SIGH

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El sabor a café amargaba su boca y también su ataedecer. Nunca le había gustado el sabor y siempre trataba de opacarlo; jamás se imaginó que la amargura que albergaba su boca le traería tantos recuerdos. Sus ojos miraban sobre el ventanal, sus delicadas manos deliniaron el marco de manera que rechinaba cada que deslizaba hacia abajo los vidrios para que así, la luz del atardecer dejara de entrar a su fría habitación.

Gustabo estaba viviendo en un departamento que escurría aserrín por las puertas. Cada mañana escuchaba el trotar de las carrozas y a las mujeres despedirse de sus hijos que iban al colegio. Habían pasado meses desde que su vida cambió.

No era la que siempre soñó, mucho menos la que imaginó. Su boca se torcía cuando recordaba su pasado.

¿Jack lo estaría buscando? ¿Lo habría olvidado?

En las noches, rodaba sobre su cama mientras se deslizaban lágrimas por su rostro sonrojado. Había olvidado cómo era su olor, ¿él recordaba el suyo?

La insignificancia de sus pensamientos consumían sus ánimos. Pero jack jamás podría ser olvidado, por más que lo arrancara de su corazón, siempre volvía. Las flores le recordaban a él, las inglesias retumbaban cuando pensaba en él y su mente no descansaba cuando su nombre se repetía.

Gustabo había cambiado. Su cuerpo había dejado de ser tan débil, vivía de una mejor manera junto a Viktor. Ambos sobrevivían y nunca se separaban, el cariño se convirtió en una fraternidad que los ayudó a salir adelante todo ese tiempo. Gustabo creía que con él, podría vivir en paz y tranquilo. No sabía nada de su madre o de personas que había dejado atrás y tampoco se sentía culpable, ahora, tenía la oportunidad de estudiar y cambiar.

Después de tanto tiempo, decidió continuar sus estudios, se sentía apenado por la diferencia de edad que podría tener con respeto a sus futuros compañeros. Las inseguridades parecían haber revivido después de haberlas enterrado, y estando a horas de entrar por las puertas de aquella universidad, se cuestionó si era buena idea intentar algo nuevo. Al mudarse a la ciudad, se dio cuenta de lo mucho que se había perdido por haber nacido en un pueblo.

Le abrumaba la gente, también el conocer a personas nuevas, aquella cicatriz en su mente picaba, ¿y si no lograba agradarles? Estudiar antropología era algo que nunca se le pasó por la mente cuando era joven, pero cuando Viktor lo llevó a la biblioteca y le enseñó las oportunidades que tenía, le pareció muy interesante lo que el hombre había construido socialmente, tal vez ahí encontraría la respuesta a todas las dudas que tenía.

Los sacerdotes que estuvieron en su vida habían hablado sobre ello, pero, ¿todo lo que había escuchado era totalmente cierto?

Miró el edificio antiguo frente a él y el color le recordó al café con leche que bebía todas las mañanas. Viktor estaba a su lado y tomándolo del hombró, lo hizo caminar junto a él.

-Tranquilo, si no es lo tuyo, puedes probar algo diferente...

-Lo sé, simplemente me asusta lo nuevo -Gustabo lo miró. Sus ojos azules parecían cristalizarse, su cabello rubio se movía por el viento y sus cachetes sonrojados le daban vida. -Pero es parte de vivir, ¿no?

Viktor sonrió y asintió.

La gente comenzó a esquivarlos para entrar. El reloj marcaba las siente de la mañana y Gustabo se encogía ante las personas que caminaban junto a él.

El tiempo pasó y poco a poco la entrada del edificio quedó vacía, los estudiantes estaban adentro. El reloj se movía y marcaban los primeros quince minutos de la hora y Jack corría lo más rápido que podía mientras sostenía un maletín y cuidaba que su cabello no se moviese de lugar. Estaba sudando y su primer día de trabajo no iba a ser el mejor de su vida. Entró al edificio y buscó la sala de profesores que se encontraba a la izquierda de la entrada, ni siquiera se dio el tiempo de admirar lo enorme que era el lugar ni que varios estudiantes lo miraron extrañados y uno que otro sorprendido.

Admiraban lo atractivo que era ese nuevo profesor. Dejó sus cosas en una repisa de madera que tenía su nombre y se volvió para encontrar su salón de clase. El papel en sus manos decía el número catorce y muy bien marcada la palabra "Filosofía" en él.

Sus estudios parroquiales le daban la ventaja de poder ejercer como profesor, su nivel de conocimiento era suficiente para ser parte de aquellos que requerían un grado más de nombramiento, y Jack se las había ingeniado para conseguir trabajo de unos cuantos días en la ciudad.

Después de nueve meses de su llegada, aún tenía el mismo objetivo, pero su situación económica lo había obligado a ejercer.

Pasaba por las puertas fijándose en el número de las aulas, los alumnos lo miraban sorprendidos y los ojos hacia él duraban lo suficiente para que Jack se diera de lo mucho que estaba llamando la atención. Pero desconocía las aulas y su ordenamiento. Y cuando se detuvo en una porque estaba aquel número, Gustabo lo miró desde su lugar con ojos bien abiertos, su mundo se había detenido, su corazón se aceleró y por un momento, sintió lo que era estar realmente vivo.

¿Jack?

Su cabello negro lo delataba, sus manos, sus ojos, su postura...

Gustabo necesitó más tiempo, y ahí estaba él...

El amor de su vida frente a sus ojos.

Jack torció la boca cuando no era el área que buscaba, pero sí el número.

Suspiró.

Se había equivocado. Se alegraba solo estar de paso en aquella enorme universidad.




















¡Hola! ¿Me recuerdan? Esto no es nada más que una presentación a un nuevo proyecto que vengo creando. Después de tantos mensajes, decidí que podría darle más oportunidad a esta historia que siempre ha estado en mi cabeza, ya que amo a esta pareja y me encanta escribir sobre ellos. Sé que es corta esta presentación, pero es para darles un poco de contexto para lo que se viene. Claramente será en otro fanfic como una segunda parte para ya dejar en paz el contenido de esta. El nuevo ya está en mi perfil y dejaré el link por aquí para que estén pendientes de lo nuevo.

¡Gracias por el apoyo!

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