Fantasmas y Cadáveres

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A L I N A

El pequeño navío subía y bajaba, titubeante, balanceándose precariamente de un lado a otro bajo las velas mientras Tamar y la tripulación trataban de controlarlo. La nieve les azotaba la cara en unas ráfagas punzantes, y cuando el casco rozó el lateral de un acantilado, la cubierta se inclinó de modo que salieron todos rodando.

No tenían ningún Agitamareas para que los envolviera en niebla, y Anastasia no estaba ahí tampoco, así que tan solo podían esperar que Baghra les hubiera comprado el tiempo suficiente como para salir de las montañas y alejarse del Oscuro.

Baghra. Los ojos de Alina recorrieron la cubierta y vio a Misha, que estaba pegado al lateral del casco, cubriéndose la cabeza con los brazos. Nadie podía detenerse para darle consuelo.

Se arrodilló junto a Adrik y Genya. Un nichevo'ya le había dado un enorme mordisco en la espalda y Genya estaba tratando de detener la hemorragia, pero nunca la habían entrenado como Sanadora. El chico tenía los labios pálidos, la piel fría como el hielo, y mientras lo observaba empezó a poner los ojos en blanco.

—¡Tolya! —llamó, tratando de no mostrar el pánico en su voz—. ¡Dakarai!

Nadia se giró, con los ojos muy abiertos a causa del terror, y la Garcilla descendió.

—¡Mantennos en el aire, Nadia! —gritó Tamar, por encima del rugido del viento—. ¡Tolya, ayúdalo!

Harshaw fue detrás de Tolya. Tenía un tajo en el antebrazo a medio sanar, tenían a Dakarai trabajando en lo superficial pues no era el mejor para sanar heridas, lo mantenían ocupado para que no se volviera agresivo de nuevo como tiempo antes cuando les gritó a Mal y a Alina por dejar a Anastasia.

Harshaw agarró las cuerdas y dijo:

—Preparado.

Alina podía ver la forma de Oncat moviéndose dentro de su abrigo. Tolya tenía el ceño fruncido. Se suponía que Stigg debía estar con ellos; Harshaw no estaba entrenado para trabajar con las cuerdas.

—Mantenlas firmes —le indicó Tolya. Miró hacia donde se encontraba Mal, en el lado opuesto del casco, aferrando las cuerdas con las manos, con los músculos tensos por el esfuerzo mientras se zarandeaba la nieve y el viento.

—¡Hazlo! —gritó Mal. Le sangraba el muslo por la herida de bala.

Se cambiaron. La Garcilla se inclinó, y después volvió a estabilizarse mientras Harshaw soltaba un gruñido.

—Lo tengo —logró decir a través de los dientes apretados. No resultaba muy reconfortante.

Tolya se agachó junto al costado de Adrik y comenzó a trabajar. Nadia estaba sollozando, pero mantuvo firmes las corrientes.

—¿Puedes salvarle el brazo? —preguntó Alina en voz baja.

Tolya negó una vez con la cabeza. Era un Mortificador, un guerrero, un asesino... no un Sanador. Ninguno era un Sanador.

—No puedo sellar la piel —dijo—, o tendrá hemorragias internas. Necesito cerrar las arterias. ¿Puedes darle calor?

Emitió una luz sobre Adrik, y su temblor se calmó ligeramente.

Siguieron avanzando, con las velas tensas por la fuerza del viento Grisha. Tamar estaba inclinada sobre el timón, con el abrigo hinchándose tras ella. Alina supo cuándo dejaron atrás las montañas porque la Garcilla dejó de temblar. El aire era frío y cortante contra sus mejillas mientras tomaban velocidad, pero Alina mantuvo a Adrik envuelto en luz solar.

El tiempo parecía pasar con demasiada lentitud. Ninguna de ellas quería decirlo, pero Alina notó que Nadia y Zoya estaban comenzando a cansarse. A Mal y a Harshaw tampoco debía irles demasiado bien.

Hasta que los Mares Sean Polvo || Nikolai Lantsov Donde viven las historias. Descúbrelo ahora