31. ¿Cómo saber lo que es el amor?

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Guardarlo en secreto. Carlos no dejaba de pensar en esa frase y, sin embargo, no era capaz de resistirse. Tenía que hablarlo con alguien, especialmente con Elena, a la que dejó plantada en el interior de la discoteca por hablar con Marina en privado. «En realidad no la dejé sola porque estaba con su marido, pero como si lo hubiera hecho», pensó mientras la esperaba en su casa. Minutos después el telefonillo sonó y supo que era ella. Le dio al botón para abrir el portal y la esperó al lado de su puerta, ansioso. Parecía un adolescente que experimentaba su primer amor, pero aquella época para él quedaba muy lejana. El sonido del timbre lo despertó del pequeño trance y se asomó a la mirilla antes de abrir.

—Pasa —la invitó con una sonrisa.

Elena entró y Carlos cerró tras ella.

—Veo que las cosas cambiaron anoche con Marina ¿eh? —comentó la mujer, divertida, mientras avanzaba hacia el salón y en concreto hasta el sofá.

—¿Cómo lo sabes?

—No quedamos tan a menudo y digamos que te conozco demasiado como para saberlo, ¿no crees?

—Tienes razón. —Se llevó la mano a la nuca.

—Bueno, ¿y?

Ella se sentó en el sofá con un suspiro de felicidad. Quizá cualquiera vería raro que se alegrara de que una chica de veinticuatro tuviera algo con un hombre de treinta y ocho, pero los conocía tan bien que sabía que su relación sería la correcta. Tenía ese extraño don y desde su adolescencia supo que por muy cercanos que fueran Carlos y ella, jamás habría algo porque estaba destinado a alguien más.

—¿Y? —Bajó el brazo, entre confuso y avergonzado—. Me pidió que lo lleváramos en secreto por ahora y lo he aceptado. Al fin y al cabo soy quien más tiene que perder de los dos...

Elena alzó la mirada hacia él.

—¿Estás seguro?

—No, pero sé que por el momento es lo mejor. Solo nos falta asegurarnos de lo que sentimos para saber si vale o no la pena contarlo. —Suspiró y se sentó a su lado en el sofá—. Imagínate que probamos y lo dejamos en unas semanas o en dos meses, por ejemplo. ¿Crees que Alejandra y Alberto me recibirían en su casa como si nada? Por supuesto que no.

—¿Y qué habría pasado si ella no te lo hubiera dicho? ¿Se lo habrías propuesto tú?

Carlos apoyó la cabeza sobre el respaldo del sofá y enfocó su vista en el techo.

—No habría sido capaz, Elena —confesó—. ¿Crees que soy de esos que prefiere tener a su novia a escondidas por lo que pudiera pasar?

—Vaya, ¿sois novios ya? —Alzó las cejas repetidas veces en un gesto que hizo reír a Carlos.

—Pareces una adolescente con ese comentario ¿sabes?

—No más que tú, Carlos —comentó con una pequeña carcajada.

Rieron durante unos instantes y después se callaron. Él dejó de centrarse en el techo para mirar a su amiga.

—¿Cómo supiste que estabas enamorada de tu marido?

Aquella pregunta pilló desprevenida a Elena.

—Es difícil de explicar ¿sabes?

—Entiendo... —respondió él, un poco más confundido que antes.

—Sin embargo —agregó ella—, puedo decirte que si estás enamorado, lo sabrás. —Hizo una pausa y sonrió. Tomó su mano y la acarició con la yema de sus dedos—. Si te sirve de consuelo yo no creo que lo que sientes por Marina sea solo atracción sexual. Te conozco lo suficiente y lo sé con solo mirarte a los ojos.

Fragancia de azaharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora