6. Primera cita... amistosa

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El domingo por la mañana Carlos recogió a Marina para comer juntos. Durante la cena del viernes hablaron sobre ello y los padres de ella no se opusieron a que empezaran a salir juntos. Marina estaba segura de que lo consideraban una salida familiar y por eso aceptaron, pero no se lo dijo a él cuando estuvieron solos uno frente al otro en el bar.

—¿Por qué tan callada?

Ella mordió su labio inferior en un impulso. Tenía esa absurda manía que no había conseguido quitarse desde que la adquirió. Él la observó sin perder detalle de sus gestos.

—Lo siento si estoy algo pensativa.

—¿Te incomoda estar conmigo a solas? —indagó.

—No, claro que no. —Sonrió—. Es solo que me resulta extraño.

—Bueno, ya tienes veinticuatro años y es una buena edad para que ambos podamos ser amigos, ¿no te parece?

«Sí, amigos —pensó ella mientras el corazón no le daba tregua—. No creo que me vea como algo más ni siquiera en el futuro».

—¿Por qué antes no? —quiso saber.

—Porque sería raro que una chica de dieciocho fuera amiga de un hombre de treinta y dos.

—¿Qué más da si yo era mayor de edad igual?

—La gente tiende a pensar mal, Marina. —Escuchar su nombre salir de sus labios le puso más nerviosa de lo que estaba—. No quería que nadie pensara que quería aprovecharme de ti.

Aquella revelación la sorprendió de tal forma que él se percató de eso por la cara que puso.

—¿Tanto te sorprende?

—No me lo esperaba —respondió ella, bajando la mirada hacia su vaso.

Empezó a moverlo en círculos en el mismo sitio.

—Hemos tratado más de lo que piensas, ¿o no te acuerdas de las clases intensivas que te di para Selectividad?

—Sí, pero pensaba que era una relación de profesor y alumna más que de amigos.

—En eso tienes razón, pero desde hace tiempo quiero llevarme más contigo. Quiero que seamos buenos amigos, como lo soy de tus padres.

Levantó la barbilla y clavó su mirada sobre él.

—¿Por qué ahora? —cuestionó.

—Ya te lo he dicho...

—No —lo interrumpió antes de que volviera a mencionar lo mismo—, quiero saber qué te mueve a querer ser mi amigo. Podrías mantenerte como amigo de mis padres y como una especie de tío para mi hermana y para mí.

—Quiero ser algo más que tu tío postizo, Marina.

Marina, que empezó a beber otro trago de su vaso mientras Carlos hablaba, se atragantó al escucharlo y tosió varias veces antes de recomponerse. Además su corazón, que ya latía algo más rápido de lo normal por los nervios, se desbocó al notar cómo la nombraba.

—No quiero que pienses que no quiero ser tu amiga, al contrario. Lo siento si he sido algo pesada con las preguntitas, pero sentía curiosidad.

—No te preocupes, yo encantado de resolver tus dudas.

—Gracias, profesor —bromeó y soltó una pequeña carcajada.

Terminó su bebida y él hizo lo mismo con la suya. Cuando soltaron los vasos, Carlos habló antes de que Marina se adelantara.

—¿Por qué bebiste esa noche?

No esperaba que le hiciera esa pregunta.

—Quería olvidar... —Se encogió de hombros.

Fragancia de azaharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora