CAPÍTULO 32.
ALEX KLEIN.
El juego que se desencadenó entre hombres y mujeres dejó boquiabierta a la multitud y, de cierta manera, me dejó con el alma entre las manos. No estábamos jugando a luchitas inofensivas en el jardín; estábamos presenciando la preparación de espadas y armamentos, la inminencia de un conflicto entre ellos.
Estaba a punto de ser testigo de una masacre, todo porque algunos de estos idiotas pretendían casarse conmigo.
—¡¡Por ti doy la vida, Alex Voelklein!! —me gritó uno, con una determinación que enviaba escalofríos por mi espina dorsal.
—¡¡Tocaré el honor con mis manos con tal de tener la tuya, Alex Voelklein!! —gritó otro, mientras sostenía su arma con ferocidad.
La escena era surrealista, absurda. Dos bandos, hombres y mujeres, se alineaban como si estuvieran a punto de entrar en un conflicto bélico. Y todo por una razón absurda: querían casarse conmigo, aunque ni siquiera me conocían.
La intensidad de las declaraciones y la seriedad con la que se preparaban para el enfrentamiento me dejaron sin aliento. ¿Cómo había llegado todo esto a este punto?En el centro del jardín, ambos bandos se habían preparado meticulosamente. El resto de los espectadores estaba sentado en el césped, expectantes y ansiosos por presenciar el enfrentamiento que se avecinaba. Las miradas expectantes y la tensión en el aire creaban un ambiente cargado de anticipación y caos inminente.
No podía apartar la mirada de las filosas espadas, relucientes a la luz del Olimpo, y observaba lo imponentes que eran. Sus armaduras clásicas, robustas y pulcras, se mantenían intactas, listas para recibir cualquier golpe. Cada detalle de su atuendo hablaba de la seriedad con la que se enfrentaban a esta "lucha" por mi mano.
Las chispas de los destellos de las armas reflejaban el brillo en sus ojos, mientras se alineaban con una determinación feroz. El jardín, que solía ser un lugar de tranquilidad y belleza, se había convertido en el escenario de un conflicto absurdo, impulsado por la absurda competencia entre los pretendientes.
Mientras me mantenía en el margen, observando la creciente tensión, no podía evitar preguntarme cómo se había desencadenado esta locura. La llegada del Titán había alterado completamente el equilibrio. Todos parecían desesperados.
—Pero desaparezco unos minutos y ¿ya se están por pelear? —aparece Mattia, con una botella de cerveza en la mano.
—Creo que debería decirles que estoy con Tom —me rasco la nuca, nerviosa.
—Nah, deja que se maten y luego se los anuncias —se lleva el pico de la botella a los labios.
—No voy a dejar que se maten —insisto, colocándome en el centro de lo que parecerá una batalla para frenar todo.
Por suerte, no han tocado la trompeta, así que no me apuñalaron cuando llegué al centro. Mierda, no sé cómo dirigirme a ellos. Pero lo intentaré.
—¡Ya he escogido a un hombre! —anuncio sin rodeos.
Veo cómo se desaniman e incluso insultan al cielo y al inframundo. Las espadas bajan al igual que los hombros, las armaduras se quitan aún con el shock de la noticia. El silencio se cierne sobre el jardín, interrumpido solo por el sonido ocasional de una exclamación sorprendida.
Espero a que la realidad de mis palabras se asiente entre ellos. Mis pretendientes, que momentos antes estaban dispuestos a luchar hasta la muerte por mi "honor", ahora parecen más preocupados por saber quién ha sido el afortunado elegido. Sus rostros expresan una mezcla de sorpresa, confusión y, en algunos casos, alivio.
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El clímax de un millonario (Libro 2 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)
Teen FictionAmy Steele es una empleada del café Blue Moon, ubicado en California. Pero, por las noches, se dedica a escribir relatos eróticos que dejan ver sus oscuras y atrevidas fantasías. Ella desea convertirse en una gran escritora y vivir de sus libros en...