Destrucción

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Advertencia: mención de abuso sexual.

A N A S T A S I A

Se pusieron en pie rápidamente.

—¿Qué pasó? —dijo Anastasia, su corazón latiendo apresurado.

—A Sergei se le escapó su nombre real. Parece que las alturas le sientan tan bien como las cuevas.

Genya había jugado un papel clave en el plan del Oscuro para derrocar al Rey. Habían tratado de ser pacientes con Sergei, pero ahora había puesto a Genya en peligro, y también su posición con Nikolai.

Baghra estiró el brazo y agarró el tejido de los pantalones de Alina, señalando a Mal.

—¿Quién es ese?

—El capitán de mi guardia. —dijo Alina.

—¿Es Grisha? —las chicas fruncieron el ceño.

—No, otkazat'sya.

—Parece...

—Oigan —dijo Mal—. Están yendo a llevársela en este momento.

Alina apartó los dedos de Baghra de ella.

—Tengo que irme. Le diré a Misha que vuelva contigo.

Se apresuraron a salir de la habitación, cerraron la puerta detrás de ellos, y corrieron hacia las escaleras, subiéndolas de dos en dos.

El sol se había puesto hacía mucho, y las lámparas de la Rueca estaban encendidas. En el exterior, se apresuraban las estrellas que emergían por encima del banco de nubes. Un grupo de soldados con brazaletes azules se encontraba junto a la zona de entrenamiento y parecían estar a un par de segundos de dispararle a Dakarai, Tolya y Tamar. Sus Etherealki estaban en formación tras los mellizos, protegiendo a Genya y a David. Sergei no se encontraba por ninguna parte. Eso probablemente era bueno, porque así no tenía oportunidad para arruinar más las cosas.

—¡Está aquí! —gritó Nadia cuando vio a los tres. Anastasia corrió hacia Genya tomándola de las manos que temblaban.

—El Rey está esperando —dijo uno de los guardias.

—Pues que espere —soltó Zoya.

Alina pasó un brazo alrededor de los hombros de Genya, para apartarla un poco. No dejaba de temblar y no soltaba las manos de Anastasia.

—Escúchame —dijo Alina, alisándole el pelo—. Nadie va a hacerte daño. ¿Lo comprendes?

—Es el Rey, Alina —había terror en su voz.

—No lo es —dijo Anastasia, tomándola con más fuerza—. Dejó de ser Rey hace demasiado tiempo. Es nada.

—Ya no es el rey de nada —le recordó Alina—. Debes enfrentarte a él.

—Me va a ver... caída en desgracia de este modo...

—Eres fuerte y vales mil reinos Genya. —dijo Anastasia, apretando ligeramente sus manos—. Él es nada.

—No has caído en desgracia. Desafiaste al Oscuro para darnos la libertad, y no voy a permitir que te arrebaten la tuya.

Mal se acercó a ellas.

—Los guardias se están poniendo nerviosos.

—No puedo hacer esto —dijo Genya.

—Sí puedes —motivó Anastasia.

Mal puso una mano sobre su hombro con amabilidad.

—Estamos contigo.

Una lágrima se deslizó por la mejilla de Genya.

Hasta que los Mares Sean Polvo || Nikolai Lantsov Donde viven las historias. Descúbrelo ahora