mattia, levantándose de la cama y buscando algo de su ropa en uno de los cajones que tomó—. Me iré a la ducha y espero que al regresar estés calmada.

***

Amelia aguardaba con ansias en la cama de Tom, sentada con expectación y preparada por si él decidía tener algo con ella esa noche. La esperanza se reflejaba en su mirada, mientras lucía un pijama de seda adornado con finas tiras en sus hombros y un precioso encaje en los bordes, en un intento de cautivarlo.

Se había depilado meticulosamente, se había perfumado con esmero y se había untado crema hasta más no poder. Cada detalle era una cuidadosa preparación para lo que esperaba lograr esa noche.

No solo ansiaba tener a Tom a su disposición porque avanzar un escalón más la acercaría a formar parte de esa influyente familia, sino también porque conquistar su favor le proporcionaría prestigio y reconocimiento esenciales para lanzar su anhelado negocio de cosmética. Había redirigido por completo el rumbo de sus planes, enfocándose con determinación en esta nueva estrategia.

La habitación estaba cargada de expectativas mientras Amelia continuaba fingiendo interés en su teléfono al escuchar que Tom apagaba el grifo de la ducha. Apenas levantó la mirada cuando él salió del baño, con la piel de ébano resplandeciente, ojos verdes que contrastaban con su tono de piel y una toalla que rodeaba su cintura.

Tom, sin decir una palabra, la observó desde la entrada del baño. El silencio se prolongó, y aunque la expectativa se apoderaba del momento, Tom no pronunció palabra alguna. La toalla ceñida a su cintura acentuaba su figura, y su presencia imponente llenaba la habitación.

—Mi madre te preparó la habitación para huéspedes —le informó Tom, sorprendido por encontrarla en su cama.

—Me sorprende que un multimillonario como tú siga viviendo con sus padres —Amelia cambió el tema de conversación.

El clímax de un millonario (Libro 2 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora