22. Las consecuencias tras una noche de descontrol

2.4K 196 147
                                    

Pasaron los días y no volvieron a verse ni a hablar de lo sucedido en el cine, aunque sí mantuvieran algunas conversaciones a través de Showface. Para sorpresa de la chica no se centraron en lo picante, sino en conocerla más lejos del ambiente familiar. Había una verdad innegable y era que Carlos no sabía muchas cosas de Marina, salvo las que ella misma comentaba en las cenas de los viernes, sobre todo desde que empezó a sentir algo especial por la chica. No sabía si era por pasar más tiempo con ella, por la forma especial que tenía de mirarlo y de prestar atención a sus palabras o porque intuyó lo que Marina se había esmerado tanto en ocultar. Y a pesar de lo anterior, él jamás se permitió bajar la guardia y mostrar lo que guardaba en su interior. La diferencia de edad para él era un obstáculo bastante grande y siempre se convencía de ello pensando que en algún universo alternativo podría haber sido su padre adoptivo. Quizá habría sido posible si se hubiera casado en su momento, pero hace tiempo comprendió que su destino era otro y podría estar relacionado con Marina.

Cuando acudió a la cita de los viernes, descubrió que esa noche Marina no los acompañaría y tuvo que hacer lo que nunca había dejado de hacer frente a ella: fingir, ocultar sus verdaderos sentimientos y aparentar que no sucedía nada por cenar a solas con la pareja. No sería la primera vez que lo hacía sin sentirse el tercero en discordia. Sin embargo, esa noche le costó mantener lejos de su mente la imagen de Marina mientras mantenía diversas conversaciones con ellos entre plato y plato.


···


—Ella es mi amiga Patri —la presentó Marina, hablando bastante más alto de lo normal debido a la música de la discoteca—, por desgracia para ti ya está ocupada así que te quedan solo dos para la cita a ciegas.

—A este paso el número llegará a cero... —dijo Álex con una sonrisa—. Encantado, Patri.

Los dos se saludaron con un beso en cada mejilla.

—No te preocupes, seguro que Jimena no te suelta en cuanto te vea. —Patricia le dedicó un guiño.

Pidieron las bebidas en la barra y se quedaron ahí mientras el camarero las preparaba. Una vez que tuvieron sus vasos en las manos, se giraron para ver a la gente bailar. La música animaba a Marina a moverse en la pista, pero se controló para estar con sus amigos.

—No deberías haber pedido eso, Marina, es demasiado fuerte para ti —le dijo Álex al oído.

La chica se sobresaltó al escucharlo tan cerca, pero no hizo ningún movimiento que la delatara.

—Tranquilo, esta vez me controlaré.

—¿Ya ha tenido problemas con el alcohol contigo? —cuestionó Patricia al escuchar a su amiga por encima de la música.

Álex asintió.

—Un amigo de su familia se la llevó del bar donde estábamos porque estaba muy perjudicada —explicó.

Marina notó que sus mejillas ardían. Su amiga no sabía lo que pasó esa noche y era consciente de que le esperaba un pequeño interrogatorio.

—¡Anda! Eso no me lo habías contado. —Se cruzó de brazos—. No me digas que fue Carlos quien te sacó de allí... —Alzó las cejas repetidas veces y eso hizo reír a Marina.

Después asintió en respuesta a su amiga.

—¡Joder! —Patricia rio.

Marina bebió un gran trago de su bebida.

—¡Me voy a bailar un poco! —anunció, dejándole el bolso a su amiga.

Terminó la bebida y dejó el vaso sobre la barra. Después se alejó de ellos para menear las caderas en la pista. Notó un pequeño mareo y supo que el alcohol se le había subido de más para lo poco que había bebido, aunque reconoció que era lo más fuerte que se había atrevido a tomar en mucho tiempo. Mientras tanto, Álex y Patricia conversaban en tono cómplice, pero hablando por encima del ruido.

Fragancia de azaharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora