Poder

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E L    O S C U R O

Ella lo miró por largos segundos, dudosa. La chica levantó su mano con cautela y desconfiada, tal vez de él, tal vez de sus poderes. Sus dedos flexionándose como si bailaran al mismo tiempo que la débil bruma blanca aparecía sobre su palma. Él regresó su mirada a su rostro, dulce pero letal. Ella estaba enfocada en su poder en admirarlo. Después desapareció.

Anne se cruzó de brazos y se recargó en el respaldo del asiento. Lo observaba con recelo desde el otro lado del escritorio.

—¿Qué tan lejos estamos de Ketterdam?

—Más de seis días en barco. ¿Una cita? —no había emoción en su rostro, solo sus ojos entrecerrados, mirándolo.

—No tiene caso pelear —dijo en kerch, muy seguramente para sí misma.

—Bueno, Anne, tu y yo tenemos mucho de que hablar.

Ella le asintió tensando su mandíbula. Él la seguía viendo demasiado ansiosa así que la sacó de su camarote y la llevó a ver el mar. Paseándola con orgullo hasta la punta frontal del barco. Anne iba junto a él, pero su mirada fija en el mar, su cabello volando ligeramente por el viento. Había cierta gracia en su caminar, mentón levantado, ojos serios, espalda erguida, segura de cada paso, como si la hubieran criado para ser una chica de la alta sociedad. Anne no había sido más que solo una cantinera. Todos los de la tripulación los observaban él los sentía, siempre podía sentir esas miradas de los demás, algunas llenas de miedo, otras de curiosidad, algunas de respeto.

Se detuvieron en lo más alejado de la proa, ella se recargó en la madera sin dejar de ver al frente. Mordía su labio inferior mientras se abrazaba a sí misma y arrugaba la nariz, seguramente por el terrible olor que tenía la nave ballenera. Él estaba un paso atrás y tenía su vista fija en ella, y en lo que ella podría significar.

—¿Quién eres? —le preguntó él con curiosidad en kerch, esperando hacerla sentir más tranquila si se encontraba en un idioma familiar.

—¿Hablando filosóficamente? —respondió en kerch, él no le contestó, solo la miró serio. Anne suspiró y desvió la mirada a la tripulación, sin enfocarse en nadie—. Una persona secuestrada y enojada, con poca paciencia y un poder que no sabía que tenía.

Cuantas veces había escuchado esa historia. Solo que, por ejemplo, Alina no estaba enojada con él enteramente y no fue exactamente un secuestro, y ella era una cartógrafa.

—Tus padres son Zemeni —dijo en una especie de pregunta y afirmación. Ella levantó los hombros y bajó el rostro.

—¿Importa? —ella guardó silencio, algo mas había, él lo sabía—. Alina Starkov ¿En verdad crees que la encontrarás en Shrifport?

—Sí. Tú misma lo dijiste. Ella huyó.

—Entonces tienes mala suerte con las chicas —bromeó, lo volteó a ver con una sonrisa y una ceja levantada—. Serviría que no las secuestraras.

—Mucha confianza para alguien en tú posición.

—¿Cuál es mi posición? —él permaneció en silencio—. Oscuro —ella pronunció cada letra, con calma, en su mayoría solo lo decían rápido, desesperados por terminar con la palabra, temerosos. Anne lo pronunció tranquila. Su nombre, no, su título—, no puedo estar aquí.

—Anne, no soy tu enemigo —ella soltó una risa y negó con la cabeza. Él se movió, quedando de lado, viendo su perfil—. Escúchame, los Grisha somos refugiados en cada lugar al que vamos, nos cazan, asesinan y esclavizan. Tengo, tenemos que cambiar eso, tú y yo. En Ravka no somos más que soldados y espectáculo. Es hora de que eso cambie.

Hasta que los Mares Sean Polvo || Nikolai Lantsov Donde viven las historias. Descúbrelo ahora