Libros, Aristocracia y Planes de Guerra

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A N A S T A S I A

Anastasia miraba a lo largo de la mesa, todas caras desconocidas, todos posibles enemigos y espías, todos con diferentes metas. Y todos con expectativas que Alina y Anastasia debían cumplir a la perfección.

Dakarai, Tolya y Tamar permanecieron fuera, a un grito de distancia por si hubiera algún problema, pero Mal se quedó, en parte para reconfortar a Alina. Se sentaba a su derecha y Anastasia a la izquierda.

Sergei se sentaba a la derecha de Mal, con los brazos cruzados hoscamente sobre su pecho. No le alegraba estar sentado junto a un guardia otkazat'sya, y le gustaba aún menos que Alina hubiera insistido en tener una Hacedora a la izquierda, en lo que se consideraba una posición de honor. Era una chica suli llamada Peja. Tenía el pelo oscuro y ojos casi negros, y los bordados rojos de las muñecas de su kefta púrpura indicaban que se trataba de una de los Alkemi, los Hacedores que se especializaban en químicos como polvos explosivos y venenos.

Había otro Hacedor que se sentó más alejado, con las muñecas bordadas de gris. Era un Durast. Trabajaba con cristal, acero, madera, piedra; cualquier cosa sólida. Después estaba Fedyor, y Zoya junto a él, impresionante con el azul de los Etherealki. Frente a Zoya se encontraba el Inferni de piel oscura que había hablado tan furiosamente en su contra el día anterior. Tenía facciones delgadas y un diente partido que silbaba ligeramente cuando hablaba.

La primera parte de la reunión se le dedicó a discutir el número de Grisha en los distintos puestos de avanzada de Ravka y los que podían estar escondiéndose. Zoya sugirió enviar mensajeros que extendieran las noticias del regreso de Alina y ofrecieran indulto total a aquellos que juraran su lealtad a la Invocadora del Sol. Pasaron cerca de una hora debatiendo los términos y las palabras del indulto, tenían que ser cuidadosos para agradarle al Rey. Finalmente, se pusieron de acuerdo con «lealtad al trono de Ravka y el Segundo Ejército». Ninguno parecía contento, así que estaba claro que lo habían hecho bien.

Y fue Fedyor quien sacó el asunto del Apparat.

—Es preocupante que haya eludido la captura durante tanto tiempo.

—¿Ha tratado de contactarte? —le preguntó el Inferni a Alina.

—No —dijo, y hubo escepticismo en su rostro.

—Lo han visto en Kerskii y Ryevost —dijo Fedyor—. Aparece de la nada para predicar, y después se desvanece antes de que aparezcan los soldados del Rey.

—Deberíamos pensar en un asesinato —dijo Sergei—. Se está volviendo demasiado poderoso, y todavía podría estar conspirando con el Oscuro.

—Primero tendremos que encontrarlo —observó Peja. Zoya sacudió la mano grácilmente.

—¿Qué sentido tendría? Parece empeñado en extender las noticias sobre la Invocadora del Sol e insistir en que es una Santa. Y en esparcir historias sobre el origen de los poderes de Anastasia. Ya es hora de que la gente tenga algo de aprecio por los Grisha.

—Por los Grisha no —replicó el Inferni, señalando a Alina agresivamente con la barbilla—. Por ella.

Zoya levantó un hombro elegante.

—Mejor eso a que nos denigren como si fuéramos brujas y traidores —dijo con gracia. Anastasia podría jurar que, en algún punto, Zoya apoyaba o apoyaría al Oscuro.

—Que el Rey haga el trabajo sucio —dijo Fedyor—. Que él encuentre al Apparat y lo ejecute, y que él sufra la ira del pueblo.

Anastasia se sintió ligeramente en Ketterdam, platicando sobre la muerte de un hombre sonaba ligeramente parecido y robar la fortuna de otros, al menos el sentimiento estaba ahí.

Hasta que los Mares Sean Polvo || Nikolai Lantsov Donde viven las historias. Descúbrelo ahora