2. El chico nuevo de la academia de baile

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Al día siguiente por la mañana, tan puntual como siempre, acudió a la academia de baile. Mientras trabajó como becaria solo iba los sábados, pero como ya terminó su contrato decidió ampliar la matrícula para acudir algún día más. Antes de ir a la sala, habló con la chica de la recepción y en pocos minutos arregló los papeles. A partir del lunes acudiría a clases de kizomba como hasta ahora, pero también retomaría el ballet y aprendería también a bailar con tacones.

Nada más entrar en la sala dedicada a kizomba, solo encontró a un chico de pelo negro que parecía estar calentando. Soltó sus cosas en el sitio de siempre y caminó hasta el centro para acercarse al desconocido.

—Hola —saludó, llamando su atención.

Él se giró y sonrió al verla. Tenía los ojos marrones y algunas pecas en el rostro que le conferían cierto atractivo.

—Hola —dijo mientras se acercaba a ella—. Álex, encantado.

—Marina. —Se dieron dos besos—. ¿Eres nuevo?

—Sí, cambié de academia cuando la mía cerró —explicó el chico.

—¿Y bailas kizomba también?

—Sí, aunque no tenía una buena pareja de baile... —reconoció.

—¿Te gustaría bailar conmigo a modo de calentamiento mientras llega el resto? —le propuso Marina.

Álex la miró con una media sonrisa y, halagado, aceptó. La chica se acercó al equipo de música, lo encendió y buscó una canción. Cogió el mando y se lo llevó para poner la canción desde lejos.

—¿Preparado?

—Siempre lo estoy.

Marina pulsó el botón de play, guardó el mando en el bolsillo trasero de su pantalón y durante los primeros segundos de la canción permanecieron callados, mirándose. En cuanto el ritmo de Rebound Chick se hizo presente en la sala, los dos acortaron la distancia y pegaron sus cuerpos. Ella se aferró a la nuca de Álex mientras con la otra mano agarraba la de él y empezaron a mover las caderas y las piernas poco a poco, tal y como la música marcaba. Marina pegó su frente a la masculina y cerró los ojos unos instantes para dejarse llevar.

—No lo haces nada mal —comentó ella, separándose para mirarlo.

—Tú tampoco —aseguró Álex con una sonrisa.

Continuaron con el baile, pegando sus cuerpos y separándolos después, de forma continua. La chica sintió un feeling que no había notado con ninguna otra pareja de baile hasta el momento.

Minutos después, la canción terminó y ellos acabaron con las frentes pegadas, sudando y jadeando por el esfuerzo realizado. Escucharon aplausos y los dos se sorprendieron al ver que el resto de los alumnos de kizomba, así como de otras especialidades, los vieron bailar sin mediar palabra. Habían estado tan ensimismados y concentrados que no se percataron de que en algún momento dejaron de estar solos.


···


Al terminar la clase, Elena, la profesora de kizomba, pidió a Marina y a Álex que se quedaran. Cuando el resto de los alumnos se marcharon, la mujer habló:

—Hacía mucho tiempo que no veía tanta química entre una pareja de baile... sin conocerse.

De no ser porque su piel escondía los rubores, los dos habrían podido ver lo sonrojada que Marina estaba ante esas palabras.

—Voy a cambiarte de pareja, Marina —agregó con una sonrisa y mirándola directamente.

—¿Estás segura? Llevo ya mucho tiempo con Andrés...

—Pero con él no tienes esa química especial que he visto que tienes con él. —Señaló a Álex, que permanecía callado al lado de Marina—. El lunes le comunicaré a Andrés que ya no bailará más contigo. —Miró a Álex para preguntarle—: ¿Estás de acuerdo con la decisión?

—No tengo nada que objetar —respondió con una sonrisa.

—Entonces está decidido. —Elena sonrió de nuevo—. ¿O tienes algún problema?

—No, de hecho veo bastante bien el cambio —aseguró Marina.

—Estupendo, tengo muchos planes para vosotros...

Y sin que ninguno de los dos pudiera añadir algo más, Elena se despidió y los dejó solos en el aula.

—Qué será lo que está planeando... —murmuró ella.

—¿Decías?

—Nada, nada. ¿Vienes a tomar algo antes de irnos o tienes prisa? Si vamos a ser compañeros de baile tendremos que conocernos mejor, así el feeling será mayor. —Le guiñó el ojo.

—Estoy de acuerdo, ¿has pensado en algo?

—Improvisemos.


···


No tuvieron que alejarse mucho de la academia para encontrar un bar en el que tomar algo; el centro de la ciudad estaba lleno de ellos. Se sentaron en el interior porque no había terraza, pero la temperatura era agradable. Con las bebidas ya en la mesa alta, sentados uno frente al otro, comenzaron a hablar.

—¿Siempre te ha gustado el baile? —preguntó ella.

—Desde pequeño, sí. Empecé con ballet hasta que descubrí la salsa y luego kizomba. Desde entonces estoy más enfocado en los bailes latinos, me apasionan.

—Interesante. —murmuró.

—¿Y tú?

—Desde los catorce años. Me obsesioné con la danza del vientre y mis padres me apuntaron a una academia especial para aprender. Cuando sacié mi curiosidad y aprendí lo suficiente, decidí hacer lo mismo con otros estilos y seguir con el ballet, aunque he tenido mis épocas de abandono, por decirlo de alguna forma... El ballet me relaja, pero disfruto más con kizomba, la verdad.

—¿Alguna vez has ido a alguna competición? —Al ver que ella negaba, continuó—: Yo sí. La profesora que tuve se empeñó en que mi pareja y yo estábamos preparados para eso, pero no era así. Quizá por eso no me entristeció que la academia cerrara porque así me libré de ella...

Marina se quedó mirándole con la sensación de que había algo más que no le contaba, pero no insistió. Si llegaban a estrechar más su relación, ya llegaría el momento en el que terminara de sincerarse.


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