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No tuvo ni tiempo de procesar la información cuando ya se veía corriendo nuevamente a la casa de esa mujer, ella sabía más que cualquiera, se le notaba.

Entró al hogar cuando la puerta fue abierta y se sentó en una silla que le ofrecía la mayor.

— ¿Sucedió algo?

— Unos lazos negros que se transforman en dorados y cuando toman ese color dan descargas eléctricas, nadie estaba cercas ¿Siquiera eso es posible?

Los ojos de la mujer se engrandecieron con la información, no creía en lo que escuchaba e incluso creía que el menor estaba alucinando pero al ver sus ojos llenos de miedo supo que estaba siendo honesto con lo que decía.

— No, ni en toda mi vida he escuchado una magia igual ¿Dónde está?

— En los cultivos, a la lejanía, puedes venir conmigo si te da curiosidad

La curiosidad ganaba en los dos y así fue que se acompañaron mutuamente para presenciar dicho fenómeno, cuando llegaron a la escena los lazos aún eran dorados pues no había apagado el aparato que hacía posible el mecanismo, Gen tomó con algo de inseguridad un pedazo de tela y lo lanzó escuchando un choque eléctrico como respuesta.

Se asustaron y, sin quererlo, chocaron uno con el otro al intentar huir, al darse cuenta de su actitud suspiraron al mismo tiempo y se sentaron en el pasto.

— No parece magia

— Tienes razón, parece algo más parecido a una herramienta

— ¿Esa palanca de ahí qué hace?

— No lo sé pero cuando jale de ella los lazos se volvieron dorados

— Voy a jalar de ella otra vez si no le molesta, mentalista

— Sí pero ten cuidado

La mayor se levantó con dificultades y ayuda del menor, al estar de pie evito a toda costa los lazos dorados y jaló de la palanca nuevamente; los cables volvieron a tener un color negro.

— Parece que es un juguete del jóven mago

— ¿Cómo un juguete?

— ¿Recuerda que le dije hace poco que él jugaba mucho por aquí? Bueno, solía hacer éste tipo de cosas con ayuda de nuestro artesano

— Entonces fue él ¿Qué edad tenía cuando empezó a hacer "juguetes"?

— Unos seis años tal vez

Asagiri quedó atónito a lo que escuchaba, lo tomó como un juego y rió suavemente pero al notar el rostro de confusión que le dió la adversa se detuvo en seco. No podía creer que un niño de seis años pudiera hacer algo que un adulto no.

Miró nuevamente ese enorme monstruo llamado juguete, según la misma mujer, para el bicolor eso no era nada parecido a un juguete y le daba mucha curiosidad cómo alguien tan capaz pudo terminar siendo simple ceniza; algo no cuadraba y quería saber qué era.

Un Hechicero de Magia OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora