Príncipe de Ravka

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Tw: mención e intento de suicidio.


A N A S T A S I A

Un recuerdo había inundado la mente de Anastasia. Una pintura. Su padre la había comprado cuando era niña y la había regalado. Hace no mucho Kaz le había pedido información sobre la residencia de un mercader en donde la pintura se encontraba. Era un DeKappel, un paisaje de Ravka, la Sombra. Olio sobre pergamino. Era verdaderamente hermoso y Anastasia de verdad hubiese preferido que la Sombra se quedara en la pintura.

Alina había cubierto todo el Colibrí con luz. La oscuridad los cubría por completo. Anastasia estaba cerca de la orilla, parecía una niña pequeña queriendo alcanzar algo muy alto para ella. Anastasia sentía a la oscuridad ahí adentro. Entonces los escuchó. Ganándole al ruido que hacía el viento contra ellos había un grito, agonizante y atemorizador, un aleteo constante que logró darle a Anastasia el mismo miedo que todos tenían de estar ahí adentro. Volcra.

Sus alas se divisaban levemente al rededor del círculo de luz, empujaban la oscuridad en ondas hacia ellos. Alina extendió más los brazos, alejándolos de la primera comida que ellos tendrían en mucho tiempo.

—No —dijo Sturmhond—. Que se acerquen.

—¿Qué? —dijo Anastasia sin dejar de ver a los volcra.

—¿Por qué? —dijo Alina. Estas criaturas eran depredadores hambrientos, no debían jugar con ellos como si fueran perros.

—Ellos nos dan caza a nosotros —dijo, alzando la voz, asegurándose de que todos escucharan—. Tal vez es hora de que nosotros les demos caza a ellos.

Un grito de aprobación se hizo presente, aullidos y ladridos rodearon a ambas chicas. Ambas se miraron y Anastasia ladeo la cabeza, pensándolo.

—Retira la luz. Anne, protege a Alina.

Alina discutía con Mal, pero Anastasia ya había caminado para estar entre ambos cascos.

—Solo un momento —les insistió el corsario con delicadeza—. Denme el gusto.

—Que le de el gusto —le susurró Alina a Anastasia cuando llegó a su lado—. Como si estuviera pidiendo otro pedazo de tarta.

Anastasia casi suelta una risa. La tripulación las estaba esperando, Tolya y Tamar estaban encorvados sobre sus grandes cañones, preparados. Dakarai estaba a la izquierda de Anastasia con un rifle, él volteó a verla, le guiñó un ojo y se volteó.

—Será divertido —animó Dakarai, pero ella sólo lo vio molesta—. Anda.

—De acuerdo —aceptó Alina a regañadientes—. Pero no digan que no se los advertí.

Mal apareció entre ambas, caminando un par de pasos más, su rifle sobre su hombro. Alina curveó los dedos y círculo de luz se hizo pequeño, contrayéndose al rededor del barco. Los volcra chillaron de emoción. Anastasia levantó las manos, sintiendo el frío cómo una espesa niebla que se abría paso entra la oscuridad.

—¡Del todo! —ordenó Sturmhond.

El Colibrí quedó en penumbra.

—¡Ahora, Alina! —gritó Sturmhond—. ¡Extiéndela del todo!

Alina expandió toda su luz en una gran oleada, dentro de la luz casi amarilla, los volcra estaban suspendidos en el aire. Varios cuerpos grises con alas y retorcidos, largos dientes, ojos con una capa lechosa, ciegos. Anastasia notó el gran parecido con los nichevo'ya, sólo que estos eran más grotescos y los otros eran más inestables.

Hasta que los Mares Sean Polvo || Nikolai Lantsov Donde viven las historias. Descúbrelo ahora