Capítulo 28.

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CAPÍTULO 27

ALEX  VOELKLEIN.


Nunca había soltado tantas carcajadas como esa noche. La noche era perfecta.

¿Vieron cuando no hace ni frio ni calor? Bueno, así.

Aunque, pensándolo bien, podría atribuirlo también a los efectos embriagadores del vino que fluía sin cesar por mi sistema.

Las copas llegaban una tras otra con una insistencia que ahora entendía: buscaban ablandar mis resistencias y convencerme de aceptar la propuesta de ser la futura esposa de alguien.

Demoré un poco en captar esa estrategia sutil, y cuando lo hice, ya me encontraba enfundada en un vestido blanco, largo y sugerente, con un escote que rivalizaba con mi propia incredulidad.

Sostenía las telas entre mis dedos mientras me mecía, como si el arte del baile fuera una habilidad innata.

En mi mente, me transformaba en una hábil bailarina que irradiaba risas contagiosas. Quizás, hasta podría haber pasado por una joven delicada salida de una película de Disney. Sin embargo, al observar a mi alrededor, noté que la mayoría de las miradas no eran de admiración, sino más bien de incomodidad, como si estuviera bailando sobre estiércol y yo no me diera cuenta.

Aquellos que no habían reparado en mi improvisado baile estaban sumidos en su propio frenesí de bebida y movimiento al compás de la música, igual que yo, con los sentidos saturados.

—Creo que ya fue suficiente por hoy —me dice Tom, acercándose, pero mi mareo es tal que veo dos versiones de él.

—¿Por qué hay dos Tom? —le pregunto, y mis palabras se deslizan de manera perezosa, arrastrándose en el aire.

La situación me parece aún más graciosa, y no puedo evitar reír.

—Alex, te juro que mañana me lo agradecerás por evitar que siguieras bailando como una gallina intentando sacarse el huevo del culo—insiste.

—¿Me estás llamando una gallina bonita intentando sacarse el huevo por el culo? —le pregunto, con los ojos iluminados por la diversión.

—Me encantaría que me hicieras esa misma pregunta mañana, cuando estés sobria y en tus cabales. Te prometo que te responderé con total seriedad —me responde, sin perder la compostura. Me agarra de la mano—. Vamos a que te mojes un poco la cara.

Su mano tomando la mía me causa un ligero temor, sorprendida una vez más por lo perfectamente que encajan. Nos quedamos mirando nuestras manos, y creo que él también lo percibe, porque en este momento nuestros ojos se encuentran.

De repente, experimento un vacío inexplicable en el pecho.

—Me vas a romper el corazón —dejo escapar, y de pronto mis ojos se llenan de lágrimas, mi voz se quiebra, borrando cualquier rastro de felicidad.

—¿Qué? ¿Qué estás diciendo? —pregunta él, desconcertado.

—Me enamoré de ti y eso me asusta muchísimo —mis labios tiemblan al pronunciar las palabras—. No quería enamorarme de nadie, y mucho menos de alguien como tú.

Tom me observa con esos ojos verdes que despiertan tantos sentimientos en mí. Lo peor de enamorarse de alguien es que, si esa persona lo sabe y no siente lo mismo, te estruja entre sus manos, dejándote roto.

—Creo que te excediste con el alcohol —me dice, con una expresión que parece enojo.

Le suelto la mano.

—Vaya respuesta de mierda —me río, aunque con lágrimas en las mejillas—. ¡Que siga la fiesta de una vez! —grito, alzando los brazos, y el resto de la gente me sigue, sumándose a la euforia general.

El clímax de un millonario (Libro 2 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora