Capítulo 2

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Una voz profunda y cautivadora llenó el tumulto de sonidos. Al alzar la mirada, me encontré con unos ojos verdes intensos, brillando sobre una piel morena perfectamente esculpida. Mis labios se humedecieron instintivamente, y quedé fascinada ante su presencia. El tiempo pareció detenerse, y me encontré sin palabras para responder.

Detallé cada rasgo de su rostro, deleitándome con la perfección de su mandíbula recta, sus labios carnosos y una barba creciente que le confería un aire de rebeldía irresistible. Su cabello corto realzaba la belleza de su rostro, y su sonrisa traviesa, con dientes blancos y pulcros, me cautivaba desde el costado.

Recorro cada rincón de su esculpido rostro deseando que sea guardado en mi memoria para idealizar lo que podríamos ser juntos; labios carnosos, barba creciente en su mandíbula recta y nariz perfilada. Tiene el cabello muy corto, casi al ras de la cabeza. Me contempla con gesto divertido con una sonrisa de dientes blancos y pulcros de costado contrastando con su piel morena.

 Un suspiro escapa de mis labios mientras sigo limpiando la barra, pero mi mente sigue atrapada en aquellos ojos verdes.

Veo la primavera y el verano juntos al mismo tiempo. Veo lo imposible, lo inevitable y el desastre. Y eso suena maravilloso. Se ve maravilloso. Contemplo en aquel fugaz momento lo que podría ser mi próxima obsesión. 

Mi próxima perdición. Creo que estoy dispuesta a que él sea digno de romperme el corazón.

Trago saliva un instante mientras sigo limpiando inútilmente la barra.

 Madre mía, es bellísimo. Miro hacia atrás un momento para saber si a la que está a hablando, quizás, es a Katy. Pero descarto la idea al ver que me sigue sosteniendo la mirada. Frunce el ceño al ver que no le respondo. 

 —No, no trabajo aquí... 

Mi voz traicionera salió nerviosa, dejando escapar mi incomodidad ante su mirada inquisitiva. 

—¿Y por qué estás limpiando la barra sino trabajas aquí? —curiosea. 

Su curiosidad me hizo titubear aún más, pero antes de que pudiera responderle, Katy apareció tras de mí, tomándome de las caderas para anunciar que Nate había regresado y que podíamos irnos. 

Sus dedos ágiles desataron el nudo de mi delantal, y lo retiré rápidamente mientras mis ojos seguían atrapados en aquel hombre que tomaba un trago de su costosa cerveza, revelando la prominencia de su ancho cuello.

Sin decir una palabra, me marché junto a Katy, pero mi mente seguía llena de preguntas y deseos inconfesables. Aquel hombre me había dejado sin palabras, algo que jamás había experimentado antes. Siempre fui dueña de mi coquetería, pero en su presencia, sentí cómo la seguridad que me caracterizaba se desmoronaba.

Me reprochaba no haberle pedido su número de teléfono, anhelando tener la oportunidad de verlo de nuevo, de continuar la fantasía que había empezado a forjarse en mi mente.

Cuando ambas estamos listas para marcharnos tengo la ilusión de encontrarlo entre las personas del bar. Suelto el aliento al ver que ya no está.

Se ha ido. 

 ***

Alguien nalguea mi trasero mientras estoy arreglando una de las camas matrimoniales del hotel. Me enderezo, sobresaltada y observo a la culpable con los ojos entrecerrados. 

 Amelia me sonríe como si se hubiese salido con la suya. 

—Ya quisieras que haya sido una de tus conquistas, Alex —se burla Amelia mientras pasa el plumero por el televisor colgado en la pared.

—No estoy tan desesperada como para querer una nalgada —respondo, intentando desviar sus comentarios sexistas.

—Yo sé que te gustaría recibirla del jefe o del hijo del jefe —insiste ella, provocándome con una sonrisa.

—Odio tus comentarios sexistas, Amelia, y ¿a qué te refieres con el hijo del jefe? —pregunto, tratando de entender a quién se refiere.

Luego de unos segundos, recuerdo que el señor Matt Voelklein mencionó que su hijo regresaría de un viaje, pero hasta ahora, no había prestado mucha atención a esa información.

Dios mío. ¿Será igual de guapo que su padre? Me pregunto, dejando volar mi imaginación. Sería un espectáculo que pagaría por ver.

—Su nombre es Tom Voelklein ¿acaso no tienes internet en tu celular? —me mira con cierta diversión —. He visitado su perfil en Instagram y con solo ver sus fotos, se me han mojado las bragas. La familia Voelklein lo ha adoptado, pero es igual de sensual y atractivo que su padre Matt —lanza un suspiro mientras observa por la ventana con una vista impresionante de la playa—. ¿Te imaginas casarte con él y heredar todo este imperio? —me dice seriamente, extendiendo los brazos para enfatizar su punto.

Frunzo el ceño mientras la escucho. Dejo de arreglar las almohadas y las coloco en su lugar en la cama.

—Si te casas con él, me elegirás como tu dama de honor y seré la primera en acceder a la mesa de bocadillos, ¿me oíste? —le advierto, señalándola con el dedo.

Amelia me regala una sonrisa risueña, pero su expresión se torna seria al instante en cuanto se abre la puerta de la habitación.

El rostro de mi compañera cambia ante la presencia de Matt Voelklein. Junta sus manos sobre el abdomen y asiente con respeto.

Yo hago lo mismo.

—Hola chicas, ¿cómo han estado? —saluda el señor Voelklein con amabilidad.

—Bien, gracias por preguntar señor —responde Amelia a labios cerrados, respondiendo por ambas.

¿Qué hacía el dueño del hotel aquí? Era extraño verlo. Aunque es cierto que solía visitar a los empleados para conocer sus inquietudes y opiniones, no era común verlo tan seguido.

—En una hora se realizará una cena para los empleados del hotel en uno de los salones principales —el señor observa su reloj de muñeca—. Quiero presentarles a mi hijo, ya que él tomará el mando del hotel por un tiempo.

—¿Usted se va? —preguntamos casi al unísono, intercambiando una fugaz mirada con Amelia y luego volviendo la mirada al señor Voelklein.

—Discúlpeme, señor Voelklein, pero me cuesta imaginar a otra persona que no sea usted al mando del hotel —se sincera Amelia mientras toca su fino collar con nerviosismo.

Él abre los ojos y aprieta los labios con cierta resignación mientras entrelaza sus manos, pensativo.

—Créanme que mi hijo es una persona encantadora y empática que puede manejar este hotel. No voy a dejarlas en manos de alguien que sea despiadado e incompetente —nos asegura, dirigiéndose hacia la puerta—. Las veo abajo chicas.

Temo perder mi empleo y se que los ojos de Amelia me dicen lo mismo.

Temo perder mi empleo y se que los ojos de Amelia me dicen lo mismo

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El clímax de un millonario (Libro 2 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora