41. El deseo de quien anhela algo durante mucho tiempo

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Carlos tragó saliva y observó el cuerpo desnudo de Marina. Pocas veces tenía la oportunidad de verlo por completo porque casi todos los momentos calientes que compartieron fue con parte de la ropa puesta. Se acercó sin quitarle los ojos de encima.

―¿Has terminado ya? ―preguntó cuando estuvo frente a ella, con la mirada puesta en sus ojos marrones.

―¿Quieres acompañarme?

Su pregunta denotaba lo ansiosa que estaba por sentir el cuerpo de Carlos cerca del suyo; su tono de voz sugerente lo invitaba a hacerlo.

―Será mejor que no ―respondió, tragando saliva de nuevo―. Es posible que nos quedemos demasiado tiempo aquí y en ese caso no podríamos ir a comprar tus juguetes.

―Entonces tú te lo pierdes.

En realidad sabía que no, que en cualquier momento podrían compartir ducha y hacer lo que se les antojara en ella, pero no en esa ocasión. Él tenía razón, estaban en Lanzarote y no podían desaprovechar la oportunidad de conocerla, aunque esa tarde solo fueran a la tienda erótica y al lugar que le recomendó Elena.

―Me quedaré aquí para ver cómo te duchas.

Aquello la sorprendió, pero no dejó que él lo viera en su rostro.

―Como quieras ―dijo mientras cogía la alcachofa y se echaba agua de nuevo.

Al enjabonarse no perdió detalle de cada reacción en Carlos, que se limitaba a observar cómo lo hacía mientras se tocaba por encima de la ropa.

―No lo hagas... No te toques ―le ordenó.

Solo le ponía a prueba para saber si la tomaba en serio y, para su sorpresa, lo hizo. Dejó de tocarse para apoyar las manos en la superficie del mueble, así evitaría la tentación. Marina esbozó media sonrisa y abrió de nuevo el grifo para que el jabón desapareciera de su cuerpo. Minutos después salió y se enrolló la toalla. Carlos se cruzó de brazos.

―No es justo que tú estés satisfecha y yo tenga que esperar ―comentó, intentando que no se notara que estaba bromeando.

―Lo estoy de manera momentánea, Carlos. ―Se cruzó de brazos también―. Después volveré a ponerme cachonda y necesitaré satisfacerme de nuevo. Además te aseguro que me lo agradecerás.

Bajó los brazos y se acercó, cogiendo la toalla para que no se le cayera. De puntillas, agarró su barbilla con la mano derecha para darle un beso fugaz antes de irse a la habitación.


···


«Cuánto cambia Marina una vez que la conoces, sobre todo en la intimidad». Los pensamientos de Carlos iban de un lado a otro mientras caminaban por las calles cercanas a la vivienda. No querían alejarse demasiado por si acababan perdidos, aunque tenían la suya apuntada por si tenían que introducirla en el GPS. Observó a Marina mientras le hablaba con entusiasmo sobre la posibilidad de ir a un lugar a bailar. Había cambiado tanto y apenas se había dado cuenta hasta ese momento. Sonrió mientras notaba que el ritmo de su corazón se aceleraba poco a poco, un poco más cuando ella le dedicó una de esas sonrisas que lo desarmaban. Cogió su mano y la apretó un poco mientras continuaban con su camino, aunque Marina permaneció en silencio unos segundos tras ese gesto. Él solo sonrió.

―Entonces ¿prefieres que vayamos antes a bailar?

―Mejor, ¿no? Ya luego nos acercamos a hacer las compras y regresamos. No creas que he olvidado lo que haremos luego.

Ni siquiera le asombró que ella no se sorprendiera por su pregunta, aunque estaba seguro de que no sabía nada sobre su aprendizaje con Elena y su marido.

Fragancia de azaharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora