48. Una conversación necesaria

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Al día siguiente, Marina visitó a Álex con la intención de pedirle disculpas. Él la recibió con una sonrisa y eso hizo que se sintiera un poco más culpable.

―Me sorprende tu visita, hoy no teníamos planeado ensayar ¿verdad?

―No, pero no podía dejar las cosas tal cual.

―¿Te refieres a lo del viernes? ―preguntó mientras cerraba la puerta.

―¿A qué otra cosa podría referirme? Mi padre debió tener en cuenta tu presencia antes de decir todo eso. Me siento tan avergonzada. ―Hablaba tan rápido que tenía la impresión de que Álex no la entendería.

Pero sí lo hizo.

―Tú no tienes la culpa de nada, Marina. Ni siquiera tu padre o Carlos. Yo elegí ayudarte sin importar las consecuencias, aunque no imaginaba lo que sucedería.

―Eres un buen amigo, Álex.

Él permaneció en silencio un rato, avanzó hasta el salón y después se giró hacia Marina.

―Ojalá pudiera ser algo más para ti. ―Encogiéndose de hombros, suspiró.

Desvió la mirada hacia el suelo.

―¿Qué quieres decir?

De nuevo se hizo el silencio entre los dos. Ni siquiera la televisión estaba encendida para aplacarlo.

―Creía que quedaba claro lo que había empezado a sentir por ti, Marina. ―Levantó la cabeza para contemplarla. Ella no dio muestra de sorpresa ante lo que dijo―. No veo que te haya sorprendido, pero aun así me preguntas que qué quiero decir. No te entiendo, Marina. ¿Qué pretendes?

En ese momento la que se quedó callada fue ella, pero solo unos segundos.

―Desde el principio sabías que yo no tenía ojos para alguien más que no fuera Carlos.

―Sí, pero mi corazón debe de ser idiota. ―Chasqueó la lengua antes de levantar la mirada hacia ella―. Por mucho que he intentado no fijarme en ti, no sentir esto que siento, ha sido imposible. Hay algo en ti que me gusta mucho, algo que he visto en pocas chicas...

―¿Y Jimena? ―cuestionó Marina al recordar que había estado quedando con ella durante esas semanas.

―Aún nos estamos conociendo. No puedo asegurarte ni que me gusta ni que no me gusta porque aún no siento esa chispa que sí sentí contigo, pero creo que la cosa va por buen camino. Estoy poniendo todo de mi parte.

―No quisiera que ella sufriera, ¿sabes? No ha tenido buenas experiencias porque la mayoría de los chicos que han salido con ella lo han hecho por su dinero o por su físico. Espero que tú no hagas lo mismo que los otros.

Álex apretó los puños.

―Jamás haría algo así.


···


Carlos salía de la ducha cuando escuchó el timbre. Terminó de secarse el pelo con la toalla y la apoyó en su hombro antes de asomarse a la mirilla. Sorprendido, abrió la puerta. Los dos se miraron a los ojos antes de que la invitara a entrar.

―Dame unos minutos.

Alejandra asintió y esperó sentada en el sofá. Observó a su alrededor la decoración austera con fotos distribuidas de manera uniforme por los muebles de la estancia. Motivada, se levantó y se acercó a ver algunas en las que salían ella, Alberto y Carlos, los tres sonrientes en su época universitaria. También vio otras en las que solo estaba él delante de algún monumento o incluso fotos en las que aparecían los tres con las dos niñas cuando eran pequeñas. Suspiró mientras contemplaba una de esas últimas.

―Seguro que estarás pensando en lo mucho que han cambiado las cosas desde entonces ¿no? ―comentó Carlos cuando volvió al salón y la vio con el marco en las manos.

Alejandra se sobresaltó y luego se irguió para desviar su mirada hacia él.

―Siempre has sido un buen amigo y aún lo sigues siendo. Me conoces tanto que hasta puedes leerme la mente.

Avanzó de nuevo hasta el sofá para sentarse. El profesor la acompañó.

―¿Desde cuándo? ―preguntó la mujer.

Carlos supo a qué se refería sin que ella tuviera que formular la pregunta completa.

―No lo sé. Por mucho que le doy vueltas no logro encontrar el momento exacto en el que pasó. Solo sé que ocurrió y que no puedo hacer nada por evitar lo que siento. No puedo ni quiero.

La mujer cogió la mano de Carlos para acariciarla en un gesto fraternal.

―Te conozco desde hace tanto tiempo que sé que vas en serio con mi hija, pero también soy consciente de la diferencia de edad que hay entre vosotros. Así como no quiero que le hagan daño a Marina, tampoco quiero que lo hagan contigo. Lo que te pasó con Belén...

―Eso ya está olvidado ―la interrumpió él― y sé que Marina no es como ella. Por desgracia le hice daño casi al principio porque no estaba seguro de si esto era lo que merecía Marina o si merecía la pena intentarlo. Reconozco que ella fue quien me convenció, estaba más dispuesta que yo a intentarlo, pero no quería llevarlo en secreto justo por lo que está pasando con Alberto.

Alejandra mantuvo su vista centrada en él.

―Lo que a él le ha dolido, aparte de lo obvio, es que no confiaras en él antes y le contaras lo que pasaba. Sientas lo que sientas por Marina podrías habérselo contado, aunque no buscaras su consejo. Ya sabes que él te hubiera dicho que te alejaras de ella por vuestro bien, aunque Alberto no sabía que nuestra hija sentía algo por ti.

Carlos exhaló un suspiro.

―Supongo que tienes razón, pero no hubiera sabido cómo sacar el tema. ¡Es Marina! No podía decirle directamente que estoy...

Cerró la boca antes de terminar la frase.

―¿No podías decirle que estás enamorado de ella? ―insistió.

Él movió la cabeza de un lado al otro y después bajó la mirada.

―Después de su reacción en la última cena creo que no me habría creído si se lo hubiera contado hace tiempo. Y de ser así quizá me habría dado otro puñetazo.

―O quizá no.

Alejandra se encogió de hombros cuando él alzó el mentón.

―Sea como sea ya es tarde para eso. ¿Crees que podrá perdonarme algún día?

―Dale tiempo y verás como muy pronto será como si nada hubiera pasado. ―Esbozó una sonrisa.

―Lo dudo porque yo seguiré estando con Marina, pero espero que pronto lo asimile. Estoy enamorado de ella y es algo que tendrá que entender tarde o temprano.

Al ver la cara de su amigo, Alejandra lo acercó para abrazarle. Acarició su espalda con lentitud durante unos instantes.

―No te preocupes. Si es necesario que intervenga, lo haré. Lo importante es que Marina sea feliz y tú también.

―Muchas gracias. ―Sonrió mientras cerraba los ojos con fuerza.

Durante un rato permanecieron abrazados hasta que se separaron y Carlos la invitó a tomar algo. Sin embargo, ella se despidió porque tenía que volver al trabajo.


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