capítulo IX

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Ahora las calles eran tan relajantes para caminar, saber que antes no tuve la oportunidad de ir con total libertad a dónde quería, ni siquiera en el hogar donde vivía.

(...)

—¡Adriana! ¿Cómo es posible que te quieras escapar de aquí? —Gritando fuerte—. ¿Dices eso solo porque tienes que hacer quehaceres?

—No, es porque aquí nadie me quiere —Sollozando—. Nunca me han querido, ¡me quiero ir de aquí!

Siendo tan niña era obvio que llorara diciendo tales palabras.

—Niña, si nadie te quisiera en este orfanato no te daríamos de comer, solo eres una malagradecida, si no fuera por nosotros estarías en las calles llena de hambre o estarías muerta, ahora pide perdón, deberías cambiar esa actitud.

—Perdón, lamento ser tan malagradecida. «Tengo que cambiar, si quiero que alguien me aprecie, tengo que ser diferente, debo ser más fuerte».

En ese lugar tan horrible siempre me maltrataban sacando la excusa de lo hacían para que no fuera tan débil y con un gran descaro me decían que estaba así solo porque me dejaba.

Cuando despertaba, todas las mañanas, tenía miedo de no saber defenderme, esa era la única forma de que me quisieran, ya empezaba a odiarme, no me gustaba el trato que recibía y según yo era mi culpa, en ese entonces tenía ocho años.

Cuando cumplí trece años empecé a olvidar ciertas cosas que hacía, supe que no recordaba cosas porque me castigaban por eso, para mí eran castigos sin razón alguna, yo les explicaba que no recordaba nada pero no me creían, decían que quería librarme de mis castigos, que era una chica muy mentirosa, no hacía cosas malas, solo merecía ser castigada, si se preguntan cuál era mi castigo, no es peor de lo que llegan a imaginarse, me encerraban en un cuarto bastante oscuro, solo tenía una cama y me dejaban de alimentar durante un día entero, a veces duraba más días sin comer nada, solo me salvé ya que algunos chicos de allí me traían agua y pan, creo que me tenían lástima.

En el orfanato tuve una amiga, los recuerdos que tengo sobre ella son muy vagos, tanto como para empezar a creer que tal vez era imaginaria, solo sé que es real porque cuando empecé a olvidar lo que hacía, ella dejó de hablarme, me tenía miedo, allí entendí que lo que hacía en ese lapso de tiempo que no recordaba era muy malo, en ese entonces no me importó mucho, no sabía lo difícil que sería la adultez estando sola.

Por la misma razón nadie me quiso adoptar, cuando se enteraban de boca de las trabajadoras sobre mí adoptaban a otros niños, la razón por la que sé que le contaban sobre mí es porque siempre decían, "Parece que es verdad lo que dicen sobre esta niña", a la vez me miraban con lástima y desprecio.

Incluso en la escuela no me querían, siempre les decían a los maestros que tuvieran cuidado conmigo, según ellos nunca se sabría qué podría hacer, si me enfermaba ellos igual me mandaban a la escuela, para ellos solo estaba mintiendo y actuando.

Mi día más feliz fue cuando al fin cumplí dieciocho años, me dieron algo de dinero, ya que en ese orfanato, siempre que alguien cumplía la mayoría de edad venía el dueño (la verdad nunca supe quién era) a despedir a la persona que se iba y luego nos visitaba a los que aún estábamos allí, ese día fue mi turno y él mismo me consiguió un lugar para vivir, yo seguí estudiando, ya que entré en la universidad a la edad de diecisiete y busqué un trabajo de medio tiempo para mantenerme.

Siempre estuve sola y cuando creía que empezaban a ser amables conmigo, aunque llegara a tener un poco de esperanza de que se quedarían, sucedía lo mismo.

Por esa razón me daba curiosidad saber... ¿Por qué Alexis se quedó conmigo? ¿Por qué no me dejó como los demás? Algo que aprendí a lo largo de mi vida es que todos tienen una razón que les beneficia por la cual actúan, seguro que es igual con él.

El Espejo Roto ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora