19. El perfume con el que empezó todo

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Seis años antes...

Sus mayores logros tras cumplir dieciocho años fueron conseguir una buena media en bachillerato y aprobar con buena nota en Selectividad. Los primeros en enterarse fueron sus padres y su hermana, que se alegraron muchísimo por ella porque sabían todo lo que se había esforzado. Otra persona igual de importante para Marina merecía saber la noticia, pero no disponía de los medios para poder hacerlo. Por eso esperó hasta que la cena de todos los viernes. «Qué gracioso sería que mis padres me dijeran que Carlos no viene esta noche a cenar», pensó mientras esperaba sentada en el sofá. No obstante, el timbre sonó y Marina se levantó como un resorte.

—Marina, ¿puedes abrir? —preguntó su madre desde su habitación, al otro lado de la casa.

—¡Sí! —exclamó ella.

Fue hasta la puerta y la abrió, encontrando tras ella a un guapísimo Carlos que llevaba una bolsa de una perfumería.

—Buenas noches —la saludó.

Y tras eso le dio dos besos, los que siempre le daba cuando iba de visita.

—¡Buenas noches!

Lo dejó entrar y cerró la puerta antes de volver a entrar en el salón. Carlos la acompañó y saludó a Daniela en cuanto la vio también con dos besos.

—Te he traído un regalo —comentó Carlos al volver a centrar su atención en Marina.

—¿Por qué? —cuestionó, confusa.

—Porque me he enterado de que has aprobado la prueba de acceso a la universidad. —Sonrió y extendió el brazo que llevaba la bolsa.

Marina avanzó dos pasos hacia él y cogió la bolsa con algo de timidez. Al mirar en su interior descubrió una caja que no identificó hasta que no la sacó y la dejó sobre la mesa. Su expresión se transformó de la sorpresa a la alegría al comprobar que era una colonia.

—¡Muchas gracias!

Sin pensarlo dos veces acortó la distancia que la separaba de Carlos para abrazarlo. Rodeó con sus brazos el torso del profesor y apoyó la cabeza sobre su pecho, con los ojos cerrados. Aspiró su aroma y se aferró más a él.

—Todo ha sido gracias a ti —murmuró, lanzando un suspiro después.

El hombre acarició su espalda de arriba abajo con una sonrisa, que amplió más cuando apareció por la puerta Alejandra. Marina se separó de él y lo miró antes de girarse y encontrar a su madre mirándolos con una pequeña sonrisa.

—¿Y eso de ahí? —preguntó su madre.

—Un regalo de Carlos... —La chica sonrió con la sensación de que sus mejillas ardían.

—A ver... —Alejandra terminó de acercarse a la mesa y sacó el perfume de la caja. Invitó a su hija a que se acercara y pulverizó un poco sobre su muñeca. Marina sacudió un poco el brazo y después dejó que su madre se acercara a percibir el olor—. Huele muy bien.

Carlos observó la escena con la sonrisa aún en su rostro, aunque un poco más sutil que antes. Por su lado pasó Daniela, que quiso sumarse a la iniciativa de su madre, y la vio emocionarse con el olor tan exquisito que desprendía su hermana.

—¿No quieres saber cómo huele? —le preguntó Daniela, inocente.

Él era consciente del olor porque había usado uno de los probadores de la perfumería, pero una cosa era hacerlo con un cartón y otra muy distinta sobre la piel de la adolescente.

—Claro, si ella quiere...

Marina asintió y él entonces se acercó. Aguantó la respiración mientras Carlos se acercaba para aspirar el aroma del azahar en su piel. Sus ojos verdes se clavaron sobre los de ella durante unos segundos y suspiró, dejando salir todo el aire que había retenido.

Fragancia de azaharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora