A L I N A
Ella seguía de rodillas, con las manos aferradas a la madera de la ventana y la frente presionada contra los tablones de madera de la pared de la casa de huéspedes. En el exterior ella podía oír el débil tintineo de las campanas de oración. Dentro no había ningún sonido salvo su aliento entrecortado, sus sollozos ásperos mientras el látigo seguía cayendo, mientras inclinaba la espalda y lloraba. Así fue como la encontraron.
Ella no escuchó la puerta abriéndose, ni sus pasos mientras se acercaban. Tan solo notó unas manos suaves que la sujetaban. Zoya la sentó en el borde de la cama, y Tamar se situó junto a ella. Nadia le pasó un cepillo por el pelo, deshaciendo los enredos cuidadosamente. Genya le lavó primero la cara y después las manos con un paño que había mojado en la tinaja. Tenía un débil olor a menta.
Se quedaron ahí sentadas sin decir nada, todas apiñadas a su alrededor.
—Tiene a los estudiantes —explicó con voz plana—. Veintitrés niños. Tiene a Anastasia. Mató a los profesores, y a Botkin. —Mató a Ana Kuya, una mujer que no habían conocido. La mujer que la había criado—. Mal...
—Nos lo contó —dijo Nadia con suavidad.
Una parte de Alina esperaba culpa o recriminación. En lugar de eso, Genya apoyó la cabeza sobre su hombro, y Tamar le apretó la mano.
Ella se dio cuenta de que aquello no era solo consuelo. Se estaban apoyando en ella, al igual que Alina se apoyaba en ellas, en busca de fuerza.
He vivido una larga vida, llena de dolor.
¿Habría tenido amigos así el Oscuro? ¿Gente a la que quisiera, que luchara por él, que se preocupara por él, que lo hiciera reír? ¿Gente que se había convertido en poco más que sacrificios para un sueño que los había sobrevivido?, se preguntó.
—¿Cuánto tiempo tenemos? —quiso saber Tamar.
—Cinco días.
Alguien llamó a la puerta. Era Mal, y Tamar le hizo sitio junto a Alina.
—¿Muy mal? —preguntó.
Asintió con la cabeza. Ella todavía no era capaz de decirle lo que había visto.
—Tengo cinco días para entregarme, o volverá a utilizar la Sombra.
—Lo hará de todos modos —dijo Mal—. Tú misma lo has dicho. Encontrará un motivo.
—Tal vez logre comprarnos un poco de tiempo.
—¿A qué precio? Estabas dispuesta a entregar tu vida —añadió en voz baja—. ¿Por qué no me dejas hacer lo mismo?
—Porque no podría soportarlo.
Su expresión se endureció. Volvió a tomarle la muñeca, y ella volvió a sentir aquella sacudida. La luz cayó en cascada tras sus ojos, como si todo su cuerpo estuviera listo para abrirse con ella. Había un poder ignoto tras aquella puerta, y la muerte de Mal sería lo que la abriera.
—Podrás soportarlo —dijo—. Si no, todas estas muertes, todo lo que hemos sacrificado, habrán sido en vano.
Genya se aclaró la garganta.
—Eh... La cosa es que a lo mejor no tienes que hacerlo. David tuvo una idea.
—En realidad, fue idea de Genya —señaló David.
Todos estaban apiñados alrededor de una mesa bajo un toldo, bajando un poco la calle desde la casa de huéspedes. No había restaurantes de verdad en aquella parte del asentamiento, pero habían montado una taberna improvisada en un solar quemado. Había lámparas sobre las mesas desvencijadas, un barril de madera de leche dulce fermentada, y carne asándose en dos barriles de metal como los que habían visto aquel primer día en el mercado. En el aire flotaba un denso aroma a humo de enebro.
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Hasta que los Mares Sean Polvo || Nikolai Lantsov
ФанфикAnastasia ha reconstruido su vida una y otra vez. Fue elegida por la Creación del Corazón del Mundo para pelear y ayudar a mantener el equilibrio. Es su deber involucrarse en una guerra que no es suya y asegurarse que se termine, aún si eso le cuest...