7. Tres para uno

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Al día siguiente por la tarde, Marina se reunió con algunas de sus amigas en uno de los bares que solían frecuentar. Raquel tenía clases y por eso no pudo acudir a la cita, pero con ella tenía planeado quedar en otro momento para hablar largo y tendido de lo ocurrido el día anterior.

—No os lo he podido contar antes, pero Patri creo que ya estará enterada... —dijo Marina.

La aludida le dedicó una mirada significativa.

—Sí, mi hermano me contó que le cambiaron de pareja de baile. Lo que me sorprende es que no se sienta molesto, al contrario, desde que te vio bailar con el chico nuevo supo que si no lo hacía Elena, él sería quien pediría el cambio. Me dijo, textualmente: «No sabes la magia que tienen esos dos bailando. ¡Son puro fuego! Marina suele tener ese algo que desprende sensualidad, pero es que los dos son como una bomba que nunca sabes cuándo va a explotar».

Marina soltó una risita nerviosa.

—Para que lo diga Andrés ya debe ser increíble —intervino Sandra.

—Ya os invitaré a alguna exhibición o algo para que veáis la química —aseguró Marina—. Mientras bailaba con él noté ese no-sé-qué necesario. No sé...

Recordó de nuevo ese primer baile y un estremecimiento recorrió su espalda. La sacudida de su cuerpo no pasó desapercibida para sus amigas.

—¡Cuéntanos como es! —exclamó Jimena, ilusionada por conocer todos los detalles que tuvieran que ver con ese chico.

Marina rio al escucharla. Mientras pensaba cómo comenzar, echó un vistazo a todas ellas, detallando cada uno de los looks que las diferenciaban. Ella misma llevaba unos pantalones beige de vestir, una blusa negra y una chaqueta del mismo color que el pantalón. Sandra vestía con una blusa rosa y unos pantalones vaqueros; Jimena, como siempre, iba arreglada como si en cualquier momento le fueran a invitar a una fiesta lujosa. Era la más rica del grupo, pero no era de las que presumían de tener más dinero que las demás. A veces se encargaba de pagar la cuenta porque le apetecía invitarlas, aunque pudiera llevarse una regañina de sus padres. Y Patricia no dejaba de sorprender con cada conjunto de cuero que solía llevar. Ese día, por ejemplo, llevaba unos pantalones negros y una chaqueta militar que no dejaba ver lo que tenía debajo.

—Es bastante guapo, la verdad —reconoció Marina—, y baila de forma que parece que te va a dejar embarazada sin necesidad de quitarte la ropa.

Jimena se abanicó con la mano y después se pasó la mano por el cabello rubio para peinárselo hacia el otro lado.

—Si ese es el caso vas a tener que presentármelo —rio.

—Si quieres lo invito un día que quedemos y así puedes babear delante de él —comentó con una sonrisa—. El otro día me invitó a tomar algo con unos amigos suyos. Creo que la próxima vez os avisaré por si os interesa alguno.

Las otras tres chicas se rieron nerviosas.

—¿Serías capaz de hacer eso? —cuestionó Sandra.

Marina la miró directamente.

—Por supuesto. Y si os interesa Álex no tenéis más que decírmelo que yo os allano el terreno. Pero, por favor, no vayáis las tres a por él porque no va a dar abasto. —Las señaló a cada una mientras decía lo último.

—Si tienes alguna foto suya que enseñarnos, ahora mismo podríamos decirte quién de las tres va a ir a por él. —Esta vez fue Jimena quien habló de nuevo.

—Ahora mismo no, pero la próxima vez que lo vea le pediré una y os la pasaré por el grupo que tenemos. ¿Qué os parece?

Sus tres amigas gritaron, pero sin hacer demasiado escándalo porque no estaban solas en el bar. Cuando se calmaron, Marina volvió a hablar dirigiéndose a Patricia.

Fragancia de azaharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora