33. Lo que Elena tiene que decir

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Al día siguiente, Marina no dejaba de pensar en lo que Carlos le contó. Tras eso cambiaron de tema en la conversación y así fue como descubrió que le encantaba el color azul, que su comida favorita de pequeño eran los filetes empanados con patatas y muchas otras cosas que a simple vista parecían minúsculas, pero que para ellos suponía un mundo. Sobre todo para ella, que se sentía afortunada de conocer algo más sobre él. Sin embargo, había una cuestión que seguía taladrándole la cabeza. Por suerte para ella, ese lunes tenía clase de baile y, con la intención de ensayar un poco antes de que comenzara, llegó más temprano de lo habitual. La recibió Oliver, uno de sus compañeros en ese estilo.

—Ah, hola, Marina —la saludó con una sonrisa.

—Hola, Oliver. ¿Qué haces aquí tan temprano?

—Me gusta calentar un poco antes de clase. ¿Y tú? Sueles venir a tu hora...

Marina terminó de acercarse a él para soltar sus cosas y cambiarse de calzado.

—La verdad es que quería despejar un poco la mente.

—Te entiendo. —Él volvió a sonreír.

Le observó con atención y algo en sus ojos azules llamó su atención. Como no lo conocía suficiente, no supo cómo definirlo y por eso también prefirió ignorarlo. Pensó que quizá a él no le gustaría que se metiera en sus asuntos.

—¿Cómo llevas ser el único chico del grupo? —preguntó con curiosidad.

—Bastante bien, sois todas bastante simpáticas y amables. Pensé que alguna se tomaría mal que estuviera aquí, para qué mentir, pero me he llevado una grata sorpresa —explicó.

—Reconozco que no esperaba encontrar a un chico justo en esta especialidad, pero me encanta la idea, la verdad. Además, no lo haces nada mal. —Le guiñó un ojo.

Con una sonrisa ambos empezaron a practicar mientras llegaba la hora.

—¿Bailas algo más? —indagó Oliver cuando ya llevaban varios minutos moviéndose.

—Kizomba —respondió—, tengo a un compañero excepcional. Álex, ¿lo conoces?

Oliver se detuvo y mantuvo su expresión pensativa.

—No estoy seguro... —dijo con el ceño fruncido.

—No te preocupes, ya lo conocerás. Yo misma te lo presentaré. —Entonces imaginó a Álex con tacones e intentando bailar como ellos y no pudo reprimir una carcajada. Al ver que él la miraba sin entender por qué se reía, comentó—. Me lo he imaginado bailando esto y me ha hecho gracia.

Volvió a reírse y esta vez Oliver la acompañó.

—Quizá se le dé mejor de lo que crees, quién sabe.

Continuaron con la práctica y los pequeños ensayos hasta que llegaron el resto del grupo y Elena en último lugar. Marina la ayudó a preparar algunas cosas y, mientras el resto se preparaba, la profesora aprovechó para hablar un rato con ella.

—Ya sé que estás bien con Carlos y eso me alegra muchísimo. ¿Ves como lo que te dije era cierto? Para mí no era ningún secreto lo que tú sentías porque te cuesta esconder algunas cosas, igual que no lo eran los suyos. Pero de eso hablaremos después de la clase, si lo prefieres. —Le dedicó un guiño.

—Sí, por favor.

Marina sonrió y, al terminar, se reunió con sus compañeras y con Oliver en el centro de la sala.


···


Tras un intenso ensayo, Elena y Marina recogieron todo una vez que el resto de los alumnos se fueron. La primera cerró la puerta y se sentó en una de las sillas con un suspiro.

Fragancia de azaharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora