Capítulo XXXI

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Cuando cerré la puerta para irme, pude escuchar la conversación que tuvieron.

—Alexis, vamos a calmarnos, dejemos de llorar ¿Te preparo un té manzanillo? Creo que tengo manzanilla guardada.

—¿Qué me calme? No puedo, es tan doloroso para mí, vivir esto de nuevo es terrible, primero mi madre y ahora ella, ¿Es una clase de castigo?

—Sé que no es nada fácil verla, también es mi amiga, pero no por eso dejará de serlo, ¿Verdad?

—Yo quería verla sonreír, quería que dejara de lastimarse, pero ahora no podré estar con ella. Es tan difícil verla y tener que pensar que, a pesar de ser el mismo rostro, la misma voz y los mismos bellos ojos, no puedo ser el mismo con ella, ya no puedo reírme a su lado.

—Prometimos ser amiga de Adriana, de Clara, de Esteban y de Cleo; no podemos incumplir esa promesa por unas palabras que salieron en un momento de ira, todos estábamos alterados, cuando estemos mejor hablamos con ella... ¿Sabes qué? Cambié de opinión, ahora mismo, solo debes desahogarte, hace mucho que quieres hacerlo, desde que tía murió, ¿No? Es momento de hacerlo, saca todos esos sentimientos guardados.

Escuché ese grito de dolor y tuve que salir rápido de ahí, estaba llorando y quería gritar junto a él, pero no podía. En todo el camino derramé lágrimas, por lo que limpiar mis ojos no era muy efectivo, no dejaba de mirar todo borroso.

Las personas me miraban y algunas murmuraban entre sí, quizá pensaban que era debido a una ruptura, o algo similar, nadie imaginaba que estaba destrozada, que la imagen tan deprimente de esa chica corriendo desconsolada era causa de varios sentimientos, tanto de ella como de alguien más.

No me di cuenta de lo que pasaba alrededor y no veía muy bien, por lo que terminé chocando con alguien más.

—¡Perdón! —exclamé dándome cuenta de que había tirado al suelo un mercado—. No estaba viendo, discúlpeme, déjeme ayudarle.

—Tranquila, ya lo levanto, de todas formas, no se rompió nada.

Yo seguía mirando al suelo intentando recoger todo, sin darme cuenta de que conocía a la persona con la que hablaba.

Cuando levanté la mirada pude ver que era Laura, la niña rara con la que Diana se la pasaba, ella tampoco notaba que era yo la que le tiró todo.

—¿Qué haces aquí? —pregunté para que me notara.

—¡Ah! No me di cuenta de que eras tú ­—en medio de risas se detuvo y me miró bien—. ¿Por qué estabas llorando? ¿Qué te pasó? Si cuando salí aún seguías riéndote de que Alexis se mojó por completo.

Lo que dijo hizo que mis ojos se pusieran rojos de nuevo, pero ella trató de distraerme recordándome que debía alzar lo que había tirado.

Luego de recoger todo, ella llamó a sus padres y les avisó que llegaría con el mercado más tarde de lo que esperaba. Nos sentamos en un quiosco que había cerca y cuando nos sentamos en un borde de cemento que había ahí, solo observamos a unos niños que jugaban con unos perros cerca de nosotras.

—Bueno, ahora dime lo que pasó —dijo Laura sin poner su mirada en mí.

Es probable que lo hiciera para no hacerme sentir incómoda, o tal vez sea porque quería seguir viendo a esos pequeños jugueteando; cualquiera que haya sido el motivo, hizo que yo pudiera hablar.

—Le dije cosas horribles a Alexis y a Adriana, también lastimé a Diana, aun cuando decían que querían ser mis amigos los traté mal —cerré mis ojos para evitar llorar—; ellos solo querían ver a su amiga de nuevo, ¿Y qué hice yo? Les dije que jamás la volverían a ver porque ella alguien que yo misma he creado y que va a desaparecer.

Cuando terminé de hablar pensé que si miraba a Laura ella estaría llorando, para mí sorpresa, seguía mirando al frente y podía ver su sonrisa.

—Pensé que estarías llorando luego de lo que dije, después de todo, también eres su amiga —confesé observándola.

Ella solo empezó a reír luego de que uno de los niños se cayera, fueron unas risas contagiosas, yo también solté un par de carcajadas a su lado.

—¿Tengo cara de una chica que llora todo el tiempo? Acepto que lo hago, pero no cada vez que puedo, algo debe dolerme demasiado para que yo llegue a soltar lágrimas. Lo cual es terrible, porque puedo ver a alguien plañir y yo solo me sentiré mal por esa persona.

—¡Oh! Además de cruel, que culta eres, me gustaría ser similar, si yo fuera así no estaría contando mis lamentos.

Ella me miró y de inmediato dijo: —¡No! No quieres ser igual que yo —evitó mirarme de nuevo—. Por cierto, respecto a lo que estás pasando, es demasiado extraño para mí, aún si pides que te digan Cleo, yo seguiré pensando que eres Adriana al verte, aunque no me dolerá si ella desaparece, yo solo pensaré que cambiaste.

—Es verdad, eres terrible, pensé que eras una niña súper sensible y amiga de todos.

—¿Y qué si no lo soy? Me da igual si creen que soy terrible, yo me conozco y sé lo que hago, que digan que soy mala persona por no sentir afecto por alguien de forma rápida, me da igual, solo a mí me afecta el modo en que soy, ¿No crees?

—Bueno, ¿Y si lastimas a alguien con tus palabras y acciones?

—Pues no pasará nada.

—¿Qué?

Esperaba una respuesta diferente, ¿Quién iba a pensar que alguien como ella iba a decir esas cosas?

—Que no va a pasar nada, después de todo, sea lo que sea que haya hecho ya no puedo arreglarlo, y su lo hago no será igual, esa persona siempre recordará lo que sea que haya hecho, por eso te digo que yo sé quién soy, si digo algo es porque sé lo que estoy haciendo, si la persona se termina lastimando, a pesar de ser mi culpa, no puedo sentirme mal por ello. Solo pediría perdón, serían disculpas sinceras, pero sé que no seré perdonada del todo.

No esperaba ser aconsejada por una chica tan joven, esa forma de decir las cosas me dejó sorprendida, con solo saber que sus palabras me hacían recordar lo que había sucedido, hacía que solo dudara de lo que haría, pero a la vez, me hacía tener más claro lo que tenía que debía hacer.

—Gracias.

—¿"Gracias"? Pero si no he hecho nada.

—Tonta, ahora me avergüenzo de agradecerte, solo di: "de nada". Es fácil de decir, son solo dos palabras.

—¿Es en serio?

La miré mientras asentía con mi cabeza.

—Bueno. De nada.

Volvimos a estar en silencio, fue extraño sentirme bien estando con ella, me pareció más raro que ella me siguiera hablando después de lo que había pasado. Un rato después me despedí de Laura y me fui a mi casa, pero esta vez estaba tranquila. 

 

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