Capítulo XXIV

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Era una cafetería, bastante famosa, que se encontraba al lado de un gran centro comercial, era un lugar bastante cómodo, me pareció algo extraño que hubiera tanta gente, se supone que solo es café, sin olvidar que ya era de noche, de todas formas, no podía juzgarlos, yo también estaba ahí.

Fue muy tarde cuando recordé la forma en que Diana y Axel habían conocido a sus nuevos amigos, el trabajo; mientras me estaba asomando alcancé a mirarlas a ambas, más ellas no notaron mi presencia, ese día tenían varios clientes y a pesar de que habían más de diez empleados atendiendo a todos, no podían tomarse ni un pequeño respiro.

Yo me senté en una de las mesas que se encontraba en esa cafetería, se ubicaba en una esquina, estaba bastante escondida, podía observar cómo todos se movían con rapidez y la forma en que algunos trabajadores se quejaban por el cansancio, pasaron aproximadamente quince minutos para que me atendieran, no quería tomar café o comer pan, pero ya que estaba ahí no podía decir que solo iba a sentarme para poder mirar todo.

Diana fue la persona que llevó mi pedido, su cara de asombro no podré olvidarla, se encontraba realmente sorprendida y se lanzó a darme un abrazo; su forma tan característica de ser solía contagiarse a los que están a su alrededor, esa vez era yo quien también mostraba alegría de encontrarse con su amiga.

—¿Qué es lo que te trae a este lugar? —preguntó ella tomando asiento mientras miraba un poco preocupada a sus compañeros, sigo pensando que era su forma de decirles que la cubrieran.

—Si lo piensas bien, no te había visitado en tu trabajo, no es como si fuera normal hacerlo, pero hace días mencionaste este lugar y también hablaste sobre el nombre de la cafetería, además, quería salir de mi casa.

—Me alegra eso, me gusta que hayas pensado en venir hasta aquí.

—Noté que es bastante conocido aquí, me preguntaba si suele ser así siempre, ¿Siempre deben trabajar tanto?

—Si —rio sin ganas.

Luego de terminar esas palabras, pude notar incomodidad en su rostro y en los movimientos que empezó a hacer con su cuerpo, era como si recordara algo que no la dejaba tranquila.

—¿Sabes?... Yo de verdad... Mira, me gustaría que me perdones, en serio, estuvo mal lo que hice, yo sabía... Mejor dicho, yo sé el comportamiento que puede llegar a tener Ángela, supuse que eso pasaría y aun así no pude evitar invitarla, Joel se enojó conmigo y no lo culpo, ese Domingo, cuando llegamos a la casa, él empezó a reclamarme todo, es tanto que ni siquiera pude decir nada, todo lo que él dijo era verdad y el lunes luego de llegar de tu casa me dijo que querías arreglar todo con ella. Perdón, perdón, perdón... —repitió varias veces.

—Tranquila, vamos, no quiero que empieces a llorar aquí, te perdono, yo sé que eres muy buena conmigo y no querías que pasara algo malo, Axel también me dijo que no puedes decir que no, así que deberías relajarte.

El momento de reconciliación se acabó cuando se asomó Ángela a decir que Diana debía seguir trabajando, me sentí muy mal con su presencia, ya que cuando notó que la que estaba ahí era yo, me sonrió como si nada hubiera pasado, aunque le había dicho a Alexis que no era la gran cosa, por dentro si llevaron a herirme demasiado sus palabras. Tomé la decisión de esperar y hablar con ella a la salida.

Fue así como a las once de la noche estaba en el andén del centro comercial, esperando a que todos salieran para poder quitar la espina que una persona ajena a mi vida había insertado.

El momento que tanto había deseado que llegara estaba ocurriendo, pude verla frente a mí, con esa sonrisa forzada que se dirigía hacía donde me encontraba, claro que no venía sola, después de todo, no era la única que me conocía de todas esas personas.

Me quise armar de valor cerrando los ojos unos segundos y solo vino a mi mente la sonrisa de el mismo chico que apareció en mi vida el día correcto, esa sonrisa que necesitaba en mis tiempos de soledad, la de Axel.

Mis dientes asomaron por sí solos y hubieran seguido así, de no ser por lo que debía resolver en ese instante. Me llené de nervios, tenía ganas de llorar y quería irme de ese lugar, era la primera vez que me enfrentaba a alguien para decir que no estaba conforme con algo.

—¡Hola! Me alegra verte de nuevo —se va acercando Ángela hasta mí—, ¿Qué haces aquí? ¿Te gustó el lugar?

—Hola... Sí, vine a visitar a mi amiga y de paso... Me gustaría hablar contigo

—Claro, dime lo que necesites, pero rápido, en serio no quiero sonar mal, pero debo llegar a mi casa pronto, estoy muy cansada y mi mamá empezará a darme sermones si llego tarde.

—Es que... Verás, el domingo no me sentí bien con lo que dijiste —bajé la mirada un poco con la intención de hablar mejor— no me cayeron bien esas palabras y me gustaría hablarlo contigo.

—Oh, ya veo, claro, dime lo que tengas que decir, estoy lista para escuchar.

—Oh, ya veo, claro, dime lo que tengas que decir, estoy lista para escuchar

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