CAPÍTULO 18.
Mattia y yo exploramos varias tiendas hasta dar con una que nos cautivara a ambos. Me probé diversos vestidos que me fascinaron, y simplemente al vestir algo más elegante, me sentía como una princesa.
El estilo de Persefone me atraía: vestidos largos y blancos que dejaban ver bastante piel, combinados con joyas doradas y cinturones que realzaban la cintura. Incluso cuando recogía su cabello, dejando caer algunos mechones ondulados como si no le importara, le quedaba aún más encantador.
Por supuesto, sabía que no podía igualar la belleza de Persefone, pero al menos podía intentarlo. Después de todo, ella fue la mujer que me crió en medio de todo el caos. En cierto modo, era mi única figura materna, mientras ansiaba que la verdadera cruzara la puerta de mi habitación y me dijera que había llegado para llevarme.
Después de encontrar el vestido que tanto deseaba, salí de la tienda y me dirigí a donde Mattia estaba escogiendo un traje carísimo con un precio que equivalía al salario de un año entero. Recordé que mi tarjeta ahora estaba cargada de dinero y podíamos permitírnoslo.
—¿Parezco de la realeza? —me preguntó mientras un hombre lo ayudaba a acomodarse la camisa.
Miré horrorizada el sombrero que tenía puesto.
—Mattia, dime que no vas a llevarte ese sombrero —me froté la nuca con la yema de mis dedos.
—¿Qué tiene de malo mi sombrero? —volvió a mirarse al espejo de cuerpo entero—. Es divino y tiene clase.
—No vas a comprar ese sombrero.
—¿Qué te hizo este pobre sombrero, Alex?
—Nada, pero no quiero que llamemos la atención.
—Estoy seguro de que escogiste un vestido típico de diosa del Olimpo —enarcó una ceja mirándome a través del espejo.
Miré mi bolsa de compras y me ruboricé antes de reír.
—Pudiste escoger algo menos estereotipado que lo clásico, ¿no? —se rió.
—No juzgues mis gustos.
—Y tú no hagas lo mismo con los míos —Mattia miró al hombre que lo estaba atendiendo—. Me llevo el sombrero, pero en blanco. Añádele detalles dorados, claro. Si quieres ganar unos pesos extras, muchacho. Mi chica paga—mi amigo vuelve a mirarme—, bueno al menos estaremos combinados.
**
Llegó al noche.
Bajamos del taxi y nos quedamos anonadados ante la enorme mansión de la casa de los Voelklein. Quietos, la mirábamos en silencio mientras alrededor se expandia la riqueza y los lujos.
—Debería ser ilegal traer a la tierra el Olimpo—susurró Mattia, absorto por el paraiso que teníamos en frente.
La mansión de los Voelklein se alzaba majestuosa con sus paredes blancas, destacándose en la noche. Había ventanales por todos lados.
Su estructura imponente y elegante se distinguía por líneas limpias y simétricas. Un espacioso jardín se extendía alrededor, meticulosamente cuidado, con césped perfectamente recortado y ornamentales arbustos y flores que aportaban color y vida al entorno.
En el centro del jardín, una fuente iluminada añadía un toque de sofisticación, con el suave murmullo del agua que brindaba un ambiente calmado y sereno. El camino de entrada estaba pavimentado con piedras pulidas, flanqueado por setos de enredaderas altos y frondosos.
El pórtico de entrada, con columnas elegantes y bien proporcionadas, marcaba la bienvenida a esta impresionante residencia. Dominaba la vista con su imponente presencia, destacándose como una estructura masiva y extensa. Sus dimensiones eran asombrosas, abarcando una gran área de terreno con su imponente silueta.
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El clímax de un millonario (Libro 2 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)
Teen FictionAmy Steele es una empleada del café Blue Moon, ubicado en California. Pero, por las noches, se dedica a escribir relatos eróticos que dejan ver sus oscuras y atrevidas fantasías. Ella desea convertirse en una gran escritora y vivir de sus libros en...