Volkvolny

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A L I N A

Se estaba quedando dormida. El olor en la nave era horrible y no la dejaba conciliar el sueño bien. Su mente no podía dejar de repetir la imagen del monstruo. Sus alas, su figura inestable, sus hileras de afilados dientes.

Se aferraba a la esperanza de que podría escapar una vez más del Oscuro. Pero esa esperanza desaparecía recordando una vez más su situación. A Sturmhond lo habían comprado y negaba haberla visitado junto a los gemelos varios días atrás. Genya había elegido a al Oscuro. La chica con un pesado acento, Anne, había salido de la nada y si el Oscuro la tenía cerca solo significaba que era importante y poderos, y estaba igualmente con el Oscuro. Mal y ella estaban separados y solos una vez más. Y aunque escaparan, no tenían a dónde ir.

Lágrimas seguían recorriendo su rostro cuando escuchó el cerrojo y la puerta abrirse. Alina se sentó a la defensiva, sus lágrimas dejando de caer rápidamente y limpiadas con la áspera tela de su ropa. Entre la oscuridad apareció una chica de piel oscura y hermosos chinos negros. Era Anne, pero entró en silencio y pidiéndole lo mismo al poner un dedo contra sus labios.

Se escucharon pisadas de los nuevos soldados que estarían fuera de su puerta. Anne se movió en silencio hasta estar más cerca de Alina. Se sentó sin hacer ruido y se quedó en silencio unos segundos, su mirada en la madera del barco.

—¿Por qué lo odias? —le preguntó sin mirarla, con su acento enmarcando las palabras. Alina se preguntaba de dónde era, ¿en serio me está preguntando eso? ¿Qué no sabe? Se cuestionó Alina, la chica ante el silencio incrédulo siguió hablando bajo—. Entiendo que por Novokribirsk. Pero tú estabas con él desde antes, debías saberlo. ¿Qué más pasó?

—¿Para qué quieres saber? Ya estás con él.

—Él me secuestró y por eso estoy aquí. Y estaría igual que tu si no cooperara... Mira, solo tengo historias y verdades a medias. Dime la verdad. ¿Por qué lo odias? —no le contaban la verdad, este podría ser el momento de Alina de ganar una aliada, o caer en una trampa.

—¿Sabes sobre los amplificadores? —ella asintió—. ¿El de Morozova? —asintió de nuevo—. El ciervo era uno, como sabes, quien mata al amplificador se lo queda. Pero con este amplificador era diferente. El Oscuro mató al ciervo y me puso el amplificador, eso le daba control sobre mi poder. Ese fue su plan siempre. Sabía que me negaría a controlar la Sombra en lugar de eliminarla así que quería tener poder sobre mi.                                       

—¿Aún te controla?

—No. Pero la conexión sigue ahí. Es extraño, no sabría explicarte.

—Sé a lo que te refieres —soltó sin dejar de ver sus manos, Alina no entendía—. Yo... él tiende a amplificarme para que entienda hasta dónde puedo llegar. Aunque, a veces se siente como más... como si mi poder ya conociera el suyo desde hace mucho. —Era extraño. ¿Qué tipo de conexión podría tener esta chica con el Oscuro? Alina no lo entendía. Al parecer la chica era de Ketterdam, de ahí su acento—. Él es más poderoso. Te obligó y ahora te controla. Por Djel... —murmuró más para sí misma y de forma apenas perceptible. ¿Por qué juraría por Djel? ¿No era de Ketterdam?

—¿Sabes qué pasó con los Grisha que no apoyan al oscuro?

—Escuché algunas cosas en Ketterdam —se encogió levemente de hombros—. Algunos lo apoyan, otros desertan por el odio que están recibiendo, otros regresaron a Os Alta. No se sabe mucho. Solo que está a punto de desatarse una guerra civil. Dicen que el rey sigue muy débil.

Hasta que los Mares Sean Polvo || Nikolai Lantsov Donde viven las historias. Descúbrelo ahora