3. El primer paso es la amistad

3.3K 260 325
                                    

El miércoles por la noche, y tras haberlo conocido un poco más durante los días anteriores, aceptó la invitación de Álex para salir a tomar algo con unos amigos. Recordó las palabras de su madre y, aunque no era viernes, decidió tomarle la palabra. Sería una oportunidad perfecta para conocer gente nueva y algún posible pretendiente. Tras la ducha eligió unos pantalones vaqueros ajustados, una camisa blanca y unos tacones de color negro a juego con su pequeño bolso de fiesta. Esa noche no se maquilló por no perder más tiempo, pero sí que se echó su colonia con aroma de azahar. Aspiró el aroma que quedó en el aire y rememoró el momento en el que se lo regalaron. Ese bote era otro, pero le traía los mismos recuerdos. Suspiró, guardó las llaves de casa y salió tras despedirse de sus padres.

Álex la esperaba abajo en el coche, con la ventanilla bajada y la música de fondo. Silbó al verla aparecer con ese conjunto y Marina soltó una risita nerviosa. Rodeó el vehículo y entró por la puerta del copiloto.

—Estás muy guapa, te queda muy bien esa ropa.

—No hace falta que te lo curres tanto... —Dio dos palmadas sobre la pierna de Álex.

—¿A qué te refieres?

—No sé —respondió ella—, pero si estás intentando coquetear conmigo puedes ahorrártelo.

—No, no era mi intención. —Clavó su mirada en los ojos marrones de la chica.

El silencio se hizo en el interior del coche y Álex decidió arrancar para conducir hasta la zona de la Alameda, que era donde habían quedado con el resto. Al detenerse en uno de los semáforos, no pudo evitar preguntar:

—¿Estás saliendo con alguien? Lo digo por lo de antes...

—No, pero sí que estoy interesada en alguien.

—Lo dejaré claro con los chicos no vayan a pensar que tienen alguna posibilidad —rio.

Ella también lo hizo solo de imaginar esa posibilidad.

—No creo que llame la atención de ninguno, pero gracias por las flores.

—No seas tonta —le dijo con el rostro serio. Le dedicó una mirada fugaz mientras mantenía su vista centrada en la carretera—, eres muy guapa y cualquiera estaría encantado de estar contigo.

Marina se quedó callada al escucharlo y pensó en sus palabras. Quizá su amor no correspondido era lo que provocaba que creyera lo contrario, pero que Carlos no se fijara en ella no tenía nada que ver con que fuera más o menos guapa. Se debía, básicamente, a que era amigo de sus padres y le sacaba catorce años.

—Lo digo en serio, Marina. Si quisieras, podrías estar con cualquier chico.

Ella solo sonrió y él siguió conduciendo hasta que encontraron un aparcamiento cercano a la zona. Ambos salieron del coche y Álex le ofreció la mano para que la tomara. Marina, dubitativa, la aceptó y caminaron de esa forma hasta el bar. Antes de llegar, él le dijo al oído:

—Si lo prefieres, me haré pasar por tu novio. —Marina, sorprendida, le observó sin saber qué decir—. No te preocupes, no haré nada que no quieras.

Le guiñó el ojo y ella sonrió, deteniendo el paso.

—¿Por qué?

—No quiero que mis amigos te incomoden, eso es todo.

Minutos después entraron en el local cogidos de la mano aún y eso no pasó desapercibido para el resto.

—¿Te has echado novia y no nos has dicho nada? —preguntó uno de los amigos de Álex.

—Eso no te incumbe, tío —respondió el aludido—. Lo que sí quiero que hagáis es que no la incomodéis.

—Si está contigo sabes que ninguno nos meteremos con ella —comentó otro.

Fragancia de azaharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora