18. Una exhibición que va más allá del baile

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No era la primera vez que bailaba para tanta gente, pero ver a Carlos con los brazos cruzados y lejos de los pequeños grupos de espectadores le ponía especialmente nerviosa. Aún no la había visto, o eso era lo que ella pensaba porque la vista del hombre estaba centrada en otro lugar. Marina ensayó mucho para ese día y no podía permitirse ni un solo fallo. Si fuera kizomba y estuviera con Álex la cosa cambiaría, pero a Elena se le había metido en la cabeza que bailara sola y en último lugar. ¿Qué clase de conspiración era esa? «Me habría negado de saber que él estaría aquí», pensó, aunque poco habría podido hacer. Aún no estaba vestida con su atuendo de baile, ni siquiera con los tacones, por lo que decidió acercarse para hablar un rato con él antes de cambiarse.

—No sabía que vendrías —dijo a su espalda, balanceándose sobre sus pies.

Carlos se giró, bajó los brazos y esbozó una pequeña sonrisa al verla con el pelo lacio cayendo sobre sus hombros. Estaba guapa también así, aunque él la prefería con el pelo afro.

—No pensaba hacerlo, pero Elena me convenció —mintió.

—¿Sabes que actúo en último lugar?

El corazón de Marina latió frenético.

—Oh, entonces tendré que quedarme hasta que llegue la tuya.

—¿No tienes nada que hacer? —preguntó, sorprendida.

—Si es por ti siempre estoy dispuesto a sacar tiempo. Además, hoy es sábado, ya sabes que los fines de semana los tengo libres.

—Sí, pero no esperé que tú... bueno, que tú vinieras a verme hoy.

—Ya te dije hace tiempo que me avisaras, pero tuve que enterarme por Elena. ¿Acaso no querías que viniera? —Alzó una ceja y volvió a cruzarse de brazos.

—¡Claro que sí! La verdad es que se me olvidó, he estado bastante ocupada con los ensayos y mi mente no ha dado para más.

—Tranquila, en caso de que se te olvide ya sé a quién recurrir para que me avise.

En ese momento Elena llamó la atención de quienes estaban allí y todos atendieron. Marina avisó a Carlos de que tenía que ir a cambiarse y se despidieron. Cuando regresó, el primer grupo de compañeras ya estaba bailando. Intentó pasar desapercibida porque quería darle una sorpresa al profesor cuando le tocara hacer su exhibición, por eso se situó entre otras chicas para pasar desapercibida.

Disfrutó de todas y cada una de las coreografías hasta que llegó su turno, mucho antes de lo que había pensado. Mientras Elena la presentaba, vio que Carlos se posicionaba en una zona en la que pudiera verla mejor y eso la motivó bastante. Cuando su profesora le dio paso, ella se acercó al centro con sus tacones negros, unas medias de rejilla, unos pantalones cortos que ocultaban su ombligo y un top que parecía la parte de arriba de un bikini. Todas las prendas del mismo color que su calzado. Se había maquillado un poco también, solo lo suficiente, y el pelo lo tenía recogido en una coleta alta. Dirigió su mirada hacia Carlos y le dedicó un guiño que él correspondió con otro, lo que provocó que su corazón se acelerara de nuevo antes de que la música empezara a sonar.

Los movimientos sensuales y provocativos de Marina dejaron boquiabierto al profesor, que la observaba sin perder detalle de ninguno de sus gestos. Por un momento creyó que las miradas se las dedicaba a él como parte de la coreografía y deseó que fueran reales. «¿Pero en qué piensas?». Aunque intentó alejar ese tipo de pensamientos de su cabeza, llegó un punto en el que imaginó que los hacía en otro contexto diferente y en un lugar más íntimo, donde los únicos protagonistas fueran ellos dos. De repente se sintió algo sofocado y supo que no era solo por la canción, sino por las sensaciones que estaba generando aquel baile en su cuerpo. «Y porque es ella la que está bailando», reconoció en su mente. Una de las veces que Marina puso sus ojos sobre él, Carlos se relamió, provocando una reacción inesperada en ella. La vio acariciarse desde el escote hasta el ombligo antes de tirarse en el suelo y moverse sobre él al ritmo de la canción. Después se volvió a levantar para terminar el baile de pie tal y como había ensayado durante los días anteriores.

Fragancia de azaharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora