CAPÍTULO 24.
Al día siguiente, la verdad se desató como un vendaval en todos los rincones de la red, desde los sitios más respetables hasta los más sensacionalistas.
La imagen de Tom y yo, atrapados entre las rocas, se volvió viral, destacando su trasero llamativo y mi presencia que añadía un toque de humillante misterio.
Aunque éramos apenas una mancha borrosa en la foto, la situación estaba clara para todos aquellos que disfrutaban invadiendo nuestra privacidad.
Las redes sociales se llenaron de comentarios y opiniones, como si las reacciones de los demás pudieran afectarnos de alguna manera. Aunque, en realidad, tratábamos de disimular que no nos importaba.
La difusión de la foto de nuestra escapada a la playa no fue lo único. De repente, mi presencia se convirtió en tema de conversación en diversos foros, especulando incluso sobre mi identidad como la presunta hija no reconocida de Matt y Amy. La voracidad mediática no se detuvo ahí; capturaron imágenes mías saliendo del hotel en varias ocasiones, dejándome vulnerable ante la implacable atención pública.
Nos convertimos en la comidilla del país, especialmente cuando se trataba de los posibles herederos del vasto imperio hotelero Voelklein.
Matt Voelklein optó por el silencio, sin dar explicaciones, y ni siquiera su esposa emitió comentario alguno cuando los paparazzi los acorralaron a la salida del hotel, capturando instantáneas incómodas.
Los programas de farándula se volcaron sobre ellos, acosándolos con preguntas directas. ¿Tenían conocimiento del romance entre su hijo adoptivo y su hija biológica? ¿Cuándo descubrieron que tenían una hija? ¿Podría esto afectar la fortuna Voelklein?
Y toda esa puta mierda que alimentaba al público que lo consumía.
Tom apagó el televisor enorme de la sala en cuanto cambiaron las noticias de espectáculo y se quedó un momento mirando la pantalla negra.
—Esto es un desastre—susurró más para él que para mí.
Yo estaba sentada en su lujoso sofá que era más grande que mi cama.
—Mattia me llamó diciéndome que hay fotógrafos en la calle de mi departamento esperando a que salga—le cuento—, claramente no puedo regresar hasta que las cosas se calmen. Incluso me ofrecieron canjes en las redes sociales. Uno me ofreció en participar en una película porno. De la nada pasé de tener 200 seguidores a 133.000.
Tom me mira con los brazos en jarra, sorprendido.
—Esto los va a alimentar por un rato y luego las cosas quedaran en el olvido.
—No nuestra foto en internet, Tom—pongo los ojos en blanco—. Eso va a quedar en todos lados e incluso hay memes.
—¿Puedes darme la paz de saber que esto se va a calmar? —me pide, sentándose a mi lado—Lo único que me pone contento de esto es que al menos te vas a quedar aquí por unos días, de todas maneras, esta también es tu casa—pone su mano en mi pierna y la acaricia los dos dedos.
—No la siento como mi casa—admití en voz baja.
—Te acostumbraras.
Me dejo caer en su hombro y él hace lo mismo en el mío. Nos quedamos así un rato, con las manos entrelazadas en el sofá. Me sorprende lo bien que encajan nuestras manos, como si llevarlas así fuera lo más natural del mundo. Nada cursi, pero extrañamente cómodo.
El timbre de la casa suena y ambos dirigimos la mirada hacia la puerta. La ama de llaves llega rápidamente para abrirla. La figura de Amelia entra en el vestíbulo con su melena rubia deslumbrante y gafas de sol oscuras. Viste un pantalón blanco de campana que se combina con un top de mangas largas. Sus zapatos acentúan su estilizada figura, completando un conjunto que destila elegancia.Principio del formulario
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El clímax de un millonario (Libro 2 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)
Teen FictionAmy Steele es una empleada del café Blue Moon, ubicado en California. Pero, por las noches, se dedica a escribir relatos eróticos que dejan ver sus oscuras y atrevidas fantasías. Ella desea convertirse en una gran escritora y vivir de sus libros en...