Capítulo 26

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⠀⠀⠀   "Nada hay tan engañoso y perverso como el corazón humano".
  ⠀⠀⠀ Jeremías 17:9


Cuando una persona demuestra ser débil, se dice que es la más prominente a sufrir desastres. O cuando aquel ser se cansa, él mismo comienza a dañarse para sentir lo que una vez le hizo vivir.

Para Yun, vivir bajo un mando donde su único lugar tranquilo es su sueño, es lentamente agotador. Toda su vida la pasó recibiendo órdenes y críticas, su propia fortaleza física se vio afectada por terceros que se aprovechaban de esa imagen frágil y de esa diferencia que mucha gente podría llamar exótica. Sus ojos oscuros reflejaban el mundo visto desde una perspectiva distinta, uno donde él pudiese ser libre; uno donde sus acciones las haga a conciencia sin arrepentirse al segundo de haberlas cometido. Jamás imaginó estar en una posición donde la grandeza de la envidia inunde su ser, él creó su propia imagen en esa iglesia, en esa cárcel de sufrimiento donde reinaba de todo menos la paz. Cuando conoció a Gustabo, creyó haber encontrado a alguien igual a él; alguien que también vestía con esa capa de culpa y miedo. Pero al pasar el tiempo, los días, las noches y las épocas del año, no encontró nada más que celos y envidia.

Yun era joven, demasiado joven. Se sabe que viene de una familia asiática que reside en la ciudad, una familia cristiana y con el sueño de tener un hijo sacerdote. Fue enviado a ese lugar para librarlo de tentaciones que le interrumpan su proceso para convertirse en eclesiástico en un futuro, he ahí el por qué siempre demostraba una faceta pulcra, amable y justa. Faceta que ni él se creía.

Ver a Gustabo golpeando a un joven le causó alegría por creer que comenzaba a ser alguien diferente, jamás le importó más allá de su compañía y de su utilidad a la hora de él buscar protección. Usaba a aquel rubio como una fuente se satisfacción propia, una que por sí solo jamás encontraría. Fue un gran error haber estado presente en aquel acto tétrico bajo la luz de la noche, pues temió haber sido descubierto cuando su mejor amigo supo que él fue el mensajero de aquella acción.

Toda su vida jugó al ser débil y empático cuando en realidad eran mucho esos adjetivos para alguien como él. Aquella vez, días después del incidente, ver a Gustabo con marcas en los brazos le pareció justo y necesario, tal vez hasta menos por tratarse de alguien como él. Tanto Gustabo como Volkov se preguntaban por qué de entre todos, Yun era al que nadie tocaba, al que nadie veía o asustaba.

No era más que su relación con el sacerdote Armando, quien muy encantado, buscaba convertir a ese adolescente en alguien como él. Esa fascinación por crear su reencarnación se convirtió en una donde el más joven aceptaba y tomaba todo aquello como su pase de escape. Era cierto que los rumores volaban entre los demás chicos cuando Conway fue asignado como cuidador de un hombre, pero eran sólo rumores banales y efímeros que nadie se preguntaría si aquella relación afectiva de guía-seguidor era algo romántico o vulgar; rumores que Yun comenzó al divagar por los comedores, al hablar con sus compañeros y al hacerse conocido de la persona que quería abusar de su mejor amigo.

Cuando Yun vio a Gustabo feliz y supo que Volkov lo había elegido a él para librarlo de aquel lugar justo cuando se enteró que su fiel amigo compartía mesa con una persona que les hizo la vida imposible por años, la furia se apoderó de él convirtiéndolo en alguien frío y multifacético. Era bien sabido que Lamar mostraba tendencias asquerosas donde su único objetivo era fornicar con un chico. Entre todos, él era alguien que iba de visita por cortas temporadas, no era alguien que residía permanentemente en los cuartos de la iglesia, y por eso, jamás se le pasó por la cabeza recibir un castigo del mismo calibre que Gustabo debía recibir según las órdenes del eclesiástico mayor.

Aquella imagen que Yun tenía de Lamar se convirtió en su boleto de escape donde la estadía de Gustabo podía ser para siempre si todos se enteraban de la verdad, si todos se enteraban que se aprovechaba de un pobre sacerdote que sólo intentaba ayudarlo en el nombre de Dios. Y al enterarse el monseñor de eso, Volkov podría llevarlo a él y dejar al pecador bajo las llamas del castigo.

Por eso no dudó en seguir hundiendo a su "amigo" cual vil humano, y cuando Gustabo le contó la verdad, una llama de estupefacción bañó su rostro; rostro el cual Conway admiró con sorpresa aquella vez que Gustabo susurraba palabras sobre la oreja de quien consideraba su mejor amigo.

Todo se volvió real, aquellos rumores que esparció cobraron vida, pero a diferencia de muchas desiciones y acciones en su vida, esta le costaría muy caro, pues a pesar de haber visto a Gustabo como alguien que pueda usar para su protección y bien propio, ahora había arruinado mucho más que eso, había arruinado su propia vida de tranquilidad a cambio de hundir a alguien más.

No tomó en cuenta que Armando usaría aquello para echarlo de la iglesia y mandarlo a otro sitio, que Volkov se iría gracias a su propio esfuerzo y que él se quedaría a seguir sufriendo, pues tarde o temprano todo se vendría abajo al saber que mandó al peor de los sacerdotes a la iglesia después de mirar a su mejor amigo entrar con la mayor de las sonrisas que un pobre enamorado podría tener.

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